En general, los economistas rehúyen la política en favor de las políticas. Preferimos ser clarividentes, discretos y dar voz a los datos y a la investigación en lugar de a nuestras propias creencias.
En una ocasión, una eminencia de la profesión me dijo que “el único partido político al que apoyan los economistas es el que está decidido a ser inteligente”, para luego añadir: “y que un economista inteligente nunca se afiliaría a un partido político”.
No obstante, en un giro asombroso, o al menos para nosotros en la profesión, 23 economistas galardonados con el Premio Nobel, entre ellos el profesor de la Universidad de Columbia Joseph Stiglitz y Daron Acemoglu, del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés), han hecho pública una carta en la que respaldan la candidatura de Kamala Harris a la presidencia de Estados Unidos.
“En términos sencillos, las políticas de Harris se traducirán en unos resultados económicos más sólidos, acompañados de un crecimiento económico más robusto, más sostenible y más equitativo”, señalaron los premios Nobel en la carta.
Por el contrario, las políticas de Donald Trump “conducirían a precios más elevados, mayores déficits y mayor desigualdad”.
Con respecto a Harris, escribieron que “ha hecho énfasis en políticas que fortalecen a la clase media, mejoran la competencia y fomentan el espíritu empresarial. En cada tema, la agenda económica de Harris hace mucho más que la de Donald Trump para incrementar el fortalecimiento económico y el bienestar de nuestra nación y su pueblo”.
Los ciudadanos pueden esforzarse por distinguir los matices de su propia experiencia económica durante los últimos ocho años al comparar a Harris con Trump, pero los economistas profesionales de todas las tendencias no tienen mucho de qué preocuparse.
No se trata de un cara o cruz: la agenda de políticas económicas de Trump ofrece a los economistas mucho que condenar. Cada una de estas políticas por sí sola bastaría para descartar a un candidato, pero el hecho de que Trump las proponga todas es un indicador lo suficientemente evidente del riesgo que supondría para la economía si se le reelige.
Interferir en la Reserva Federal.
Tanto Trump como su compañero de fórmula, el senador por Ohio JD Vance, han planteado acabar con la independencia de la Fed y dar voz al presidente en políticas monetarias como la fijación de las tasas de interés.
Sin embargo, la independencia de los bancos centrales es un aspecto clave de las economías estables. Los investigadores han hallado una clara relación causal: cuanto más independiente es la banca central, más bajas son las tasas de inflación. Aun examinando solo EE.UU., la presión política del presidente hace aumentar los precios.
Interferencia en las agencias estadísticas.
La administración Trump interfirió en el censo de 2020 al terminar el recuento antes de tiempo y presionar a los burócratas de la Oficina del Censo para que cambiaran su metodología. Esos trabajadores, funcionarios protegidos, se resistieron, como muestran los correos electrónicos revelados por las solicitudes de la Ley de Libertad de Información.
Pero Trump ha propuesto reemplazar a muchos funcionarios públicos con personas designadas políticamente a través del Anexo F, una táctica que intentó al final de su presidencia, y los republicanos ya están atacando a la Oficina de Estadísticas Laborales. Lo que está en juego es la presentación confiable de datos económicos.
Aranceles excesivos.
Trump ha abogado por un impuesto de importación del 20% sobre todos los bienes de todos los países, pero tasas más altas para China y los automóviles de México. Los aranceles de la época de Trump en el cargo son un buen campo de pruebas.
Los economistas coinciden universalmente en que los aranceles aumentan los precios para los consumidores porque son las empresas nacionales que importan los bienes las que pagan los aranceles y luego intentan trasladar esos costos a los consumidores. Como resultado, los aranceles han demostrado reducir el crecimiento del PIB .
Cuanto mayores y más amplios sean los aranceles, más altos serán los precios para los consumidores estadounidenses. La historia y la Ley Arancelaria Smoot-Hawley brindan otra advertencia: el resultado más probable sería una represalia contra los exportadores estadounidenses por parte de nuestros socios comerciales.
Deportación masiva.
Trump ha prometido la mayor deportación en la historia de Estados Unidos, y los republicanos se manifestaron en su convención este verano agitando carteles que decían “¡ Deportación masiva ahora! “.
Los investigadores de la Brookings Institution, de centroizquierda, estiman que una mayor inmigración de la esperada ha sido una ganancia inesperada para la economía, apuntalando la demanda de los consumidores y el crecimiento del empleo.
Además, la deportación perjudicaría a los trabajadores nacidos en Estados Unidos , afectando a industrias críticas como el cuidado infantil y la construcción donde trabajan inmigrantes y reduciendo la demanda agregada.
Déficits presupuestarios más amplios.
El gobierno federal tiene déficits de billones de dólares y el Comité para un Presupuesto Federal Responsable, una organización no partidista y sin fines de lucro, determinó que las propuestas de política de Trump son el doble de caras que las de Harris. La vicepresidenta propone menos gasto nuevo que Trump y quiere aumentos en los ingresos fiscales para financiar el gasto, algo que Trump no quiere.
La presión adicional sobre la salud fiscal proviene de la Seguridad Social, que no se suma directamente al déficit, pero el Congreso le debe al programa unos cuantos billones de dólares, que actualmente están en un fondo fiduciario.
El Comité para un Presupuesto Federal Responsable determinó que las propuestas de Seguridad Social de Trump harían que el déficit del programa aumentara en US$2 billones adicionales y agotarían el fondo fiduciario tres años antes de lo que se proyecta actualmente, en 2035.
En su carta, los premios Nobel subrayaron la importancia del Estado de derecho, la certidumbre económica y la certidumbre política, que, según ellos, están “entre los determinantes más importantes del éxito económico”.
El hecho de que muchos de los directores ejecutivos que están haciendo apuestas con Trump lo hagan por temor a sus planes abiertos de venganza contra sus enemigos no hace más que demostrar el punto de vista de estos magnánimos economistas.
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