Bloomberg — El presidente Emmanuel Macron eligió a François Bayrou como nuevo primer ministro de Francia, recurriendo a un viejo aliado centrista para navegar por un panorama político fracturado que derrocó a la administración anterior.
Bayrou, que lidera el partido centrista Movimiento Democrático, conocido como MoDem, entra en escena después de que la líder de extrema derecha Marine Le Pen se aliara la semana pasada con una coalición de legisladores de izquierdas para destituir a Michel Barnier, que intentaba aprobar un estricto presupuesto en el Parlamento.
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Para evitar el mismo destino, Bayrou debe reescribir rápidamente los planes fiscales con concesiones para comprar al menos el apoyo implícito de algunos de los adversarios políticos de Macron. Los inversores están muy atentos después de que meses de agitación política e incertidumbre provocaran ventas temporales de activos franceses, que en un momento dado hicieron subir los costes de endeudamiento del país tanto como los de Grecia.
El diferencial entre los rendimientos de los bonos franceses y alemanes a diez años, un indicador del riesgo francés, se redujo dos puntos básicos, hasta los 77 puntos básicos, cerca de su media de los últimos seis meses.
La decisión de Macron de disolver la Asamblea Nacional en junio sumió al país en una situación inusual en la que el presidente francés tiene escasa influencia sobre los legisladores. Desde las elecciones anticipadas, la cámara baja está dividida en tres bloques enfrentados: el izquierdista Nuevo Frente Popular, un centro reducido que respalda a Macron y un grupo nacionalista ampliado liderado por Le Pen.
Tras el anuncio, Jordan Bardella, presidente de la Agrupación Nacional, dijo que su partido no apoyaría una moción de censura por defecto contra un primer ministro del centro o de la derecha, dando implícitamente a Bayrou cierto margen de maniobra.
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El líder comunista Fabien Roussel, cuyo partido forma parte del bloque de izquierdas, indicó una postura similar a la de Bardella.
“Nombrar a un primer ministro de su propio campo envía una mala señal, no es lo que quieren los franceses”, dijo el líder del partido comunista francés, Fabien Roussel, en BFM TV. “Pero no diré censura pura y dura, juzgaremos en función de las pruebas”.
Actual alto comisario de Planificación del Gobierno, Bayrou se presentó a las elecciones presidenciales en tres ocasiones consecutivas a partir de 2002. En 2017, declaró que se haría a un lado para aliarse en cambio con Macron mientras Le Pen subía en las encuestas.
La clave del éxito o el fracaso de Bayrou como primer ministro será recabar el apoyo tanto del centro-izquierda como del centro-derecha para evitar que se forme una mayoría que le expulsaría como a Barnier. Para ello, probablemente será necesario separar el Nuevo Frente Popular de los socialistas más moderados de su alianza con la extrema izquierda de Jean-Luc Melenchon, France Unbowed.
Macron ha hecho algunos progresos en este sentido, celebrando reuniones con socialistas y verdes a principios de esta semana para discutir la composición de un nuevo gobierno. El estatus de Bayrou como padrino de la política centrista en Francia también debería darle una mejor posición de partida que Barnier, cuyo largo pasado como conservador irritó a los izquierdistas.
Pero incluso antes de la nominación de Bayrou, los socialistas dijeron que no podían formar parte de un gabinete dirigido por alguien que ha trabajado mano a mano con Macron durante toda su presidencia.
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“No podemos enviar una señal de continuidad con los últimos siete años, no es posible, tenemos que seguir adelante”, dijo el jefe del Partido Socialista, Olivier Faure, en BFM TV el miércoles. “No puede ser François Bayrou”.
Si Bayrou no encuentra la forma de apaciguar a parte de la izquierda -o de conseguir su acuerdo para no censurar directamente a su Gobierno-, seguirá siendo vulnerable a que los legisladores de Le Pen le expulsen del poder.
Bayrou tiene cierto crédito con la Agrupación Nacional tras acudir en ayuda de Le Pen cuando ésta se arriesgó a no contar con el suficiente patrocinio de los cargos electos para presentarse a las elecciones presidenciales de 2022. Impedirle el paso habría sido antidemocrático, dijo entonces.
Pero el nuevo primer ministro francés debe andarse con cuidado. La breve etapa de Barnier como primer ministro también comenzó con una relación cortés con Le Pen, antes de que ella dijera que no respetaba a su partido y sus exigencias presupuestarias, y le expulsara del cargo.
La primera tarea de Bayrou será nombrar un gobierno que sea capaz de sacar adelante una legislación especial en el Parlamento que permita al Estado seguir recaudando impuestos y realizar el nivel mínimo de gasto para evitar el cierre de Francia el 1 de enero. Los grupos de la oposición han dicho que apoyarán la legislación de emergencia, aunque no permita ningún gasto nuevo y pueda elevar los impuestos sobre la renta si no se sustituye rápidamente por un presupuesto completo.
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Bayrou tendrá entonces que recoger los pedazos de un plan presupuestario para 2025 que descarriló con la caída de Barnier. El proyecto inicial preveía un ajuste inusualmente brusco para situar el déficit de Francia en el 5% de la producción económica desde el 6,1% de este año, con 60.000 millones de euros de subidas de impuestos y recortes del gasto.
El nuevo Gobierno ya está siendo presionado por los partidos de la oposición para que se apriete menos el cinturón. En una entrevista concedida a Bloomberg Television tras la caída del Gobierno de Barnier, Le Pen afirmó que podría haber un presupuesto en “cuestión de semanas” si el sucesor de Barnier acepta reducir el déficit más lentamente.
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