Bloomberg — A medida que la carrera presidencial más turbulenta en décadas entra en sus últimas horas, los estadounidenses pueden ser perdonados por preguntarse: ¿qué acaba de pasar?
Kamala Harris y Donald Trump están separados por el más estrecho de los márgenes en las encuestas –que muestran que la elección de este martes es una moneda al aire– y por un abismo en su visión futura de la principal potencia económica y militar del mundo.
Los votantes estadounidenses elegirán o a su primera líder mujer, negra y asiática, o volverán a nombrar a un jefe ejecutivo que busca un regreso sin precedentes a la Casa Blanca que dejó hace casi cuatro años.
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Ese es el reparto, y luego consideremos el contexto. El ciclo comenzó en un país que todavía se recuperaba de la pandemia de Covid-19 -que se da una vez cada siglo- cuando los estadounidenses eligieron a Joe Biden como el presidente de mayor edad en la historia de Estados Unidos y los partidarios de Trump atacaron el Capitolio para intentar revertir su derrota.
Desde entonces, ha incluido el estallido de grandes guerras en Europa y Medio Oriente, lo que ha suscitado temores de que Estados Unidos pudiera verse arrastrado por ellas; un aumento de la inflación como ningún estadounidense menor de 40 años había presenciado jamás; y una revocación del derecho al aborto federal por parte de la Corte Suprema.
E incluso eso es solo una pizca del drama y el caos que los estadounidenses han vivido durante la propia campaña de 2024.
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Los demócratas abandonaron al presidente en funciones, Biden, en favor de su vicepresidenta, sin consultar a sus votantes. El candidato republicano Trump se abrió paso a toda velocidad en las primarias, a veces haciendo campaña desde el tribunal de Nueva York, donde finalmente fue condenado por pagar dinero a una estrella de cine para adultos para que guardara silencio; y luego recibió un disparo y resultó herido en un mitin.
¿Cuál fue el punto de inflexión de esta carrera electoral?
No es de extrañar que tantos estadounidenses, desde los que votan por primera vez hasta los más veteranos en el mundo de la financiación de campañas, sigan intentando decidirse.
Gideon Stein -empresario, filántropo y gran donante demócrata- tiene claro cuál fue el punto de inflexión. “El debate del 27 de junio”, dice. “Eso para mí fue lo más loco”.
Por aquel entonces, Biden aún aspiraba a la reelección pero luchaba por encender mucho entusiasmo. Acosado por las dudas sobre su idoneidad para otro mandato, propuso un debate anticipado contra Trump en junio. Decir que la estrategia fracasó es quedarse corto. Tan titubeante e incoherente fue la actuación del presidente que ya no pudo contener el dique de la angustia en torno a su edad.
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“Por eso me comprometí y utilicé mi voz como donante”, dice Stein, que formaba parte del grupo de financiadores demócratas clave que dejaron claro al partido que retendrían las donaciones hasta que Biden fuera sustituido en la papeleta. “Íbamos a seguir invirtiendo hacia abajo en la papeleta, pero no íbamos a invertir en la presidencial porque todo lo que veíamos era que iba a perder”.
Biden puso fin a su campaña de reelección y apoyó a Harris como su sucesora. Mirando hacia atrás, Stein dice que fue la decisión correcta: los demócratas tienen muchas más posibilidades de conservar la Casa Blanca con la vicepresidenta a la cabeza. Cumplió su promesa al partido de donar US$3,5 millones, desembolsando parte de ellos la semana pasada.
Aún así, el incidente dejó a los demócratas con un calendario reducido para presentar a Harris a la nación - y una brecha de credibilidad que abordar-. Antes de la actuación de Biden en el debate, los responsables del partido se habían burlado y rebatido las preocupaciones sobre su edad. “Nos decían que hacía pesas y saltos mortales”, dice Eric Levine, un donante republicano que votó a Trump y recaudó cerca de US$1,8 millones para las elecciones.
El momento más memorable del año
Levine está de acuerdo con que la retirada del presidente es el momento más memorable de 2024: “Eso, y el intento de asesinato”.
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El momento de máximo dramatismo en el bando republicano llegó el 13 de julio, cuando una bala rozó la oreja de Trump en un mitin en Butler, Pensilvania, matando a un asistente. Las fotos mostraban a un expresidente manchado de sangre bombeando desafiante su puño.
Para Eric Marks, un hombre de 57 años de Kalamazoo, Michigan, ese fue el incidente más impactante de las elecciones. “Si la gente que viene por ti sabe que estás defendiendo la verdad y que tienen algo que ocultar, van a hacer lo que sea para silenciarte”, afirma. Las autoridades estadounidenses han dicho que el tirador era Thomas Matthew Crooks, de 20 años, que fue abatido por el Servicio Secreto.
¿Y los programas económicos de los candidatos?
En su truncada contienda de tres meses, Trump y Harris han ofrecido programas marcadamente diferentes para el país que aclaran lo mucho que está en juego.
En cuanto a la economía, Harris se ha centrado en la llamada generación sándwich, aquellos atrapados entre la crianza de los hijos y el cuidado de los padres ancianos. Ella ha prometido proporcionar hasta US$25.000 en ayudas al pago inicial para los compradores de vivienda por primera vez, y ampliar el crédito fiscal por hijos.
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Trump dice que reducirá la tasa del impuesto de sociedades y suprimirá los impuestos sobre la Seguridad Social y la remuneración de las horas extraordinarias, entre otros planes. También ha prometido tomar medidas enérgicas contra los inmigrantes indocumentados, deportando a millones de ellos.
