El verdadero costo del plan arancelario de Trump

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Los expertos a menudo sostienen que las campañas presidenciales en Estados Unidos están desprovistas de grandes ideas políticas. Es evidente que esta vez no es así.

Podría argumentarse que el cambio político más profundo que se ha propuesto en esta contienda es la gran idea del expresidente Donald Trump de elevar ampliamente los aranceles sobre los productos de importación, quizás hasta niveles que EE.UU. no ha visto en muchas décadas.

Como todas las políticas económicas, los aranceles implican contrapartidas. Un nuevo análisis mío en The Budget Lab (El laboratorio de presupuestos) de la Universidad de Yale, un organismo de investigación fiscal no partidista, emplea modelos económicos y pruebas para cuantificar algunas de dichas contrapartidas.

Resumiendo, los aranceles propuestos generarán algunos ingresos, pero a un elevado, y evidente, alto precio para la economía.

Un arancel es algo así como el impuesto sobre las ventas de artículos tan diversos como zapatillas deportivas o piezas de automóvil fabricadas fuera de Estados Unidos. Durante esta campaña presidencial se ha planteado el problema de quién soporta en última instancia la carga de los aranceles, si los ciudadanos estadounidenses o los foráneos.

Sin embargo, la respuesta económica es clara: las empresas y los consumidores nacionales, no los fabricantes extranjeros. En realidad, en numerosos casos, las compañías trasladan el coste de los aranceles a sus clientes en forma de precios más elevados.

Los aranceles que impone EE.UU. difieren en función del país y del producto. Algunas importaciones están completamente exentas de aranceles, en tanto que otras son bastante altas, como el actual gravamen del 100% sobre determinados productos procedentes de China.

La tasa arancelaria «efectiva» para el año pasado, el arancel medio ponderado pagado por todos los bienes importados, era del 2,5%. Es algo superior al de la historia reciente, pero todavía muy bajo en relación con el largo plazo.

A comienzos del siglo XIX, cuando los aranceles eran la mayor fuente de ingresos federales, los estadounidenses debían pagar tasas astronómicas sobre la mayoría de las importaciones, con un arancel efectivo que con frecuencia era superior al 40% y a veces excedía el 50%.

Los responsables de las políticas de la época, y algunos economistas posteriores, sostuvieron que los aranceles elevados tenían sentido a principios del siglo XIX, dado que la industria nacional del país todavía estaba en pañales, pero este argumento ha sido puesto en tela de juicio con investigaciones más recientes.

Por otra parte, puede haber razones no económicas para aplicar aranceles reducidos que los responsables de las políticas decidan que justifican los costos económicos, como la seguridad nacional.

En una serie de comentarios de campaña, Trump ha expuesto los contornos de las ideas para elevar los aranceles a niveles históricos. Ha sugerido aranceles amplios sobre todas las importaciones de los socios comerciales que podrían oscilar entre el 10% y el 20% , y ha planteado la posibilidad de un arancel sobre todas las importaciones chinas del 60% .

En comentarios de septiembre, Trump lanzó la idea de un arancel del 200% sobre las importaciones mexicanas. The Budget Lab simuló 12 escenarios ilustrativos que eran varias combinaciones de estas diferentes tasas, y que suponían represalias o no represalias de los países afectados.

Los aranceles son, ante todo, un impuesto, y las propuestas de Trump generarían de hecho ingresos significativos que podrían utilizarse para reducir el déficit presupuestario federal, que totalizó US$1,8 billones en el año fiscal 2024 que finalizó el 30 de septiembre.

Según la interpretación más común de la propuesta de Trump, un arancel del 10% a todas las importaciones de bienes y un arancel del 60% a las importaciones de bienes chinos, Estados Unidos recaudaría US$2,6 billones en 10 años si otros países no toman represalias. Si se aumentan los aranceles no chinos al 20%, los ingresos aumentarían en US$4,4 billones.

Pero hay varios asteriscos cuando se habla de los aranceles como fuente de ingresos.

