¿Por qué la economía de Latam no ha “despegado” en un siglo? El Banco Mundial lo explica

William Maloney, economista jefe del Banco Mundial en Latinoamérica y el Caribe, explica por qué la región está envuelta en una “paradoja de innovación”

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Bloomberg Línea — El crecimiento económico de Latinoamérica se ha estancado en las últimas décadas y, lo que es peor, en el último siglo, según William Maloney, economista jefe para la región del Banco Mundial (BM).

Además del “rezago significativo” en los sistemas educativos y la falta inversión para el desarrollo tecnológico, que es solo del 0,62% del PIB en comparación con el 2,62% global, preocupa de Latam que continúa manteniendo un modelo económico que parece no funcionar.

Sin embargo, antes que pensar en nuevas políticas industriales y la creación de mercados, Maloney invitó a pensar en los aspectos del viejo modelo que no funcionaron y escudriñar las “raíces más profundas de lo que somos continente”. Lo hizo durante un panel de expertos del BM y el Ministerio de Economía de Uruguay llevado a cabo el pasado 13 de noviembre.

A continuación, algunas conclusiones y sugerencias para que Latam escape de lo que él denomina la “paradoja de la innovación”, pero también su análisis de la raíz del problema.

No es cuestión de producto, sino de incapacidad para aprovecharlo

Maloney aseguró que en los años 1900, la economía de Uruguay, Chile y Argentina estaba al mismo nivel que la de países como España, Suecia, Alemania, Francia y Japón, pero también mejor que la de Corea del Sur. No obstante, la realidad del siglo XXI es muy diferente: “Nosotros no despegamos, seguimos planos o caímos durante un siglo”, señaló.

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El fenómeno se explica en la incapacidad de Latinoamérica para aprovechar la materia prima que tenía en sus industrias, en buena medida, debido a la dificultad de incorporar tecnología.

“Chile dominó el mercado global en minería, éramos grandes en el siglo pasado. Tenía casi el 40% del mercado cobre, pero luego bajó a medida que otros productores fueron más eficientes con precios menores”, expuso.

Pese al potencial, el país no aprovechó la tecnología para crecer tanto como el segundo productor de cobre en ese entonces, Japón. Para dar cuenta de ello, Maloney hizo referencia a tres compañías del país asiático que comenzaron explotando este mineral, pero luego trascendieron y hoy son referentes en el mundo en distintos mercados.

“A Japón se le conoce como el fabricante milagroso, pero también tiene milagros mineros. Japón fue el segundo exportador luego de Chile en 1860, gracias a tres empresas que ustedes conocen: Sumitomo, Hitachi y Fujitsu, que comenzaron como empresas de cobre. En ese entonces no eran tan importantes como hoy las conocemos, pero ahora impulsan el crecimiento de Japón”.

Y agregó: “El problema no era el cobre, ¿dónde está el Sumitomo de Perú? ¿Dónde está el Hitachi de Chile? No supimos aprovechar la materia prima que tenían nuestras industrias”.

“No teníamos la capacidad de aprender lo que debimos aprender”

Si Latinoamérica no introdujo la tecnología necesaria para impulsar su industria, fue porque no tenía la capacidad de hacerlo, muestra de ello es la falta de profesionales como ingenieros.

“La región entró en la segunda revolución industrial sin armamento, sin poder aprender de las tecnologías que debía haber empleado. Quiero enfocarme en Suecia y Dinamarca porque tenían los mismos ingresos que Argentina, Chile y Uruguay, pero además tenían cinco veces más ingenieros percápita que Latinoamérica, España o Portugal”, sustentó Maloney.

Esa lejanía con la tecnología llevó a un retroceso en la industria textil en Brasil y Colombia, pero también de la manufactura en México, que junto con Corea del Sur comenzó a producir artículos tecnológicos en 1980 y, sin embargo, “no tiene en teléfono Azteca, cuando ellos tienen un Galaxy”.

De hecho, la industrialización en Latam dependió de los extranjeros que arribaron al país y vieron las oportunidades de negocio que a lo mejor no vieron los productores locales.

“La industrialización estuvo en cabeza de los extranjeros, principalmente en Argentina, con el 80% de las industrias serias. En Chile, con el 70 %; en Barranquilla, Colombia, con el 60%, y en México, con el 50%, algo muy desproporcionado con el porcentaje de población local”, añadió.

Pero tal situación no fue producto solamente de una coyuntura marcada por la guerra, sino por la falta de un “chip diferente” que hizo a la región dependiente del personal y el capital proveniente de afuera.

“Quizá ellos tenían algún conocimiento específico de la industria, o pesaban distinto, tenían un chip diferente para pensar en oportunidades y convertirlas en nuevas industrias (...). Nosotros dependimos de otros, y eso cambió las políticas”.

¿Cómo escapar de la paradoja de innovación?

Para Maloney, es paradójico que teniendo la materia prima, la región no crezca al mismo ritmo que países europeos y, en ese sentido, expuso algunos puntos en los que se deben trabajar.

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A su juicio, si las tasas de adopción de tecnología en Latinoamérica son bajas es porque no está invirtiendo debido al miedo al fracaso y no tener un retorno del “200% del capital invertido”, pero además porque no cuenta con el “personal idóneo” que lideren los procesos de innovación.

“Antes de poner subsidios a la innovación e invertir en el desarrollo, el Gobierno y las empresas tienen que preguntarse: ¿Tengo estas personas que pueden llevar esas ideas hacia adelante?”, expuso.

En ese contexto, planteó que es clave la articulación entre las universidades de alta calidad y el sector privado para reorientar las carreras que ofrecen las instituciones educativas y, por ejemplo, aumentar la cantidad de estudiantes egresados de ingeniería o administración de empresas.

Además, brindó los siguientes pasos para “escapar de la paradoja”:

  • Aumentar la demanda de innovación por parte del sector privado.
  • Mejorar las capacidades de las empresas para reconocer las oportunidades y facilitar la entrada de firmas innovadoras, dejando el miedo al riesgo: “Tenemos que apostar, apostar, apostar”.
  • Contar con el capital humano idóneo.
  • Fortalecer conexión entre universidades de alta calidad y el sector privado.
  • Fortalecer las instituciones de investigación financiadas de manera pública y mejorar la política de innovación en los gobiernos, aunque primero es necesario analizar lo que no está funcionando bien.
  • Mejorar la calidad de gobernanza en los países y de implementación de las políticas de innovación.
  • Brindar consistencia en las políticas durante el tiempo: “Necesitamos tener una visión compartida en la sociedad y que los programas no cambien cada cinco minutos, porque invertir en una nueva tecnología, lleva de 5 a 10 años”.