Bloomberg — Los multimillonarios de México por fin iban a tener su merecido. No eran más que una mafia, dijo una y otra vez Andrés Manuel López Obrador a las multitudes en los mítines de campaña, y él iba a ponerlos a raya en cuanto pusiera un pie en el palacio presidencial.
Hoy, son más ricos que nunca.
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De hecho, les ha ido tan bien en los seis años desde que López Obrador llegó al poder, que la riqueza de los cinco multimillonarios más ricos del país ha aumentado el doble que la del resto de los multimillonarios latinoamericanos en el ranking de Bloomberg. Las fortunas de Carlos Slim y Germán Larrea, las dos personas más ricas de México, se han duplicado con creces.
En total, su patrimonio neto ha crecido US$79.000 millones bajo el mandato del populista López Obrador.
Esto se debe a varias razones. Durante el Gobierno de AMLO, como se conoce al presidente, el peso experimentó un espectacular repunte. Su apreciación del 25% frente al dólar fue superior a la de cualquier otra divisa importante del mundo.
Aunque esto desempeñó un papel clave en el aumento del poder adquisitivo de los mexicanos de a pie —al reducir el costo de los bienes importados—, casi con toda seguridad benefició más a los multimillonarios.
Toda su riqueza almacenada en pesos, de repente, valía mucho más a la hora de comprar, por ejemplo, un yate o una mansión en el extranjero. Además, AMLO ayudó a potenciar esas ganancias en pesos al mantener la austeridad fiscal, incluso cuando la pandemia acabó con millones de puestos de trabajo.
Mientras los Gobiernos de todo el mundo distribuían enormes sumas de dinero para ayudar a los trabajadores a salir adelante durante los bloqueos del Covid-19, México mantuvo la ayuda al mínimo.
Otro factor crucial: a pesar del revuelo causado por AMLO, que en noviembre denostó en televisión nacional a las 10 familias más ricas de México, no hizo nada para reducir la cuota de mercado dominante que muchas de ellas tienen en sus sectores (los economistas citan repetidamente esos oligopolios como lastres para el crecimiento de México).
Se han tomado escasas medidas tributarias contra algunos de los multimillonarios —incluida una disputa en curso con Ricardo Salinas Pliego—, pero no se ha hecho mucho más que eso.
Tampoco se espera que cambien mucho las cosas con la protegida de AMLO, Claudia Sheinbaum, quien encabeza las encuestas antes de las elecciones presidenciales de junio. Sheinbaum ha señalado que quiere mejorar las relaciones con la clase empresarial.
“La separación de los poderes económico y político, que sigue prometiendo, no existe. López Obrador no ha hecho absolutamente nada en ese sentido”, dijo Carlos Ugalde, director de la consultora política Integralia Consultores. “Pero la gente cree que el presidente realmente está quitándole dinero a los ricos para dárselo a los pobres, y eso lo hace popular”.
Un representante de López Obrador declinó realizar comentarios. AMLO ha desestimado las críticas. En febrero, tres meses después de hablar pestes sobre las fortunas de los multimillonarios, apuntó al crecimiento en las ganancias de las empresas como prueba de que el modelo económico funciona.
La retórica contra de los multimillonarios de AMLO data desde una década antes que llegara a la presidencia, cuando acuñó la frase mafia del poder para describir el supuesto control de la élite empresarial sobre la política del país. Les culpó de su derrota en las elecciones de 2006.
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Desde entonces, los multimillonarios —quienes amasaron fortunas en los sectores de las telecomunicaciones, la banca y la minería— han sido los enemigos políticos de AMLO.
“No van a imponer un nuevo pelele, un nuevo títere en nuestro país”, dijo en un acto de campaña en 2017.
Este discurso populista y de indignación lo llevó a una victoria aplastante en 2018. Y el mensaje caló hondo en un país con una de las tasas de desigualdad más altas del mundo: Oxfam estima que el 0,2% de los mexicanos más ricos posee casi el 60% de la riqueza privada del país.
En sus primeros días en el cargo, AMLO cumplió algunas de sus amenazas de alterar el orden económico. Canceló un proyecto aeroportuario de US$13.000 millones que ya estaba en construcción, un duro golpe a empresas constructoras e inmobiliarias en las que Slim tenía una participación significativa.
A continuación, inició una campaña contra la evasión fiscal y persiguió al imperio de José Antonio Fernández, controlador de empresas embotelladoras de Coca-Cola y de tiendas de conveniencia. Los mexicanos ricos empezaron a huir a Miami y España.
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AMLO dijo que todo esto formaba parte de un movimiento para corregir los errores generacionales que habían beneficiado a la élite.
“Es discutible cuán sincero estaba siendo”, dijo Andrew Paxman, historiador del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) en Aguascalientes, quien está escribiendo un libro sobre el presidente. “Aunque su retórica es la de un izquierdista ardiente, su política, en términos prácticos reales, es moderada y pragmática”.
Durante todo este tiempo, ha habido indicios de que AMLO estaba abierto a una relación amistosa con los mismos líderes empresariales a los que vilipendiaba públicamente.
Aplastó propuestas de su propio partido que podrían afectar a los ricos, como un impuesto a las sucesiones. Puso trabas a los reguladores independientes que podrían controlar a las grandes empresas. Y las confiscaciones y nacionalizaciones a gran escala que tantos temían, nunca se materializaron.
Slim y otros empresarios se convirtieron en invitados frecuentes a Palacio Nacional y han seguido obteniendo contratos gubernamentales.
Columnistas de periódicos mexicanos han criticado a AMLO por esas relaciones y las han calificado como parte de su nueva mafia del poder. López Obrador se burla de ello. Dice que, en lugar de apoyar a los ultrarricos, ha puesto fin a los días en que obtenían ventajas injustas y exenciones fiscales. Y si sus fortunas crecen con el resto de la economía, que así sea.
Los datos del Banco Mundial muestran que el poder adquisitivo del mexicano promedio ha aumentado desde 2018 —como resultado del repunte del peso, así como de la duplicación del salario mínimo por parte de AMLO—, pero no más de lo que ha crecido para otros miembros de la OCDE.
Paxman dice que algunas de las acciones de más alto perfil que el Gobierno ha tomado contra los ricos, como cerrar un campo de golf operado por Salinas Pliego y confiscar parte de una línea ferroviaria controlada por Larrea, no han sido más que simbólicas.
Para reducir la brecha de riqueza, Paxman dice que el presidente necesitaba aplicar políticas más agresivas, como una revisión del sistema tributario para hacerlo más progresivo.
“AMLO”, concluye, “ha sido demasiado blando con la clase multimillonaria”.
Traducido por Paulina Steffens.
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