El dólar es excepcional, nos guste o no

Dólares
Por Daniel Moss
26 de marzo, 2025 | 09:49 AM

El dólar vuelve a estar de moda.

Después de una excelente racha durante los últimos años, ahora prevalece un sentimiento de ansiedad. No se trata únicamente de las perspectivas a corto plazo del billete verde, que siempre tienden a fluctuar en torno a las proyecciones de crecimiento económico, sino también de la durabilidad del papel único que ha jugado en el comercio internacional desde al menos 1945.

PUBLICIDAD

Se pueden guardar los obituarios, muchos de ellos redactados y todos retractados a lo largo de las décadas.

La moneda estadounidense forma parte integral de las finanzas globales: está presente en casi el 90% de todas las transacciones que se efectúan en el mercado de divisas, que mueve US$7,5 billones diarios.

La perdurabilidad de su dominio no solo depende de la opinión que se tiene sobre el inquilino de la Casa Blanca en un momento determinado, sino de si surge una alternativa viable que ofrezca todos los beneficios de los mercados de capitales de EE.UU. y presente pocas desventajas propias. El yuan de China aún no está ni remotamente cerca de eso.

No se precipiten a excluir el excepcionalismo estadounidense.

El dólar, uno de los representantes de esa particularidad, no va a desaparecer de su lugar en la cúspide del sistema monetario internacional. Eso no significa que de vez en cuando no se registren cambios en su valoración frente al euro, el yen o la libra esterlina en respuesta a las cambiantes perspectivas de los precios y el empleo.

A pesar de todos sus defectos, el dólar es imprescindible.

Cualquier ruptura de su papel protagonista causaría enormes perturbaciones y perjudicaría a los compradores extranjeros de deuda estadounidense, entre los cuales China, Japón y los países de Europa figuran entre los más destacados.

PUBLICIDAD
Posición del dólar

La moneda estadounidense se enfrenta a importantes desafíos contemporáneos: la ambivalencia del presidente Donald Trump hacia las alianzas, su intención de desmantelar, o al menos remodelar, el sistema comercial internacional y su deseo de influir en la fijación de las tasas de interés.

El mundo se prepara para el anuncio de amplios aranceles la próxima semana; la imposición intermitente de gravámenes por parte de la administración a Canadá y México está socavando la confianza. La elaboración de escenarios que prevén una era posdólar se ha vuelto popular, especialmente desde que Alemania dejó de lado su aversión a aumentar significativamente los estímulos.

La última semana ciertamente no ha sido propicia.

Una encuesta de Bank of America Corp., ampliamente seguida , reveló que las tenencias de acciones estadounidenses experimentaron la mayor caída registrada, y un estratega de la firma declaró que la versión bursátil del excepcionalismo estadounidense ha alcanzado su punto máximo.

Barry Eichengreen, de la Universidad de California en Berkeley, uno de los principales expertos en el alza y la caída de las divisas, escribió un ensayo en el Financial Times que cuestionaba los fundamentos principales de la supremacía del dólar. Las apuestas bajistas se acumulan, según cifras de la Comisión de Negociación de Futuros de Materias Primas.

Es suficiente para recordar con nostalgia los primeros años de la década de 2000, cuando trabajaba en Londres y era responsable de noticias sobre divisas en Bloomberg. Eran los inicios del euro, una época en la que los mercados parecían obsesionados con los grandes déficits comerciales de Estados Unidos. Se decía a menudo que esta combinación era tóxica, si no fatal, para el dólar.

La idea general era que la confianza en Estados Unidos estaba menguando. A la gente no le gustaba George W. Bush y la invasión de Irak era particularmente impopular en Europa. Sin duda, tras algunos intentos fallidos, el eclipse del dólar estaba asegurado.

No sucedió. La historia está repleta de ejemplos de explosiones que se suponía que habrían provocado la caída, pero que se quedaron muy lejos: el fin del sistema de tipos de cambio fijos de Bretton Woods, el auge de Japón y China, el colapso de las hipotecas subprime de 2008.

En tiempos difíciles, el dólar a menudo se ha fortalecido, no ha retrocedido.

PUBLICIDAD

Nada de esto justifica la complacencia. La hegemonía conlleva grandes riesgos, además de un gran poder. Cuanto más se muestre Estados Unidos decidido a librar una guerra económica contra amigos y enemigos por igual, mayores serán los incentivos para buscar alternativas.

Y, como escribió Eichengreen, la única moneda global verdadera debe gran parte de su resiliencia a las relaciones cultivadas por Estados Unidos a lo largo de los años, los compromisos adquiridos con sus socios, la voluntad de defender el Estado de derecho y la independencia de la Fed. Estos cimientos están bajo presión.

PUBLICIDAD

Sin embargo, los aspirantes a usurpadores tienen un trabajo arduo.

La posición del dólar como el primero entre iguales, se ha desarrollado a lo largo de décadas y se ve reforzada por el mercado profundo y líquido de los bonos del Tesoro estadounidense, así como por el alcance de los bancos estadounidenses. El dólar desempeña un papel descomunal en la facturación, y el tamaño de la economía del país es un activo importante.

Elevar otra moneda o medio de cambio a la misma esfera de influencia es una tarea titánica.

PUBLICIDAD

En un discurso ante el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales la semana pasada, Paul Blustein, autor del nuevo libro " King Dollar: The Past and Future of the World’s Dominant Currency" (El rey dólar: Pasado y futuro de la moneda dominante en el mundo), afirmó que desear que el dólar caiga de su posición dominante no lo hace probable.

Blustein, quien no apoya la estrategia de Trump, describió al dólar no solo como dominante, sino también como arraigado. Incluso dijo que desearía que no lo fuera, porque permite una intimidación como la que se ejerce contra aliados cercanos como Canadá. Tendría que ocurrir algo verdaderamente catastrófico para que el dólar perdiera su atractivo subyacente.

El dólar podría tener un año débil en comparación con otras divisas importantes, y es prudente prepararse para una posible recesión. Pero se necesitará algo más que antipatía hacia el presidente para crear un nuevo mercado cambiario. Adelante, venda el dólar en corto, pero no espere un funeral pronto.

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial de Bloomberg LP y sus propietarios.

PUBLICIDAD

Lea más en Bloomberg.com