América Latina y el Caribe tiene el 22% de la tierra degradada: Naciones Unidas

La Secretaria Ejecutiva Adjunta de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CNULD), Andrea Meza, conversó con Bloomberg Línea respecto a los retos de la gobernanza de la tierra en la región

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Ciudad de Panamá — América Latina está en un punto crítico, ha puesto en la mesa un peligroso coctel de degradación de tierras que trae violencia y migración. Así lo describe Andrea Meza, Secretaria Ejecutiva Adjunta de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CNULD).

Solo entre 2015 y 2019 se perdieron 100 millones de hectáreas por la degradación en el mundo, lo que equivale a dos veces el tamaño de Groenlandia y detener o revertir estos números es el mayor reto regional para el desarrollo sostenible. De lo contrario está en riesgo la seguridad hídrica y alimentaria, explicó Meza a Bloomberg Línea.

“Cuando hablamos de degradar en la Tierra estamos hablando de destruir ecosistemas, bosques y humedales”, dijo Meza, y, según los análisis de Naciones Unidas, lo que ocasiona esta destrucción es el efecto del cambio climático, la expansión, sin planeación, de la agricultura y de las ciudades.

En criterio de Meza, la solución a este problema, en el que América Latina y el Caribe tiene el 22% de la tierra degradada y el 41% de su población está expuesta a ella, es la planificación del modelo de desarrollo, tener planes de suelo y desarrollar la agricultura en los lugares adecuados para ello.

“Cuando tenemos un suelo degradado con una sequía más fuerte es como una tormenta perfecta que nos lleva a escenarios en los que se suma la violencia y migración lo que no nos lleva a un escenario de prosperidad”, advirtió.

Las cifras del Servicio Nacional de Migración de Panamá detallan que de enero a agosto de 2023 han transitado por la selva del Darién -entre Panamá y Colombia- unas 333 mil 704 personas, mientras que en todo el 2022 se contabilizaron 248,284 extranjeros en su ruta a América del Norte, principalmente a Estados Unidos.

Con este panorama, cada vez se hace más lejana la posibilidad de llegar a la meta de reducir sustancialmente las emisiones de gases de efecto invernadero para limitar el aumento de la temperatura global en este siglo a 2 °C, pactada en el Acuerdo de París y adoptada por líderes mundiales en la pasada Conferencia de Naciones Unidas por el Cambio Climático (Cop21).

Lo que nos dice la evidencia, la ciencia y las buenas prácticas de gobernanza de la tierra es que es necesario “planificar nuestro modelo de desarrollo porque al final queremos garantizar las actividades económicas, pero podemos hacerlo de una manera tal que protejamos al mismo tiempo nuestros recursos”, explicó Meza.

A juicio de la experta ha perjudicado la expansión de la frontera agrícola. “A veces vamos y destruimos bosques y biomas muy importantes, estamos escuchando lo que está pasando en la selva del Amazonas para poner cultivos y hacemos un desarrollo desordenado o una expansión urbana en zonas que a veces son críticas para garantizar y proteger el recurso hídrico”, dijo.

Por ello es importante que la actividad agrícola se siga desarrollando “planificada en los lugares correctos” porque cada vez se registran más sequías y eventos extremos y “cuando tenemos un suelo degradado con una sequía más fuerte es una tormenta perfecta que nos lleva a escenarios donde se suma a la degradación de tierras, la pobreza”.

Balance entre la sostenibilidad y economía

“Aquí es a donde vuelvo a decir se basa mucho en planificar. Dónde sí podemos hacerlo, donde se tiene impacto, cómo lo compensamos y dónde no podemos desarrollar la agricultura. Hay una nueva meta de diversidad que dice que hay que proteger un 30% del territorio, restaurar otro 30% y manejar el resto”, lo que se traduce en la meta global de neutralidad de degradación de la tierra al 2030, explicó.

Los datos de la región advierten que “no estamos en el camino correcto” para alcanzar las metas de resiliencia, descarbonización y neutralidad de la tierra. Para ello, además del gobierno se requiere convocar a las comunidades y empresa privada, porque la región tiene un déficit de gobernanza de la tierra.

Usualmente en los lugares donde hay más degradación hay poca claridad de tenencia de la tierra, “esto lleva a más conflictividad, pobreza, es el ciclo de la degradación y migración”, y el rezago se vincula a la carencia de gobernanza de la tierra un aspecto fundamental en las metas climáticas.

En el caso panameño, según diversas organizaciones ambientales como la Fundación Pasos, no existe una clara planificación o gobernanza y por el contrario los mapas de desarrollos de la actividad de minería metálica traslapan con áreas protegidas, así como la agricultura y ganadería se toma espacios boscosos.

Precisamente, producto de más de 15 días de protestas en Panamá, la semana pasada se declaró la moratoria nacional de la actividad extractiva, lo que anula 103 solicitudes de concesión de exploración y explotación de minerales y 14 contratos. No obstante, se mantiene vigente la concesión de First Quantum Minerals por la que los manifestantes permanecen en las calles solicitando se cancele su operación de exportación de cobre.

¿Cómo observa a Panamá?

“Panamá está participando activamente y va a ser parte de de uno de los países que va a ir a una fase dos de cómo trabajar más esa meta de neutralidad de degradación de la tierra realizando mejor esa planificación, es un país que yo creo que está poniendo sobre la mesa mucha voluntad política para tratar de hacer las cosas de una manera innovadora”, aseguró Meza.

Como todos los países de la región tiene retos, pero Meza indicó que se aprecia un buen interés en poder desarrollar la planificación de buenas políticas públicas y puso como un ejemplo a resaltar el manejo de la Cuenca del Canal de Panamá.

Según datos de Naciones Unidas, las 108 millones de hectáreas de tierra degradadas desde 2015 representan el 22% de la tierra de la región y estas tierras de América Latina y el Caribe se degradan mucho más rápido que la media mundial.

A pesar del “preocupante panorama mundial” que describe la organización, hay ejemplos de países combatiendo de forma eficaz la desertificación, degradación de tierras y la sequía. Por ejemplo, en República Dominicana la proporción de tierras degradadas bajó de 49% a 31% entre 2015 y 2019.

Este país caribeño está trabajando en restaurar 240 mil hectáreas en la cuenca del río Yaque del Norte y en áreas de producción de cacao en San Francisco de Macorís.

De mantenerse la tendencia de degradación de tierras en la región, el mundo necesitará restaurar 1,500 millones de hectáreas de tierras degradadas para 2030 para alcanzar las metas de neutralidad en la degradación de tierras consagradas en los Objetivos de Desarrollo Sostenible.