El indulto a Hunter Biden es comprensible, pero está mal

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No existe acción gubernamental más emotiva que la de un presidente que indulta a un familiar. Desde una perspectiva humana, la decisión de Joe Biden de indultar a su único hijo con vida, Hunter, a quien siempre ha querido con locura, es el acto más comprensible de toda su presidencia.

Haría falta el control emocional sobrehumano de un ser estoico para salvar a un hijo de la cárcel, y Joe Biden no es Marco Aurelio.

Tanto Bill Clinton como Jimmy Carter indultaron a sus hermanos. Donald Trump indultó al suegro de su hija Ivanka, a quien ahora dice que nombrará embajador en Francia. El mismo Abraham Lincoln indultó a la hermana de su esposa Mary Todd Lincoln, cuyo cónyuge había sido general de la Confederación.

No obstante, el acto sin precedentes de un presidente que otorga el indulto a su hijo es asimismo una clase de tragedia para la república, justamente porque la única crítica real surgirá de Trump y sus leales, y al cabo de un par de días el acontecimiento quedará en el olvido.

El efecto Trump ya ha tenido un efecto tan poderoso en nuestra percepción colectiva de lo que se considera una conducta admisible de un funcionario público, que apenas podemos sorprendernos o escandalizarnos por el comportamiento presidencial, sobre todo cuando está motivado por un amor indulgente y no por un beneficio económico o político.

La evidencia más notable de este efecto es la politización de su investigación y enjuiciamiento penal que el mismo Biden citó como argumento para proteger a Hunter.

Para que no olvidemos, esta desvirtuación de la norma ganada a pulso de separar la política del trabajo de la Oficina Federal de Investigación y el Departamento de Justicia se inició con las amenazas de Trump como candidato a la presidencia en 2016 de encerrar a Hillary Clinton.

Aunque nunca cumplió esa amenaza, durante su primer mandato Trump trató en repetidas ocasiones de intervenir en asuntos penales.

Presionó al Departamento de Justicia y al fiscal general William Barr para que redujeran la dura condena recomendada para su amigo Roger Stone. El propio Barr socavó célebremente el informe del abogado especial Robert Mueller sobre la injerencia rusa en las elecciones de 2016. Trump fue enjuiciado la primera vez por tratar de convencer al presidente ucraniano Volodymyr Zelenskiy de implicar a Hunter en delitos.

Todo aquello fue el preámbulo de los actos más escandalosos de Trump como presidente, sus esfuerzos por convencer a funcionarios del Departamento de Justicia para que le ayudaran a anular los resultados de las elecciones del 2020.

Teniendo en cuenta todo esto y considerando el anuncio de Trump de un plan para nominar al operador político Kash Patel para dirigir el FBI, las preocupaciones de Biden sobre nuevos ataques contra Hunter no son absurdas.

Sin embargo, parece una exageración sustancial que el presidente afirme que los problemas legales de Hunter hasta la fecha son enteramente el resultado de un ataque injusto. Después de todo, la administración de Biden tomó la tardía, y en retrospectiva, desastrosa decisión de solicitar el procesamiento penal de Trump cuando quedó claro que era un candidato creíble para desafiar a Biden por la presidencia.

Aunque no hay duda de que el fiscal general Merrick Garland hizo todo lo posible por evitar politizar el departamento,como lo demuestra su decisión de no continuar con la investigación de Trump al comienzo del mandato de Biden, una vez que se dio el fatídico paso de investigar y procesar a un rival presidencial, se volvió imposible para los demócratas afirmar que habían restaurado o preservado el ideal de la investigación y el procesamiento penal apolíticos.

Por lo tanto, Biden no puede describir con justicia como esencialmente política la conducta del fiscal especial designado por Garland para llevar a cabo la investigación y el procesamiento del hijo del presidente. El hijo de un presidente es un objetivo legítimo de investigación, ya sea por parte del Congreso o del FBI y los fiscales federales.

Y no es que Hunter haya sido acusado o condenado por delitos que no cometió. Un jurado federal condenó a Hunter por mentir en su solicitud de compra de armas de fuego. Los cargos fiscales que estaban pendientes contra él parecen haber estado bien fundamentados.

Más allá de los cargos, la conducta de Hunter en relación con su puesto en el consejo de administración de la empresa energética ucraniana Burisma fue problemática en el mejor de los casos, aunque tal vez no haya sido criminal. (Esto presumiblemente explica por qué el indulto de Hunter cubre la conducta que se remonta a 2014, el año en que se unió a ese consejo basándose en escasas calificaciones aparte del hecho de que su padre era vicepresidente de los Estados Unidos).

El resultado es que todo el lamentable asunto de la conducta de Hunter, su investigación, la condena y los cargos penales, y ahora su indulto, llegaron a estar profundamente ligados a la politización de la investigación y el procesamiento penal.

Trump fue más responsable que nadie de este proceso histórico; pero la administración Biden también tiene cierta responsabilidad. Hoy vivimos en un mundo en el que los demócratas difícilmente pestañearán ante un indulto presidencial para un hijo desobediente, y en el que las críticas republicanas pueden ser fácilmente descartadas como hipócritas.

No queremos que nuestro país se convierta en una república bananera. Esto incluye reconocer la realidad fundamentalmente preocupante de que un presidente utilice el poder imperial del indulto para su propio hijo, incluso cuando la decisión es totalmente comprensible como la acción de un servidor público vulnerable y humano en su amor paternal.

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial de Bloomberg LP y sus propietarios.

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