Bloomberg — La universidad más grande de Uruguay no alcanza a formar estudiantes de tecnología lo suficientemente rápido. De los aproximadamente 1.000 que se inscriben cada año en la Udelar, solo aproximadamente 100 se gradúan, ya que muchos de ellos deciden dejar sus estudios para ingresar a la fuerza laboral digital y ganar rápidamente al menos el doble del salario promedio nacional.
Pero ni siquiera cientos de puestos de nivel inicial al año son suficientes. Las grandes tecnológicas quieren muchos más.
Situado entre Argentina y Brasil, Uruguay solía ser económicamente relevante solo por sus exportaciones de carne vacuna, pulpa de madera y soja. Pero una confluencia de impuestos bajos, regulaciones favorables a las empresas y condiciones de vida relativamente seguras y estables han convertido a Uruguay en un refugio para los empresarios tecnológicos más exitosos de América Latina.
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El hogar adoptivo de los fundadores de MercadoLibre Inc. (MELI), Nu Holdings Ltd. (NU) y Globant SA (GLOB) —con una valoración de mercado combinada de US$150.000 millones— ya destaca como centro tecnológico y registra las mayores exportaciones de TI per cápita en Sudamérica. Microsoft Corp. (MSFT) instaló allí su primer laboratorio de inteligencia artificial del hemisferio sur. Google, de Alphabet Inc. (GOOGL), está buscando permisos para construir su segundo centro de datos regional.
La pregunta es si un país de solo 3,4 millones de habitantes —donde las vacas superan a la población en una proporción de 3 a 1— puede ofrecer suficientes ingenieros y trabajadores calificados para aprovechar su impulso. Si bien los fundadores y directores ejecutivos de las empresas tecnológicas más exitosas de la región ahora viven en Uruguay, el alto costo de vida y el ecosistema relativamente pequeño significan que puede no ser tan atractivo para los talentos más jóvenes de fuera de sus fronteras.
“No creo necesariamente que haya todavía un plan claro para convertir a Uruguay en esta máquina de ingenieros” como en Silicon Valley, dijo David Vélez, cofundador y director ejecutivo del gigante de la banca digital Nu Holdings.
Es obvio por qué los países compiten por empresarios tecnológicos: aportan empleos, ingresos fiscales y prestigio. Pero la competencia es feroz. Desde Nueva York hasta Austin y desde Guadalajara, México, hasta São Paulo, el mundo está salpicado de lugares que han tratado de capitalizar una o dos startups exitosas para convertirse en un imán para los emprendedores.
Vélez es colombiano. Sus homólogos Marcos Galperin de MercadoLibre y Martín Migoya de Globant son de Argentina. Ninguna de sus empresas se fundó en Uruguay; simplemente gravitaron allí como muchos sudamericanos adinerados.
A diferencia de Elon Musk o Larry Ellison, quienes trasladaron sus empresas cuando dejaron California, las superestrellas tecnológicas de Uruguay tienen oficinas pequeñas cerca de sus hogares. Parte de esto se debe a que sus sectores requieren grandes plantillas en sus mayores mercados. MercadoLibre gestiona un mercado de comercio electrónico y Globant presta servicios de TI a empresas.
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Hernán Kazah considera que Uruguay es un centro agradable y eficiente, un gran país, y un mercado estable, aunque, en términos de tamaño de mercado, es una liga totalmente diferente a la de São Paulo. El argentino cofundó MercadoLibre y luego fundó la firma de capital de riesgo Kaszek.
Todas las grandes empresas tecnológicas de América Latina están contratando personal en Uruguay. Globant ha ampliado sus operaciones a lo largo de los años de 250 a 1.200 personas en Montevideo, dijo en una entrevista el cofundador y director ejecutivo, Martín Migoya.
Migoya señaló que el ecosistema está creciendo mucho en Montevideo y que muchos inversionistas entendieron que allí están sucediendo muchas cosas.
En una década, el sector de las tecnologías de la información duplicó con creces su participación en la economía hasta alcanzar el 4% del PIB, y las exportaciones representaron alrededor de dos tercios de sus más de US$2.800 millones de ingresos en 2022.
