Bloomberg — Durante siglos, la cabeza de la Iglesia Católica Romana se ha elegido mediante lo que se conoce como cónclave papal. Los procedimientos se mantienen en secreto, lo que los convierte en objeto de especulación e intriga.
Más de 100 altos cargos del clero, conocidos como cardenales, se reúnen en la Capilla Sixtina del Vaticano para emitir su voto. No se les permite salir ni comunicarse con el exterior hasta que lleguen a un acuerdo. El proceso puede durar días, semanas, a veces años.
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Los orígenes
La palabra cónclave proviene del latín cum y clavis, y la idea es que los cardenales se mantienen “bajo llave” hasta que deciden quién será su nuevo líder, una tradición que se remonta al siglo XIII.
El cónclave en la ciudad italiana de Viterbo, tras la muerte del papa Clemente IV, duró de 1268 a 1271, convirtiéndose en el más largo de la historia. Los ciudadanos, frustrados, arrancaron el techo del palacio papal y alimentaron a los cardenales únicamente con pan y agua para intentar forzar una decisión. Finalmente, se les ordenó a los cardenales no marcharse hasta llegar a un acuerdo. Para evitar que se repitieran aquellas escenas caóticas, en 1276 se establecieron normas estrictas para las elecciones papales.
La Capilla Sixtina fue designada como sede permanente de los enclaves papales en 1878. Actualmente, los cardenales que asisten a un cónclave duermen en la residencia de Santa Marta, dentro del Vaticano. No se les permite tener dispositivos electrónicos ni contacto con el exterior, y acuden a la capilla todos los días hasta la finalización del cónclave.
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El significado
El papa no tiene voz ni voto formal en asuntos seculares, pero ejerce una influencia considerable en Roma y alrededor del mundo, a través de la Iglesia y sus 1,400 millones de seguidores, y por medio del propio cuerpo diplomático de la Santa Sede.
Cada papa tiene su propia manera de abordar la política. Juan Pablo II, polaco, fue visto como un puente entre las democracias occidentales y Europa del Este durante la Guerra Fría, e incluso apoyó al sindicato polaco Solidaridad, que jugó un papel fundamental en la caída del comunismo.
Benedicto XVI, papa desde 2005 hasta su renuncia en 2013, era considerado más bien un teólogo, con escaso interés en los asuntos internacionales. Su sucesor, Francisco, fallecido el lunes, se expresaba abiertamente en política, llegando incluso a discrepar públicamente con el presidente estadounidense Donald Trump sobre sus planes migratorios.
En Italia, el papa es una figura importante en los asuntos nacionales, y gobiernos de diferentes credos políticos trabajan para mantener fuertes relaciones con el Vaticano y consultan al pontífice sobre temas tan variados como la legislación fiscal o los derechos LGBTQ.
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El proceso
Tras la muerte o renuncia de un papa, la responsabilidad de los asuntos eclesiásticos recae en el Sagrado Colegio Cardenalicio, cuya primera prioridad es preparar el siguiente cónclave. Se suele observar un periodo de luto de quince días antes de que este pueda comenzar.
El colegio está compuesto por obispos y funcionarios del Vaticano de todo el mundo, elegidos personalmente por expapas. Cada nominación es significativa, ya que puede influir en la postura del colegio sobre diversos asuntos y, por consiguiente, en los orígenes y las opiniones del próximo pontífice.
Según el derecho canónico, el cónclave no debe tener más de 120 electores, y solo los cardenales menores de 80 años pueden votar. En diciembre de 2024, el papa Francisco nombró a 21 nuevos cardenales, con lo que el total asciende a más de 130.
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Cada día se realizan debates y cuatro rondas de votación hasta que un candidato —casi con toda seguridad uno de los cardenales que forman parte del cónclave— recibe dos tercios de los votos.
La decisión
Los resultados de cada votación se cuentan en voz alta y se anotan. Si nadie recibe los votos necesarios, las papeletas se queman en una estufa cerca de la capilla, con una sustancia química añadida para oscurecer el humo. Una vez que los cardenales se ponen de acuerdo, las papeletas de la ronda final se queman con sustancias químicas que producen un humo blanco que se eleva sobre el Vaticano, anunciando al mundo la elección de un nuevo papa.
Los procedimientos en la Capilla Sixtina se llevan a cabo en estricto secreto, una tradición que data del siglo XIII, cuando el papado era un actor importante en la política europea y las grandes potencias intentaban influir en el resultado, recurriendo en ocasiones a amenazas y sobornos.
El voto secreto se ha mantenido a lo largo de los siglos para defender la independencia y la libertad de los cardenales. Incluso hoy, cualquier filtración de intenciones de voto antes o durante el cónclave podría interpretarse como un intento de influir en el resultado.
Los fieles católicos romanos se reúnen en la Plaza de San Pedro para observar las señales de humo y conocer quién será su nuevo líder espiritual.
El decano del Sagrado Colegio Cardenalicio pregunta al ganador de la votación si acepta su elección. En caso afirmativo, elige un nombre papal y se viste con las vestiduras papales antes de aparecer en el balcón de la Basílica de San Pedro para bendecir a la multitud y al resto del mundo.
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