Bloomberg — Un estudio revela que, aunque los ciudadanos de Estados Unidos viven más tiempo, pasan más años con mala salud que en ningún otro país.
Este estudio, hecho público este miércoles por la Asociación Médica Estadounidense, indica que en los Estados Unidos se vive con una enfermedad una media de 12,4 años, frente a los 10,9 años del año 2000.
EE.UU. es el más claro ejemplo de la disparidad entre la esperanza de vida y la salud, que está creciendo en todo el mundo a causa de las enfermedades crónicas, que afectan a una mayor proporción de la vida de las personas.
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Aunque la esperanza de vida ha sido desde hace tiempo una medida estándar de la salud pública, los investigadores se están centrando progresivamente en la esperanza de vida en función de la salud, que indica el número de años que las personas viven con buena salud.
Si se comparan directamente ambos parámetros, se aprecia que el incremento de la esperanza de vida va a la zaga de los avances en longevidad.
“Estos resultados ponen de relieve que, en todo el mundo, aunque la gente vive más tiempo, vive un mayor número de años lastrada por la enfermedad”, escribieron los autores del estudio, Armin Garmany y Andre Terzic, de la Clínica Mayo.
A nivel mundial, la brecha entre la esperanza de vida y la salud pasó de 8,5 años en 2000 a 9,6 años en 2019, lo que supone un aumento del 13%, según su análisis de datos sobre los 183 estados miembros de la Organización Mundial de la Salud.
Esto implica una paradoja según la cual una menor probabilidad de muerte expone a los supervivientes a una mayor carga de enfermedades crónicas, escribieron los autores. Los cinco países con las mayores diferencias entre la esperanza de vida y la salud son naciones prósperas, mientras que las diferencias más pequeñas se encuentran en el Sur Global.
En EE.UU., los trastornos mentales y por consumo de sustancias son los principales factores culpables, junto con las enfermedades musculoesqueléticas que afectan a las articulaciones, los huesos y los músculos.
La discrepancia es aún mayor en el caso de las mujeres estadounidenses, cuya brecha entre salud y esperanza de vida es, de media, 2,6 años mayor que la de sus homólogos masculinos, debido a que suelen vivir más años y también son más propensas a padecer enfermedades musculoesqueléticas.
Las intervenciones a medida específicas para las necesidades de cada país serán clave para maximizar un envejecimiento saludable equitativo y sostenible, escribieron los autores.
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