En primer lugar, es casi seguro que otros países tomarían represalias contra Estados Unidos, y lo harían casi de inmediato, como, por ejemplo, China lo hizo en cuestión de días cuando Trump les impuso los aranceles de la Sección 301 en 2018.

En The Budget Lab, descubrí que las represalias hacen que Estados Unidos recaude menos de sus propios ingresos arancelarios: entre un 12% y un 26% menos con cada propuesta si otros países tomaran represalias. Eso significa que la propuesta del 10% amplio/60% para China solo recaudaría US$2,2 billones si hubiera represalias, y la propuesta del 20%/60%, US$3,4 billones.

En segundo lugar, las estimaciones convencionales anteriores suponen que la economía se mantiene en un tamaño fijo.

En realidad, la evidencia pasada junto con los modelos de The Budget Lab sugieren que la economía probablemente se contraería en respuesta a los aranceles, ya que cualquier efecto positivo de relocalización resultante de los aranceles se vería más que superado por el aumento de los costos de los insumos, la caída de la inversión y el menor gasto de consumo e ingresos reales.

Dependiendo del escenario, el nivel de PIB real disminuiría entre un 0,5% y un 1,4% en el mediano plazo, lo que equivale a quitarle a la economía actual entre US$120.000 y US$325.000 millones. Y una economía más pequeña significa incluso menos ingresos fiscales recaudados.

Usando reglas empíricas de la Oficina de Presupuesto del Congreso, este rango de efectos sobre el PIB se traduce en entre US$400.000 millones y US$1 billón menos de ingresos dinámicos que las estimaciones convencionales. Por lo tanto, el beneficio fiscal sería, de hecho, incluso menor.

En tercer lugar, los precios subirían y los ingresos reales de los hogares disminuirían como consecuencia de los aranceles.

Si bien una décima parte de todo el gasto de los consumidores se destina a importaciones, una cuarta parte del gasto en bienes de consumo es importado, por lo que los aranceles afectarían considerablemente a los hogares.

Los consumidores se enfrentarían a aumentos de precios de entre el 1,2% y el 5,1%, según la propuesta específica. Eso es como tener de repente entre siete meses y dos años y medio de inflación normal.

Para el hogar medio, estos aumentos de precios reducirían el poder adquisitivo de sus ingresos anuales entre US$1.900 y US$7.600 de 2023. Y como hay pruebas de que los aranceles afectan más a las familias de ingresos bajos que a las de ingresos altos, la presión sería especialmente severa para los hogares que menos pueden permitírselos.

Una vez completada la transición al nuevo sistema, Estados Unidos se encontraría con una tasa arancelaria efectiva de entre el 9% y el 29%. Se trataría de la tasa arancelaria efectiva más alta de Estados Unidos desde al menos 1946, en el extremo inferior, y desde 1899, en el extremo superior.

Dicho de otro modo, el sistema tributario federal estadounidense se remontaría repentinamente un siglo atrás y se parecería mucho más a lo que era en los días de Buster Keaton y el Modelo T de Ford.

Estados Unidos también se destacaría a nivel internacional. Los datos del Banco Mundial sugieren que si estas políticas hubieran estado vigentes en 2021, Estados Unidos habría ascendido del puesto 110 del mundo en cuanto a aranceles efectivos generales (cerca de Islandia y Suiza) a, en el extremo inferior, desbancar a Cuba en el puesto 31 y, en el extremo superior, tener el arancel efectivo más alto del mundo, superior a Bermudas, Belice y Gambia.

La propuesta arancelaria de Trump podría ser el mayor cambio en la política fiscal y comercial de Estados Unidos en generaciones, y podría generar billones de dólares en ingresos.

Pero, como muestran los hallazgos de The Budget Lab, el impacto negativo para la economía es potencialmente enorme. Los expertos se quejaron de no haber logrado grandes políticas; ahora tienen una costosa de la que hablar.

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial de Bloomberg LP y sus propietarios.

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