Los BRICS no amenazan al dólar, lo hace Estados Unidos

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Son pocos los líderes capaces de arremeter contra molinos de viento imaginarios con tanto desparpajo como Donald Trump.

Así lo demostró una vez más cuando hace poco exigió que las naciones BRICS se “comprometiesen” a que “no crearían una nueva moneda BRICS, ni apoyarían ninguna otra moneda para sustituir al poderoso dólar estadounidense”.

Sin que nadie se sorprendiera, esta exigencia fue acompañada de la amenaza de un incremento de los aranceles.

Varios de sus objetivos en la agrupación, que una vez contó solo con Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, pero fue ampliada a inicios del 2024, se han apresurado a apaciguarlo.

Sudáfrica emitió un comunicado oficial para afirmar que no estaba prevista ninguna moneda común, y el ministro de Asuntos Exteriores indio insistió en que las naciones del BRICS no tenían “interés alguno en debilitar el dólar de EE.UU.”.

Pero estos intentos de corregir a Trump también destacaron lo que realmente debería inquietar al presidente electo de Estados Unidos.

Los sudafricanos indicaron que los países BRICS únicamente querían realizar intercambios comerciales dentro de la agrupación en las monedas de sus miembros. Jaishankar lo describió como una iniciativa totalmente legítima para reducir el riesgo.

Hacerlo puede que no sea posible ahora y, francamente, puede que nunca lo sea. El comercio internacional, aun entre las cerca de diez naciones que componen la agrupación BRICS, es diabólicamente complicado.

Puede que India quiera comprar más petróleo ruso, por ejemplo, pero a menos que pueda encontrar compradores en Rusia para sus productos, el comercio en rublos o rupias será insostenible. Moscú acabará teniendo rupias que no sabrá cómo gastar.

Pero todo eso no viene al caso. Sea fácil o no, diga o haga lo que diga o haga Trump, los países BRICS, y otros como ellos, seguirán buscando formas de liquidar transacciones internacionales sin utilizar dólares. Al hacerlo, su propósito no es dañar la economía estadounidense ni desafiar la primacía del dólar, sino crear una sección del sistema financiero que no esté sujeta al poder estadounidense.

Países como los Emiratos Árabes Unidos, que durante mucho tiempo han servido como centros de intercambio de transacciones financieras entre bloques geopolíticos opuestos, han buscado algo similar durante al menos una década. Pero el objetivo se ha vuelto más urgente en una época cada vez más definida por las guerras comerciales y el desacoplamiento impulsado por la geopolítica.

Nueva Delhi nunca ha mostrado tanto entusiasmo por este esfuerzo como otros, pero los responsables políticos indios se sienten perjudicados por más de una década de gestión de las sanciones estadounidenses. Uno de ellos me dijo hace poco que, en los últimos años, India dejó de importar petróleo de uno de sus mayores socios comerciales, Venezuela, debido a las restricciones estadounidenses.

Venezuela fue reemplazada por Irán, que pronto presentó los mismos problemas; y ahora India tiene que encontrar alguna manera de gestionar el comercio con Rusia. El incentivo para establecer mecanismos de pago que no estén sujetos a la supervisión estadounidense es obvio incluso para los funcionarios más inclinados a Occidente en Delhi.

Si bien la complejidad del comercio global dificulta la sustitución del dólar, también significa que cada vez más empresas y países sienten la necesidad de encontrar alternativas, aunque sean temporales o parciales. El número de bienes de doble uso y corporaciones financieras sujetas a sanciones estadounidenses aumenta casi mensualmente.

Como sucede con cualquier restricción al mercado, esto significa que alguien encontrará una forma de ganar dinero garantizando que el comercio se lleve a cabo de todos modos.

Incluso instituciones con respaldo mayoritario de Occidente, como el Banco de Pagos Internacionales, que está controlado por múltiples bancos centrales, han lanzado proyectos destinados a transferir valor independientemente del dólar estadounidense, aunque el BIS tuvo que abandonar esa iniciativa hace unas semanas, tras las quejas de las capitales occidentales.

No se hicieron intentos similares cuando el resto del mundo consideraba que el dólar estadounidense era un bien común: los países podían comerciar con él, invertir en él y convertirlo libremente. A cambio, Estados Unidos obtuvo el “privilegio exorbitante” de controlar la moneda de reserva mundial, lo que ha permitido a los políticos tolerar déficits de todo tipo que habrían arruinado a una potencia menor.

Si Trump quiere mantener la primacía del dólar, debería reconocer que su valor no depende del poder y las amenazas de Estados Unidos, sino de la fiabilidad de ese país.

Los excesos, ya sea mediante sanciones ad hoc, intromisiones en la Reserva Federal, aranceles unilaterales o enfrentamientos geopolíticos, plantean una amenaza mucho mayor a la moneda estadounidense que cualquier cosa que los países BRICS pudieran idear.

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial de Bloomberg LP y sus propietarios.

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