Guatemala, Honduras y El Salvador tienen la oportunidad de escapar de su pasado

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Bloomberg — ¡Buenas noticias! Las detenciones de migrantes de América Central en la frontera estadounidense están descendiendo drásticamente, entre otras razones, como consecuencia de las nuevas órdenes ejecutivas aplicadas por la administración del presidente Joe Biden.

La cantidad de migrantes provenientes de Guatemala, Honduras y El Salvador que tratan de cruzar la frontera suroeste de EE.UU. ha experimentado un descenso cercano al 30% durante los primeros 8 meses del año con respecto al mismo periodo del 2023.

En agosto se registraron las cifras más bajas desde la pandemia. De mantenerse esta tendencia hasta el mes de septiembre, el año fiscal 2024 se cerraría con apenas el 50% de llegadas provenientes del grupo de países conocido como el Triángulo Norte, frente al máximo alcanzado en el año 2021.

Pero un endurecimiento de los controles y los llamados “factores de atracción” que tradicionalmente han seducido a los emigrantes a la principal economía del mundo (”mejores perspectivas de empleo y mayor nivel de vida en EE.UU.”) son únicamente una parte de esa ecuación.

También es crucial abordar los “factores de empuje” que provocan la salida de las familias de sus países de origen (las tan mencionadas “causas profundas”), y en este ámbito también hay noticias positivas: las economías de Centroamérica están atravesando una incipiente transformación que me infunde una confianza temprana en la posibilidad de un avance decisivo.

Gracias a una combinación de políticas macroeconómicas prudentes, reformas pro empresariales, apuestas en sectores como el turismo y la manufactura y un auge de las remesas que impulsa el consumo, las naciones centroamericanas están disfrutando de tasas de crecimiento que superan a sus vecinos regionales: las tres naciones del Triángulo Norte están preparadas para crecer un 3,4% anual en promedio entre 2024 y 2026, según cifras publicadas por el Banco Mundial la semana pasada.

Puede que no sea una cifra trascendental, pero sigue siendo casi el doble del crecimiento general esperado para América Latina y el Caribe este año y superior al 2,6% previsto para 2025.

En Guatemala, la mayor economía de Centroamérica, la nueva administración del presidente Bernardo Arévalo está atrayendo a empresas para crear alianzas público-privadas e invertir en infraestructura estratégica, incluidos puertos, carreteras y un metro en la capital, Ciudad de Guatemala.

En El Salvador, un número récord de turistas ha llegado al país gracias a las mejoras de seguridad implementadas bajo el presidente Nayib Bukele, quien al mismo tiempo avanza hacia la austeridad fiscal para tratar de cerrar un acuerdo largamente buscado con el Fondo Monetario Internacional.

Las grandes inversiones que ha hecho México en los estados del sur en los últimos años, incluido el grandioso Tren Maya, ofrecen una oportunidad evidente para una integración más estrecha con sus vecinos centroamericanos. Y los más de US$37.000 millones en remesas combinadas que estos países recibieron el año pasado han impulsado el consumo privado.

Además, el gobierno de Estados Unidos está movilizando US$5.000 millones en compromisos del sector privado para el Triángulo del Norte como parte de su programa Centroamérica Adelante.

Aunque han pasado desapercibidos, también se han producido algunos avances interesantes en la integración regional, incluida la armonización fronteriza y la infraestructura aduanera común, según Jason Marczak, director del Centro para América Latina Adrienne Arsht del Atlantic Council.

“Tenemos tres países con perspectivas ideológicas y formas de gobernar muy diferentes, pero cada uno pragmático en el sentido de trabajar juntos”, me dijo.

A los inversores les gusta lo que ven; los bonos en dólares de estos países han ganado valor este año a medida que la inflación se desacelera.

Para inspirarse, los países del Triángulo Norte no necesitan mirar muy lejos: deberían replicar algunas de las estrategias exitosas seguidas por Costa Rica, Panamá y República Dominicana (aunque geográficamente no es una nación centroamericana, sigue siendo parte del sistema de integración regional SICA).

Su prosperidad económica se debe en gran medida a políticas centradas en unos pocos sectores específicos, dice Ramón Padilla Pérez, jefe de la unidad de desarrollo económico de la CEPAL de las Naciones Unidas. Ese enfoque sectorial tiene un mayor impacto en economías más pequeñas como las de América Central, donde es menos probable que su impacto se disperse.

El impulso para desarrollar semiconductores, agronegocios y productos farmacéuticos en Costa Rica (el país envió dispositivos médicos por valor de cerca de US$8.000 millones el año pasado), el sector financiero y de servicios en Panamá y el turismo y las zonas de libre comercio en República Dominicana (que también apuesta por el crecimiento del negocio de dispositivos médicos) son buenos ejemplos.

Estos países también se ubican por encima de sus vecinos en los índices que miden la prevalencia del estado de derecho.

No es audaz decir que el Triángulo Norte puede dar otro paso adelante copiando estas políticas estratégicas, coordinando a las empresas privadas con el gobierno y aprovechando sus acuerdos de libre comercio CAFTA con los EE.UU.

El nearshoring, la práctica de trasladar las operaciones comerciales a lugares más cercanos a los EE.UU. en medio de su competencia con China y otros riesgos geopolíticos, es la excusa perfecta para que América Central se sume a las cadenas de suministro globales estableciendo centros logísticos y de fabricación.

Aunque este no es el mejor momento en la relación entre Estados Unidos y México, permitir que algunas de estas naciones se unan al acuerdo comercial T-MEC debería considerarse como una forma de fomentar una mayor estabilidad.

“Esta región puede crecer un 5% anual o más sin ninguna duda”, me dijo Padilla Pérez. “La clave es tener una estrategia de desarrollo clara”.

Por supuesto, los riesgos son numerosos: desde la falta de infraestructura y las lagunas en el Estado de derecho hasta el creciente número de fenómenos meteorológicos extremos. Irónicamente, la ola migratoria ha producido una escasez de mano de obra en ciertas empresas y áreas.

Pero no se espera que países como Guatemala y Honduras pongan fin a su llamado dividendo demográfico (es decir, que la fuerza laboral crece más rápido que la población en general) hasta bien entrada la década de 2040, mucho más tarde que la población latinoamericana, que envejece rápidamente. También ofrecen un entorno macroeconómico estable con tasas de interés relativamente bajas e inflación contenida.

El éxito de la esquiva búsqueda del desarrollo depende de muchas cosas, desde mejorar la educación y el marco institucional hasta reducir la informalidad laboral y aumentar los ingresos fiscales.

Pero en un mundo en rápida transformación, este camino ofrece al Triángulo Norte la oportunidad de escapar de su pasado de exclusión y pobreza, elevando así su nivel de vida y reduciendo los flujos migratorios.

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial de Bloomberg LP y sus propietarios.

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