A lo largo de 12 años memorables, el reinado del papa Francisco estuvo plagado de imágenes impactantes.
Uno piensa en él, solo en la Plaza de San Pedro, en los días más oscuros del Covid-19, ofreciendo oraciones por el mundo. O saludando a enormes multitudes en las misas papales en Irak, Timor Oriental y Myanmar. O, de hecho, impartiendo una bendición pascual, entre una multitud que lo quería, en su último día de vida.
Sin embargo, los momentos más significativos de su papado fueron mucho más humildes.
Desde el inicio, Francisco buscó “encuentros” con los pobres del mundo. Abrazó a los desfigurados y discapacitados. Se mezcló con migrantes y refugiados. Lavó los pies a los presos. En 2015, tras dirigirse a una sesión conjunta del Congreso, se saltó el almuerzo con la élite religiosa de Washington y, en su lugar, visitó a las personas sin hogar de la zona.
Siempre, en sus homilías, encíclicas y comentarios espontáneos, evocaba la terrible situación de los “marginados”.
Evangelii Gaudium, su exhortación apostólica del 2013, cita a los pobres 91 veces. “Es fácil delegar la caridad a otros”, dijo en 2023, “sin embargo, el llamado de cada cristiano es involucrarse de manera personal”. Y así lo hizo, en una medida inusual, para un Vicario de Cristo.
Un estilo personal a la altura de sus valores. Al ascender al papado, adoptó el nombre de Francisco de Asís, el mendigo del siglo XIII, famoso, entre otras cosas, por su profundo ascetismo.
Desafiando la costumbre, Francisco vestía con modestia, rehuía los lujos papales y prefería vivir en una casa de huéspedes que en el Palacio Apostólico. La humildad, insistió, era la “puerta de entrada a todas las virtudes”.
Tales sentimientos no son precisamente comunes en la vida pública hoy en día. La humildad no es algo natural para el político ni para el gigante de la industria en la era de las redes sociales. En los negocios modernos, por excelencia, de influencia y desarrollo de marca, es un anatema.
Al abrazarlo con tanta intensidad, Francisco demostró ser una fuerza contracultural consumada: un hombre capaz de hacerse viral abrazando a un peregrino con forúnculos. El mundo mejoró mucho gracias a ello.
Filosóficamente, el 266º papa puede no haber sido del agrado de todos. Algunos consideraban que se involucraba demasiado en política. Otros resentían su estilo autoritario y sus ambigüedades doctrinales. Y otros expresaron su decepción por no haber reformado la iglesia según criterios más mundanos. Así es la vida para un líder de 1.400 millones de discípulos.
Sin embargo, es improbable que el mundo olvide pronto esas imágenes recurrentes de modestia: la de un hombre poderoso encorvado en humildad, rezando por los pobres, abrazando a los humildes, tal como lo había hecho el fundador de su fe 2000 años antes.
Requiescat in pace. (descanse en paz)
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