La mayoría de los ciudadanos de EE.UU. que se casan dan el «sí, quiero» entre los 25 y los 30 años, cuando probablemente las enfermedades graves no son lo primero en lo que piensan.
Sin embargo, de alguna manera, casarse es una decisión importante para la salud. Para los hombres, el simple hecho de estar casados es un factor predictivo de una vida más larga. Para las mujeres, el panorama es más complicado. En el caso de los hombres con cáncer de próstata, aquellos que están casados sobreviven más que los solteros; además, también tienen menos probabilidades de morir de enfermedades cardiovasculares.
Esto no se debe a que los hombres más sanos sean más propensos a casarse.
En realidad, “las investigaciones indican lo contrario”, concluye un resumen de los estudios realizado por Harvard Health Publishing. “De hecho, los hombres poco sanos se casan antes, son menos proclives a divorciarse y tienen más probabilidades de volver a casarse”.
«Existe una enorme bibliografía que demuestra que los esposos se benefician del apoyo de sus esposas en términos de mortalidad y resultados sanitarios, y no tanto a la inversa”, afirma Joan Monin, profesora asociada de salud pública en la Facultad de Medicina de Yale. (La mayoría de los estudios se centran en parejas de distinto sexo).
De acuerdo con varios estudios realizados entre los años 1990 y 2000, cuando la mujer enferma, los maridos a veces tienen dificultades para apoyarla. Varios estudios concluyeron que las mujeres tenían muchas más probabilidades de donar riñones a sus maridos que los maridos de hacer lo mismo por sus vidas. Algunos médicos y enfermeras dicen que todavía hoy se observan este tipo de desequilibrios de género.
Los maridos que dan un paso adelante comparten algunos atributos comunes.
Ya participan en más tareas domésticas que el marido promedio. Tienen más probabilidades de ser felices en el matrimonio. Y quizás lo más importante, tienden a tener puntos de vista igualitarios sobre el matrimonio, en lugar de verse a sí mismos como el sustentador de la familia. Esto no significa que necesariamente ganen exactamente la misma cantidad que sus esposas, pero ven el matrimonio como una sociedad de iguales.
Para las parejas, esto debería ser un poderoso recordatorio de que un matrimonio entre iguales no se trata solo de ser “políticamente correcto” o “consciente”. Un matrimonio equitativo tampoco es solo una cuestión de controlar el estrés de la paternidad o de equilibrar quién tiene más tiempo libre y quién lleva la carga mental de la familia. Para las esposas, un matrimonio igualitario puede ser una cuestión de vida o muerte.
En serio. Los pacientes con necesidades de atención no satisfechas tienen un mayor riesgo de reingreso hospitalario y, sí, de morir. Por el contrario, una buena atención en el hogar se asocia con mejores tasas de recuperación. Recoger la medicación, ayudar al cónyuge a bañarse, ofrecer apoyo emocional, hacer las compras y cocinar: todo importa.
Y, sin embargo, las pacientes casadas han tenido, en promedio, solo la mitad de probabilidades de que se satisfagan sus necesidades que los pacientes casados, según una investigación de Susan Masterson Allen, profesora emérita de servicios de salud, políticas y prácticas en la Universidad de Brown.
A veces, cuidar de un cónyuge enfermo es tan básico como hacer las llamadas telefónicas adecuadas.
Un estudio en el que trabajó Allen involucró una muestra de 90.000 veteranos militares discapacitados, el 97% de los cuales eran hombres. Todos ellos tenían derecho a beneficios gubernamentales complementarios, pero solo un 10% se había inscrito.
Cuando Allen y sus colaboradores analizaron lo que distinguía a los inscritos, “un fuerte predictor fue estar casados”, dice. Fueron las esposas las que se tomaron la molestia de hacer las llamadas y el papeleo. ¿Una razón probable para la baja aceptación general? Muy pocos de estos veteranos estaban casados: solo un 20%.
Algunos de estos desequilibrios de género pueden estar cambiando.
Uno de los estudios más recientes sobre el cuidado de adultos a adultos, publicado a principios de este año, concluyó que los hombres y las mujeres dedicaban aproximadamente la misma cantidad de tiempo al cuidado de una pareja con una lesión de la médula espinal, con la excepción de las tareas relacionadas con las tareas domésticas.
Las mujeres todavía dedican más tiempo a estas tareas que los hombres, pero la brecha se está reduciendo, no porque los hombres estén haciendo más en la casa, sino porque las mujeres más jóvenes están optando por hacer menos. ¿Las mujeres son más selectivas con su tiempo? Eso representa un tipo de progreso.
Pero no es suficiente.
Muchos hombres todavía se consideran el “sostén de la familia”, incluso cuando sus esposas ganan más dinero . Y la investigación sugiere que estos hombres no están tan comprometidos a ayudar cuando sus esposas enferman. Tal vez están tan concentrados en contribuir económicamente que pasan por alto otras formas de apoyo.
O temen el impacto de la atención en sus carreras: una de las principales razones que dan los esposos para no dedicar más tiempo a cuidar a sus esposas enfermas (o donarles riñones) es la preocupación por perder el trabajo.
Tal vez el verdadero misterio no sea por qué algunos maridos brindan más cuidados, sino por qué las esposas lo hacen de manera tan constante. A las mujeres se les enseña desde una edad temprana a considerar el cuidado como una tarea femenina fundamental. Está tan arraigado que muchas personas le dirán que las mujeres son mejores en eso, que es algo innato en la mujer.
Sin embargo, los estudios demuestran que tanto los hombres como las mujeres sufren tasas similares de estrés asociado con el cuidado. No existe un “gen del cuidador” femenino.
Por supuesto, la gente puede cambiar.
Para muchos hombres, dice Monin, de Yale, cuidar de una esposa enferma puede abrirles una nueva sensación de identidad orientada al cuidado.
Para sus esposas, esa evolución puede marcar la diferencia.
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