Bloomberg — A lo largo de una década, el presidente venezolano Nicolás Maduro se ha aferrado al poder a pesar de las protestas masivas, la pobreza y la desesperación generalizadas, las duras sanciones de Estados Unidos y un intento internacional de reconocer un gobierno alternativo. Sus instintos de supervivencia están volviendo a hacer acto de presencia.
El régimen de Maduro ordenó esta semana la detención de colaboradores clave de su principal adversario político, poniendo a prueba la paciencia de los funcionarios estadounidenses que aliviaron temporalmente las sanciones porque Venezuela prometió elecciones presidenciales libres y justas el próximo año. También ha tardado en atender las peticiones de Estados Unidos de liberar a los ciudadanos detenidos.
Y en los últimos días ha puesto nerviosos incluso a sus aliados regionales al reclamar que una gran parte del territorio de la vecina Guyana se convierta en un Estado venezolano, amenazando con cerrar el grifo a los productores de petróleo que operan allí. Aunque la reivindicación por parte de Venezuela de los derechos sobre el territorio conocido como el Esequibo se remonta a hace más de un siglo, la decisión de Maduro de intensificar la disputa ahora está aumentando la sensación de caos en Caracas.
Hay cierta lógica en las maquinaciones de Maduro, de 61 años, que a estas alturas lleva gobernando más tiempo que su predecesor Hugo Chávez, el inspirador líder del socialismo venezolano fallecido en 2013. Con escasas posibilidades de ganar unas elecciones abiertas, Maduro está tirando de casi todas las palancas a su disposición para conseguir apoyo interno y asegurarse la prolongación de su presidencia.
Maduro está “en espiral”, dijo Christopher Sabatini, investigador principal para América Latina en Chatham House, un instituto de política en Londres. “No quiere elecciones libres y justas. Ahora que hay una remota posibilidad de cambio político que antes no existía, todos los compromisos que acordaron de repente parecen realmente aterradores.”
El riesgo es que Maduro vaya demasiado lejos, alienando a EE.UU. y a otras potencias mundiales y haciendo tambalearse la economía de Venezuela. Hasta ahora, Estados Unidos se ha mostrado tolerante, ya que a la administración Biden nada le gustaría más que abrir las espitas de las mayores reservas de petróleo del mundo y frenar el éxodo de emigrantes venezolanos hacia el norte. Pero cada nueva afrenta de Maduro debilita el argumento de que el alivio de las sanciones está conduciendo al país hacia la democracia y la cooperación internacional.
Sin duda, Maduro ha demostrado ser experto en mantener el control de los resortes del poder incluso en tiempos de crisis. Su cúpula militar sigue siendo leal y ha construido su propia versión del chavismo, reproduciendo los legendarios discursos televisados de horas de duración de su predecesor, pero añadiendo algunos avances hacia el capitalismo. Sus medidas enérgicas contra la disidencia han mantenido a raya a los opositores a pesar de su impopularidad.
Las encuestas muestran que Maduro perdería ampliamente frente a la candidata opositora María Corina Machado si las elecciones se celebraran libremente. Esta semana, el fiscal general del gobierno acusó a tres de los ayudantes de Machado de traición a la patria, conspiración y blanqueo de dinero, diciendo que estaban conspirando para sabotear un referéndum que estaba diseñado para suscitar el apoyo a una toma del Esequibo.
“Maduro actúa en un momento en que necesita rescatar conexiones internas con la población y elevar la popularidad y la capacidad de movilización”, dijo Luis Vicente León, director de la encuestadora local Datanálisis. “No creo que pretenda avanzar más allá de esto. Aunque, claro, cuando uno emprende estas estrategias, no sabe cuándo se le va a ir alguien de las manos.”
Retirada de sanciones
Machado tiene actualmente prohibido ejercer su cargo, aunque Venezuela ha esbozado una vía legal para restablecer su elegibilidad, bajo la presión de EEUU. A cambio de llegar a un acuerdo con algunos líderes de la oposición, el Tesoro estadounidense suavizó las sanciones petroleras el mes pasado, permitiendo a empresas extranjeras como Chevron Corp. ampliar sus operaciones en el país y aumentar las exportaciones, proporcionando a Venezuela unos ingresos muy necesarios.
Sin embargo, estas licencias expiran dentro de seis meses, lo que significa que las sanciones podrían volver a aplicarse si las negociaciones para unas elecciones libres y justas no avanzan. Estados Unidos también ha dicho que podría retirar las licencias antes de esa fecha si Venezuela no cumple sus compromisos.
La beligerancia hacia Guyana también está poniendo en tensión la recién restablecida relación de Maduro con Brasil, al obligar a su viejo aliado, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva, a mediar en el conflicto entre sus vecinos del norte. En una llamada telefónica el sábado, Lula le dijo a Maduro que evitara medidas unilaterales que pudieran profundizar la crisis, según una nota de prensa de Lula.
“Si hay algo que no queremos en Sudamérica es la guerra”, dijo Lula el jueves.
Muchos observadores creen que una escalada militar contra Guyana es muy poco probable, y que Maduro está haciendo ruido de sables para asegurarse el apoyo de su base socialista. También podría utilizar una situación tensa para consolidar el poder.
“Maduro está tratando de guardar una carta de emergencia que podría utilizar en caso de que las elecciones se conviertan en un grave peligro para él”, dijo León. “Podría usarla para retrasar las elecciones, más aún si no ha logrado una negociación que reduzca sus costos de salida”.
Riesgo de renovación
Incluso si Maduro logra mantener la estabilidad, el frágil proceso democrático interno y la hostilidad en la frontera son motivo suficiente para preocupar a los inversores. La renovación de las licencias estadounidenses después del período inicial de seis meses “ya está en riesgo”, dijo el analista de Wood Mackenzie Luiz Hayum, advirtiendo que las restricciones podrían incluso reimponerse antes.
Se espera que la producción de petróleo crezca un 25% si las empresas extranjeras siguen aumentando sus operaciones en el país para finales de 2024. Si se revierten las licencias petroleras estadounidenses, el crecimiento estimado de Venezuela, del 9,7%, disminuiría en más de la mitad, según el economista Asdrúbal Oliveros, y se evaporarían unos ingresos estimados en US$8.000 millones.
“Esto es revelador de la fragilidad económica del país”, dijo Oliveros, director de la empresa local de análisis financiero Ecoanalitica. “Los cambios en unas pocas licencias pueden impactar drásticamente en el desempeño económico de Venezuela”.
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