Bloomberg Línea — En un extremo Nicolás Maduro y en el otro Alberto Otarola, primer ministro de Perú, para conformar una cadena de manos entre doce presidentes de América del Sur en la reunión celebrada esta semana en Brasil. Esa fue la imagen oficial que marcó el regreso del mandatario venezolano a estos encuentros regionales tras años de tensiones y falta de reconocimiento.
La visita de Maduro a Brasilia para la cumbre así como para encuentros con los jefes de Estado, Luiz Inacio Lula da Silva; Alberto Fernández, de Argentina, y Gustavo Petro, de Colombia, sirvió como otro elemento de la estrategia para recuperar el reconocimiento de liderazgo regional, que en principio estará encabezado por Lula. Ese respaldo no es nuevo. Lo hizo hace más de dos décadas en la época del entonces presidente Hugo Chávez a principios del siglo XXI.
“Seremos juzgados presidente Lacalle, por la historia, por las acciones, por los resultados y por la verdad. Estoy de acuerdo con usted (...) Contra mí se unió todo el poder mundial. Trump mandó los misiles más brutales que el ataque a Ucrania. 900 sanciones contra la economía venezolana”, expresó Maduro durante su intervención en la conferencia celebrada en el Palácio del Itamaraty la noche del martes.
Parte de su alocución era formulada como una respuesta a los cuestionamientos hechos previamente por el presidente uruguayo Lacalle Pou, quien había manifestado su desacuerdo con las declaraciones de Lula hechas durante el día en la que aseguraba que las posibles vulneraciones a los derechos humanos en Venezuela era una cuestión de narrativa.
Ese mismo llamado de atención también fue manifestado por Gabriel Boric, presidente de Chile, quien hizo referencia a la “realidad seria” de la situación de derechos humanos en Venezuela y a no esconderla, cuestionando igualmente las palabras de Lula. Aún así, celebró el regreso de Venezuela a las instancias multilaterales y llamó a Estados Unidos y a la Unión Europea a cesar las sanciones contra ese país.
Boric, días atrás, autorizó la designación de un embajador en Caracas luego de cinco años de ausencia. Lacalle hizo lo propio en noviembre del año pasado, concretándose tal decisión hace una semana.
El reconocimiento a Maduro por parte de Lula, antiguo aliado de Chávez, estuvo acompañado de justificaciones para el gobierno chavista, además de notorios intentos por reconstruir las relaciones entre ambos países, así como con el resto de la región.
A juicio de la analista y economista Janine Alves, “la visita de Maduro marca un hito histórico que podría redefinir las relaciones comerciales entre Brasil y Venezuela” y también, en su criterio, da señales de que el presidente brasileño se está asomando ese liderazgo de unir a América Latina y a fortalecer su desarrollo económico.
Al inicio de su mandato, que comenzó en enero pasado, el presidente brasileño ha hablado sobre la unión latinoamericana, incluso la de hacer propuestas controversiales y discutidas en el pasado como la de tener una misma moneda para toda la región o de decir públicamente que no está de acuerdo con la dependencia de los mercados al dólar estadounidense. También, en el encuentro de Brasilia, propuso revivir la Unasur, un proyecto que impulsó hace décadas el entonces presidente Chávez y que hoy no da señales de vida.
En el mundo, Lula también ha tenido movimientos que se han sido interpretados en contravía de los intereses de los Estados Unidos como mantener comunicación abierta con el presidente ruso, Vladimir Putin, al recibir al canciller de ese país este año en Brasil, y de ofrecerse como mediador para frenar la guerra de Ucrania, y a sus acercamientos con la economía china.
Por otro lado, Alves cuestiona que Lula no haya marcado reservas en cuánto al recibimiento de Maduro, y no haya mostrado “indignación” por las denuncias de violaciones a los derechos humanos o incluso por el “proceso antidemocrático” que ha empañado a la gestión venezolana.
No obstante, la analista dice que el liderazgo que asumió Lula es “un acto mucho más relacionado con esa construcción que como un acto de rebeldía contra Estados Unidos”.
A pesar de ello, Alves sostiene que Lula también se ha posicionado como mediador, entendiendo la relevancia de Venezuela para América Latina. “Parece que el momento amerita esta actitud y el fortalecimiento del liderazgo local. Todos los países tienden a ganar con el fortalecimiento económico de la región y la apertura del diálogo político con Estados Unidos, para que se pueda dar un nuevo contorno a las relaciones internacionales”.
El internacionalista Andrei Serbin aunque no cree que este entramado internacional que es buscado tanto por Maduro como por Lula pueda ofrecer sostenibilidad a la región, sí considera que el liderazgo de Brasil permitirá un mayor posicionamiento regional en relación a sus vínculos con China y Rusia, así como la diversidad de otros actores.
“No sé si es un acto de rebeldía contra EE.UU., aunque si desde hace décadas es parte de un accionar contestatario de la región”, dice Serbin, insistiendo en el contexto regional favorable tanto en lo ideológico como en lo pragmático.
La declaración final de la cumbre, si bien contó con observaciones, como lo dicho por Lacalle Pou sobre la falta de consenso entre algunos de los presentes con relación al “respeto a las instituciones, los derechos humanos y la democracia”, fue aprobada finalmente por aclamación y agradecimiento de todos a partir de la invitación.