Pero la industria tecnológica, que emplea a más de 22.000 personas, se ha quejado durante años de que no puede cubrir los puestos de trabajo. Las universidades cuentan con un grupo limitado de estudiantes potenciales, ya que solo 1 de cada 2 uruguayos se gradúa de la escuela secundaria.
Para Rodrigo Arim, rector de la universidad estatal Udelar, el hecho de que muchos estudiantes se vayan a trabajos del sector tecnológico antes de terminar sus estudios también puede afectar la innovación y el desarrollo futuros de la industria, incluso en áreas como la inteligencia artificial y la computación cuántica. La Udelar está tratando de ayudar a muchos estudiantes a terminar carreras a través de programas de aprendizaje remoto que les permitan equilibrar el trabajo y los estudios, dijo.
Arim afirmó que, si no logran aumentar la cantidad de graduados, podría resultar difícil para la industria trasladarse a áreas de mayor valor agregado.
Aun así, existe una larga tradición en la industria tecnológica, desde Bill Gates hasta Mark Zuckerberg, de dejar los estudios antes de terminar la universidad. Horacio Torrendell, de 32 años, comenzó una carrera de ingeniería de software en la prestigiosa Universidad ORT Uruguay en 2011, pero la dejó en 2017 para centrarse en construir su boutique de desarrollo de realidad virtual y aumentada Treeview Studio.
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A pesar de admirar el duro plan de estudios y la cultura empresarial de ORT, Torrendell ha llegado a creer que las universidades de Uruguay no están al día con la rápida evolución del sector de las TI, porque sus programas de ingeniería de software son excesivamente largos y difíciles.
Torrendell —quien permanece en Montevideo, pero trabaja de forma remota desde otras ciudades durante el invierno— considera que esa es una forma extremadamente ineficiente de aprender y cree que la tecnología, especialmente el desarrollo de software, es un conjunto de habilidades muy artesanal y que dominar una habilidad no necesariamente proviene de la educación formal.
Los que abandonan las escuelas de ingeniería pueden comenzar con un salario mínimo establecido por los reguladores que alcanza un máximo de alrededor de US$1.140. Pero los trabajadores pueden rápidamente duplicar o triplicar esa cifra. El ingreso per cápita en Uruguay es de unos US$850 al mes. Mantenerse firme puede ser difícil.
Desde el fin de la dictadura militar en 1985, los gobiernos han ofrecido reglas estables y generosas exenciones fiscales para fomentar nuevas industrias como la forestal y la de software. Las exportaciones de TI están exentas de impuestos sobre la renta corporativa y las empresas que operan desde zonas de libre comercio, como Globant, Dlocal Ltd. y MercadoLibre, disfrutan de exenciones fiscales adicionales.
Sergio Fogel, cofundador de la empresa de servicios de pago Dlocal, con sede en Montevideo, explicó que los gobiernos de derecha, centro e izquierda han mantenido esos incentivos. Fogel, por su parte, ha invertido personalmente en más de 20 nuevas empresas.
Dlocal, la primera startup o unicornio de Uruguay valorada en US$1.000 millones, salió a bolsa en el Nasdaq en 2021. Zorzal Inversiones Tecnológicas, con sede en Montevideo, recaudó US$5,59 millones para comprar participaciones minoritarias en empresas tecnológicas uruguayas en la primera oferta pública inicial de Uruguay en casi ocho años. Inversionistas extranjeros han estado adquiriendo nuevas empresas locales a un ritmo rápido y en los últimos cuatro años se ha alcanzado más de una docena de acuerdos.
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Las firmas de capital de riesgo y capital privado invirtieron alrededor de US$526 millones en 33 startups uruguayas entre 2020 y 2023, según datos recopilados por Lavca, una asociación sin fines de lucro para la inversión de capital privado en la región.
Para Ximena Alemán, codirectora ejecutiva de la fintech Prometeo, la IPO de Dlocal demostró que los emprendedores locales podían construir y administrar una empresa multimillonaria desde Uruguay. Eso atrajo el interés de inversionistas externos, afirmó. PayPal Holdings Inc. y Samsung son patrocinadores financieros de Prometeo.
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