En la última semana, los ministros de Economía y los gobernadores de los bancos centrales del mundo se congregaron en Washington para analizar la economía global.
Con el retroceso de la pandemia y sus repercusiones, llegaron buenas noticias sobre la inflación y el crecimiento. No obstante, tal y como muestran los informes del FMI (Fondo Monetario Internacional), los riesgos en la economía no están remitiendo y, especialmente en EE.UU., la disfunción política está agravando la situación.
En general, los esfuerzos para contener la inflación a raíz de los trastornos de la oferta causados por la pandemia han resultado exitosos. Se prevé que la inflación mundial, que en 2022 alcanzó un pico de aproximadamente el 10%, descienda a menos del 4% a más tardar a finales del 2025, es decir, algo por debajo de la media previa a la pandemia.
Teniendo en cuenta la severidad de la convulsión inicial, acrecentada por la guerra de Rusia contra Ucrania, la desinflación provocó pérdidas inferiores a las que en un momento parecían previsibles, y el crecimiento moderado y sostenido se ha reactivado en su gran mayoría.
Sin embargo, la mala noticia es que los riesgos económicos y geopolíticos chocan de forma creciente con la relativa estabilidad de los mercados financieros.
La historia ha demostrado que el aumento de la incertidumbre política no siempre genera recesiones. Pero, cuando coincide con malas noticias económicas, puede resultar especialmente perjudicial.
Este riesgo es aún más grande si los gobiernos son incapaces de responder con contundencia, porque una deuda pública excesiva limita sus opciones. En este contexto, los esfuerzos por recobrar la confianza y restablecer el llamado espacio fiscal deben ser una prioridad en todas partes.
En su informe anual sobre estabilidad financiera, el FMI llama la atención sobre las brechas entre los índices que miden la volatilidad de los mercados y los que monitorean el riesgo geopolítico y la incertidumbre económica. En este momento, la volatilidad es baja y el riesgo es alto, y la diferencia es grande en comparación con los estándares históricos.
A pesar de la guerra en Europa, la renovada inestabilidad en Oriente Medio, el empeoramiento de las relaciones comerciales y las crecientes demandas fiscales a los gobiernos (para defensa, la transición energética y el envejecimiento de la población), los inversores están incorporando en sus precios nuevos recortes de las tasas de interés y ambiciosas valoraciones de los activos. De hecho, parecen decididamente optimistas, lo que a menudo es un precursor de un aumento de las tensiones financieras.
Cuando llegue la próxima recesión, los gobiernos necesitarán diversas medidas de estímulo para amortiguar el golpe.
La mayoría de los bancos centrales tendrían margen para recortar las tasas, a pesar de algunas preocupaciones persistentes sobre la inflación arraigada. Pero la política monetaria tiene un alcance limitado y los gobiernos tienen mucha menos flexibilidad fiscal de la que plausiblemente necesitarían. Gracias a la pandemia de Covid-19 y sus secuelas, las proporciones de deuda/producto han aumentado de manera alarmante.
El caso de Estados Unidos es especialmente llamativo. Antes de la pandemia, la relación deuda pública /producto interno bruto era de aproximadamente el 80%. Hoy, la cifra es de poco menos del 100%. Con las políticas actuales (que suponen que no habrá reveses significativos), ascenderá a más del 120% en 10 años y seguirá aumentando.
Sin embargo, lejos de discutir cómo volver a controlar el endeudamiento público, ambos candidatos a las próximas elecciones presidenciales han propuesto políticas que impulsarán aún más la deuda .
Los gobiernos de todo el mundo, y en primer lugar el de Estados Unidos, deben tener cuidado de no arrebatar la derrota de las fauces de la victoria. Por costosa que haya sido, la pandemia fue una catástrofe menor de lo que podría haber sido. El optimismo indebido, la imprudencia fiscal y la negativa a abordar los crecientes desafíos de política económica bien podrían echar por la borda este logro.
Como ha dejado claro el FMI, las autoridades pueden afrontar esos desafíos ahora o cuando otra crisis las obligue a hacerlo.
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