China ganará si Trump menosprecia a Latinoamérica

El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump. Fotógrafa: Eva Marie Uzcategui/Bloomberg
Por Juan Pablo Spinetto
14 de noviembre, 2024 | 06:06 AM

En el nordeste brasileño, la empresa china BYD Co. está finalizando la construcción de una planta para producir autos eléctricos. El terreno donde se está construyendo pertenecía a Ford Motor Co (F), que cerró sus operaciones en el año 2021 abandonando Brasil tras más de un siglo fabricando automóviles en en ese país. Cuando esté listo, el nuevo centro regional de BYD se asentará, irónicamente, en la avenida Henry Ford de este polo industrial en el estado de Bahía.

Es otro giro en la cada vez más complicada competencia entre Estados Unidos y China en Latinoamérica. No obstante, la anécdota es un aviso de que cada negocio y sector al que el gobierno y las empresas estadounidenses renuncien en la región supone una oportunidad para China.

Esto es algo que Donald Trump y su posible secretario de Estado, Marco Rubio, deberán también tener en cuenta cuando vuelvan a la Casa Blanca en el mes de enero.

Trump regresa con ideas radicales que suponen una amenaza desestabilizadora para Latinoamérica, tales como la deportación de millones de inmigrantes hacia la región y la aplicación de severos aranceles comerciales.

Por muy apreciadas que sean para su base, la aplicación de estas políticas supondría un regalo de los dioses para China, el principal socio comercial sudamericano: cuatro de las cinco mayores economías de la región están presididas por la izquierda e inclusive el presidente libertario argentino Javier Milei, que se apresuró a felicitar a Trump por su triunfo electoral e irá a Florida a visitarle este jueves, dio un giro de 180° grados con respecto al país asiático, al señalar que ahora China “es un socio comercial muy interesante, ya que no exige nada”.

La creciente influencia china en la región es algo que los funcionarios de EE.UU. comprobarán de primera mano esta semana, cuando el presidente Joe Biden y su homólogo Xi Jinping asistan al Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico en Lima y a la posterior Cumbre del Grupo de los 20 en Río de Janeiro.

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En Perú, Xi inaugurará el puerto de Chancay, una instalación de aguas profundas construida por empresas chinas que permite el atraque de buques de carga ultra grandes, acortando enormemente los tiempos de transporte entre Sudamérica y Asia.

El proyecto de US$1.300 millones, que forma parte de Belt and Road Iniciative (Iniciativa de la franja y ruta) de China, hizo sonar las alarmas en Washington por su potencial militar.

Al margen de estas válidas preocupaciones, lo importante a ojos latinoamericanos es que el puerto resuelve una necesidad concreta y estimula el comercio y la inversión. Como ejemplo, la prensa china destacó que el puerto “marcará un nuevo hito en la contribución de la cooperación Sur-Sur a la economía de la región”.

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¿Qué ofrece EE.UU. como alternativa? ¿Dónde está el Canal de Panamá del siglo XXI, el proyecto estratégico liderado por EE.UU. que cambió la economía de la región? ¿Serán los US$1.000 millones que ha gastado durante más de una década en una nueva embajada en Ciudad de México que solo ahora está a punto de completarse? ¿O un préstamo de US$150 millones, una fracción del alcance de Chancay, para modernizar un puerto de contenedores en Ecuador? Es vergonzoso.

El enfoque transaccional y las ambiciones geopolíticas de China servirán de freno para el garrote comercial y migratorio que la próxima administración de EE.UU. quiere agitar en la región. Otro ejemplo reciente: la fea disputa entre Elon Musk, donante y asesor de Trump, y Brasil, que rápidamente llevó a las autoridades del país a cortejar a empresas chinas para equilibrar la influencia del multimillonario en el mercado de Internet por satélite.

El nuevo gobierno de EE.UU. debe reflexionar sobre estos enigmas estratégicos: ¿Qué combinación de presión, contención y seducción debe aplicar para tener éxito en América Latina? Algunos en Washington argumentan, con razón, que los tratos de América Latina con China conllevan costos en forma de mayor opacidad y reglas democráticas más débiles.

Pero como vimos en las elecciones de la semana pasada, los latinos se movilizaron por la erosión del poder adquisitivo de la clase trabajadora y su deseo de prosperar económicamente. Pues adivinen qué: los latinos del lado sur del Río Grande quieren la misma prosperidad y, desgraciadamente, tienen poca paciencia.

No me malinterpreten, esta tendencia no es nueva; la administración Biden no presentó una agenda práctica que buscara el crecimiento para la región, lo cual dejó espacio para que los chinos siguieran aumentando su presencia. Ello se debe, como afirma Margaret Myers, del Diálogo Interamericano, a que gran parte de la política exterior estaba condicionada por cuestiones de agenda interna de EE.UU., como la migración.

“La política interna ha dominado gran parte de la posición de EE.UU. hacia América Latina, incluso en un escenario de un poder blando menguante en la región”, me dijo. “Con Trump esperaría un tono muy diferente, y una relación aún moldeada por los impulsores políticos internos de EE.UU.”

Gráfico de visiones favorables latinoamericanas

Es pronto, lo sé, pero me temo que con Rubio como jefe de la diplomacia, EE.UU. puede caer en el mismo error.

Me alegra que su nombramiento pueda provocar ansiedad en los autócratas de Caracas, La Habana y Managua, pero es probable que su enfoque partidista y de línea dura también acentúe las divisiones geopolíticas y dificulte el necesario proceso de cooperación e integración económica.

Por cada Milei y Nayib Bukele de El Salvador para cortejar, habrá otros líderes dispuestos a tomar distancia y probablemente correr a los brazos de Pekín, como vimos bajo el primer gobierno de Trump.

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Elevar la visibilidad de la región en Washington no ayudará si la política está dominada por amenazas y malas ideas, como el uso de la fuerza militar de EE.UU. contra los carteles de la droga en México.

No olvidemos que Rubio fue uno de los proponentes de la fallida estrategia de reconocer un gobierno paralelo de Venezuela en 2019. Es comprensible que vea a América Latina a través del prisma de los intereses de EE.UU.; eso no debe confundirse con perseguir los mejores intereses de la región. Para ello se requiere compromiso, entendimiento mutuo y mucha paciencia.

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Por supuesto, EE.UU. y China no tienen ninguna obligación de promover la prosperidad en América Latina: eso es responsabilidad de sus propios gobiernos y sociedades. Pero los problemas de la inmigración ilegal, la inseguridad y el narcotráfico en EE.UU. no desaparecerán si sus moradores viven en un vecindario cada vez más inestable. Un giro proteccionista de EE.UU. iría sin duda en contra de la búsqueda regional de prosperidad y estabilidad.

Lo que nos lleva de nuevo a los VE: Trump querría impedir que cualquier vehículo chino entre en EE.UU., está en su derecho, como presidente electo que acaba de ganar un fuerte mandato. Pero si vives en Brasil, Chile o México, sabrás que estos vehículos eléctricos ya están por todas partes porque son baratos, elegantes y respetuosos con el medio ambiente.

Hace poco tomé un servicio de transporte en São Paulo; el conductor me dijo que, desde que había cambiado a un BYD Dolphin, había reducido sus gastos operativos en un 90%.

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Teniendo esto en cuenta, ¿a quién elegiría como aliado y socio cercano si fuera un político latinoamericano?

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial de Bloomberg LP y sus propietarios.

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