Lima — Con una extensa cartera de proyectos mineros por más de US$53 mil millones y vasta experiencia en la inversión y explotación minera, Perú ostenta a la fecha el segundo lugar como mayor productor de cobre en el mundo, siendo solo superado por Chile (líder en la materia), y el Congo viene pisándole los talones en el tercer lugar. Pero en los últimos años el país ha visto un estancamiento en dichos niveles de producción y, en un escenario que no mejora para la industria, todo apunta a que muy pronto la producción del metal rojo de la nación andina será superada.
La principal competencia del país andino es la República Democrática del Congo. El Congo, un país africano con cerca de 112 millones de habitantes, ha impulsado su industria minera y con mucha más fuerza la producción cuprífera en los últimos años, con la última concesión de Kamoa-Kalula alineada a convertirse en el tercer complejo más grande de cobre a nivel global hacia el 2024.
Para Rubén Arratia, director de investigaciones de la consultora minera Wood Mackenzie, este proyecto del Congo sumado a otros factores alistan el terreno para que Perú pierda su lugar en la tabla de mayores productores de cobre, con el punto de quiebre cumpliéndose en el 2025 a favor del Congo.
“Cuando uno compara la producción de cobre de ambos países proyectada para el 2025, el punto de quiebre se cumple ahí y hacia el 2026 la brecha empieza a aumentar”, dice Arratia a Bloomberg Línea, tras explicar que Perú producirá 2,8 millones de toneladas de cobre en 2025 mientras que el Congo llegará a las 3 millones para entonces.
“Es un hecho de que el Congo va a superar a Perú. La gran ventaja comparativa es que un gran proyecto como Kamoa-Kakula tiene 5% de ley de cobre, y la ley es la calidad del mineral. Perú tiene una ley de 0,41% y Chile tiene un 0,51%. Por eso se preguntarán por qué la gente va al Congo: el retorno económico es rapidísimo”, remarca Arratia.
Hugo Perea, economista principal del BBVA Research en Perú, añade que la capacidad de producción de cobre en Perú se ha quedado “básicamente estancada en los últimos años”. “Veo a Perú produciendo entre 2 y 2,4 millones de toneladas de cobre en los últimos dos o cuatro años. Tuvimos un fuerte impulso desde que inició el siglo, pero desde 2017-2018 prácticamente nos hemos quedado estancados”, detalla.
Para Perea, también es clave entender la importancia de la mejor calidad del mineral: pese a tener una situación de inestabilidad política y social como lo tiene Perú, el Congo tiene la ventaja de tener mejores leyes y ese contexto compensa las tensiones que se viven por otro lado. “El Congo casi ha duplicado su producción de cobre en los últimos cinco a seis años y Perú no ha mostrado mucho avance”, explica el economista del BBVA.
¿QUÉ INFLUYE PARA QUE EL CONGO SUPERE A PERÚ EN PRODUCCIÓN MINERA?
Son diversos los factores que han impactado en el mediano y largo plazo a la inversión minera peruana y a la existencia de proyectos mineros viables. Por un lado, es difícil sacar adelante proyectos en Perú por el exceso regulatorio que inhibe el atractivo de venir a invertir al país; y por otro lado pesa la inestabilidad social en torno a grandes proyectos que ya se podrían estar llevando a cabo pero carecen de licencia social, como los casos de Tía María (Southern) y Conga (Yanacocha).
“Una parte de la explicación de lo que viene pasando con el retraso de proyectos es el exceso de trámites burocráticos. La inestabilidad política es el otro tema. Uno de los incentivos importantes para ver a dónde se dirige la inversión es el precio del cobre, que es atractivo. Pero no solo se mide eso: las inversiones de largo plazo requieren cierta predictibilidad de lo que puede pasar hacia adelante; y eso en los últimos años en Perú no ha estado tan presente”, precisa Perea.
El país andino, efectivamente, posee aún grandes proyectos de cobre en cartera, con los principales siendo Zafranal -que recibió recientemente la aprobación de su estudio de impacto ambiental-, Tía María y La Granja. El primer proyecto involucra una inversión de US$1.500 millones y su operación comercial iniciaría en 2028; el segundo está impedido de avanzar por el rechazo de las comunidades aledañas; y el tercero, cuya inversión asciende a US$2.400 millones, todavía está rezagado y podría enfrentar también problemas sociales en la zona.
Luego están proyectos de menor envergadura pero aún así importantes, como Magistral(US$500 millones) y Río Seco (US$400 millones). Sobre este punto, Arratia apunta que varias minas en Perú que están más próximas a salir ya no son “gigantes” como en años anteriores ni son de clase mundial, con lo cual para el país andino “va a ser más difícil sacar adelante los proyectos, porque no tienen espalda financiera como las que tuvieron proyectos como Las Bambas, Toromocho, Antamina, entre otros”.
Arratia apunta que, por el contrario, para Chile será mucho más fácil en el futuro que su producción siga creciendo, debido a que sus reservas son altas y la mayoría de proyectos son ampliaciones de minas que ya están operando.
“Lo que más le afecta a Perú es la inestabilidad política y social. Los inversionistas comienzan a mirar otros países. Chile acaba de tener la elección de consejeros para la nueva constitución y su riesgo país ha bajado sustancialmente. Después de Quellaveco -operación minera que inició su producción el 2022-, prácticamente de los proyectos que tiene Perú el único que camina bien en términos de tener estudio de impacto ambiental y licencia social es Zafranal. No se vislumbra ningún nuevo proyecto dado que muchos están parados por problemas de rechazo a la minería o comunidades que no permiten sacarlos adelante, empezando por Tía Maria y Conga. Va a ser bien difícil que salgan en tanto las comunidades sigan pensando que la minería sigue siendo la misma de los setentas u ochentas”, considera Arratia.
Por último, mientras los mayores impuestos juegan en contra del Congo (hay tributos a pagar por las exportaciones e importaciones), factores como un menor costo de la energía, especialización de la mano de obra y experiencia en el sector minero son algunos de los que potencian la posibilidad de que las inversiones en minas de cobre se sitúen en Perú. Pero Arratia apunta que esas ventajas comparativas no se sostendrán para siempre: Chile ya realiza un fuerte trabajo con la energía solar y eólica con el objetivo de bajar sus costos de energía, con el objetivo de impulsar las inversiones.
“Si podemos recuperar la inversión minera, la economía no crecería a tasas de 2% o 3%, crecería por encima del 4%. Eso está pesando dentro de la agenda: entender que hay una oportunidad ahí, que se va a sostener por varios años, en un contexto en que la demanda del cobre se mantendrá y aumentará vigorosamente, y en donde no hay mucha oferta. Esta oportunidad hay que aprovecharla”, puntualiza Perea.
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