Estos mensajes se están amplificando en campañas publicitarias que bombardean el país, y especialmente el puñado de estados que probablemente serán decisivos: Michigan, Wisconsin, Pensilvania, Nevada, Arizona, Carolina del Norte y Georgia. Según OpenSecrets, se gastará la cifra récord de US$15.900 millones en las elecciones federales, incluidas las elecciones a la Cámara de Representantes y al Senado.
Chris Martin, un hombre negro de 38 años de Sandy Springs, Georgia - un suburbio al norte de Atlanta - admite estar cansado de las elecciones. Cada dos anuncios son políticos, los votantes son martilleados constantemente por mensajes de texto de las campañas, y se está volviendo un poco demasiado.
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“Es todo esto del nosotros contra ellos, y estoy harto de ello”, dice Martin, que destacó las afirmaciones sin fundamento de Trump de que los inmigrantes haitianos en Ohio se estaban comiendo a las mascotas. “Son cosas desagradables, y van en la línea de la raza y la nacionalidad. Las cosas que dicen sobre los inmigrantes, son simplemente horribles”.
En el plano internacional, la candidata demócrata ha defendido una posición similar a la de Biden, respaldando el papel de Estados Unidos en la OTAN y el apoyo a Ucrania frente a la invasión rusa. Ha tenido que enfrentarse a un cisma dentro del partido demócrata impulsado por la guerra de Israel en Gaza, que está presionando el apoyo de Harris en Michigan, un estado indeciso con una gran población árabe-estadounidense. La oposición a la guerra consumió los titulares la primavera pasada cuando estallaron las protestas estudiantiles en los campus universitarios de todo EEUU.
Trump, en una continuación de su postura del primer mandato, ha cuestionado los compromisos de seguridad global de Estados Unidos. Ha prometido reanudar su guerra comercial con China, aumentando los aranceles al competidor económico más cercano de EE.UU., y amenaza con imponer también un amplio arancel del 10% a otros países.
El telón de fondo mundial
El telón de fondo mundial está contribuyendo a las tensiones electorales en ambos bandos, según Rocky Raczkowski, republicano y antiguo miembro de la Cámara de Representantes de Michigan. “Hay malestar económico y malestar mundial por lo que está ocurriendo con Ucrania, Israel e Irán”, afirma. “También hay malestar entre los demócratas, especialmente los progresistas, porque el sistema no funciona para ellos. Y hay enfado entre los votantes republicanos que piensan que el sistema nos está vendiendo a otros países”.
Ya sea impulsada por los acontecimientos en casa o en el extranjero, la angustia en torno al voto es generalizada. Una encuesta del Centro AP-NORC del 31 de octubre reveló que siete de cada diez estadounidenses están ansiosos o frustrados por la campaña presidencial de 2024, una proporción incluso mayor que en las elecciones de 2020, que se vieron perturbadas por una pandemia.
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Taryn Carthers es una de ellas. Trabajadora del comercio minorista de 21 años que vive al noroeste de Atlanta, no ha seguido muchas campañas, pero dice que esta es la más loca.
“Recuerdo estar en la escuela primaria cuando Obama y Romney se presentaban a las elecciones”, dice. “Nunca fue tan dramático como lo que estamos viviendo ahora”. Carthers ha pasado de estar desmoralizada cuando Biden encabezaba la candidatura demócrata, a revigorizarse con el ascenso de Harris, y ahora dice que vuelve a estar abatida por todo el estrés. “Estoy emocionada por votar, pero también muy emocionada por que termine esta temporada electoral”.
En la última semana de campaña, ambos bandos han tratado de capitalizar los pasos en falso de sus oponentes para influir en los votantes indecisos que quedan y que podrían inclinar el resultado.
Trump celebró un mitin en el Madison Square Garden de Nueva York el 27 de octubre, en el que sus aliados hicieron comentarios racistas y misóginos -incluyendo llamar a Puerto Rico "isla flotante de basura"- sobre los que se abalanzaron los demócratas. Pero una metedura de pata presidencial durante un intento posterior de capitalizar el incidente, en el que Biden pareció describir a los partidarios de Trump como basura, permitió a los republicanos un ciclo de indignación propio. Incluso mientras Biden insistía en que sólo se refería al cómico que lanzó el insulto original, Trump salió a la campaña en un camión de basura.
Los rastros del 2020
Trump también ha tratado de mantener vivas las brasas de su revuelta de 2020, sosteniendo sin pruebas que la votación de ese año fue fraudulenta, y potencialmente sembrando desconfianza en los resultados de 2024 que pronto se revelarán. Los estados han reforzado los protocolos electorales para protegerse contra las interrupciones.
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El aspirante del Partido Republicano, siempre supersticioso, tiene previsto concluir su campaña en Grand Rapids, Michigan, por tercer ciclo consecutivo, antes de dirigirse a Florida para esperar el recuento. Harris celebrará un mitin en la escalinata del Museo de Arte de Filadelfia, que se hizo famoso por la película “Rocky”, y después regresará a Washington. Pasará la noche electoral en su alma mater, la Universidad Howard.
En Madison, Wisconsin, Debra Zillmer ha dado con su propia estrategia electoral: salir de la ciudad. Esta cirujana ortopédica jubilada de 70 años, que votará a Harris, ha optado por viajar con su marido en su vehículo de recreo para escapar del estado indeciso. Es probable que su motivo resuene en muchos estadounidenses, en los últimos días de una campaña desorientadora.
“Solo tenemos que salir de allí, estar a solas con nuestros pensamientos, no estar viendo las noticias todo el tiempo”, dice Zillmer. “Me parece muy inquietante”.
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