Bloomberg — La oposición política de México no logró detener la arrolladora victoria de la sucesora del presidente Andrés Manuel López Obrador ni la del partido gobernante Morena en las elecciones del 2 de junio. Ahora, la debilitada coalición enfrenta otro gran reto: cómo evitar que el actual mandatario apruebe su controvertida lista de reformas constitucionales antes de que deje el cargo.
Ver más: AMLO autoriza a Pemex diferir pago de MXN$15.449 millones de impuesto DUC
AMLO, como se le conoce al presidente, y la recién electa, Claudia Sheinbaum, han señalado sus planes de hacer uso de las amplias mayorías que Morena obtuvo en el Congreso para avanzar en la tan ansiada reforma del poder judicial del país en septiembre, una vez que los legisladores tomen posesión.
La posibilidad causó agitación en los mercados y provocó la caída del peso, una turbulencia que se vio exacerbada por el temor de que la oposición —que en ocasiones logró frenar los esfuerzos de AMLO durante sus seis años de presidencia— sea incapaz de frustrar de nuevo su agenda en septiembre, el último mes de su mandato, o una vez que Sheinbaum asuma el cargo el 1 de octubre.
Se trata de una tarea titánica para los partidos que durante mucho tiempo dominaron la política mexicana, pero que desde 2018 han ido perdiendo terreno ante Morena. La serie de reformas constitucionales despertó preocupaciones sobre la erosión de los controles y contrapesos y de la propia democracia mexicana, y no bloquearlas podría asestar un duro golpe a la capacidad de las fuerzas contrarias a Morena para repuntar.
“Lo más preocupante para la oposición es que este panorama podría dar a Morena la capacidad de modificar las reglas del juego en varios frentes, incluyendo la autoridad electoral y el poder judicial”, dijo Gustavo Flores-Macías, profesor de gobierno y políticas públicas en la Universidad de Cornell. Eso tendría “consecuencias importantes para la capacidad de la oposición de recuperar terreno”.
El estatus de AMLO como uno de los líderes más populares del mundo llevó al PRI —que controló México durante casi un siglo— a unir fuerzas con el PAN y el PRD, dos partidos que tradicionalmente eran sus opositores. Lo que empezó como un esfuerzo por recortar las mayorías de la coalición gobernante en las elecciones intermedias de 2021 se centró este año en derrotar a Sheinbaum e impedir que Morena amasara aún más poder en todos los niveles de Gobierno.
Los resultados fueron desastrosos. Sheinbaum venció a la candidata opositora Xóchitl Gálvez por más de 30 puntos en la contienda presidencial. Morena ganó en la Ciudad de México y seis de las ocho gobernaturas en juego. La coalición además obtuvo la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados y se quedó a tres escaños de lograr lo mismo en el Senado.
Esto significa que la coalición de AMLO tendrá que negociar con solo unos pocos senadores para conseguir los votos necesarios para aprobar reformas que requieren el apoyo de dos tercios en cada Cámara. La propuesta más controvertida exigiría que todos los jueces, incluidos los de la Suprema Corte de Justicia, sean elegidos por votación popular. Otra sustituiría al Instituto Nacional Electoral (INE) por un nuevo organismo cuyos miembros también serían elegidos por los votantes.
Pero mientras él y Sheinbaum siguen adelante, la oposición ha permanecido en gran medida estancada en la misma crisis de identidad que evitó que despegara.
“Su estructura, planteamientos y alianzas se fundan en el antilopezobradorismo, y eso ha sido un error”, dijo Carlos Pérez Ricart, profesor adjunto de relaciones internacionales en el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) de Ciudad de México. “Ahora se quedan huérfanos de enemigos, huérfanos de todo”.
Días antes de la votación del 2 de junio, el líder del PRI, Alejandro Moreno, convocó a periodistas a la sede del partido, donde repasó con diapositivas los datos que, según él, demostraban que Gálvez aún tenía posibilidades de ganar las elecciones, a pesar de que las encuestas mostraban a Sheinbaum con una ventaja de dos dígitos.
Desde entonces, la oposición ha mostrado reticencia a aceptar los resultados. Inmediatamente luego de las elecciones, Gálvez se comprometió a solicitar un recuento de votos, y continúa alegando que AMLO ejerció una influencia indebida en la contienda. Los dirigentes del PRI y del PAN no ofrecieron sus renuncias, y siguen cuestionando los resultados.
Eventualmente, los partidos de oposición tendrán que elaborar una agenda que logre argumentar lo que Gálvez no logró transmitir: que votar por otro partido que no sea Morena no significa volver al pasado que ellos representan, y que los mexicanos han rechazado rotundamente en las dos últimas votaciones presidenciales.
“Me cuesta trabajo pensar que pueda haber una agenda propia de la oposición como un todo, que no sea algo más allá de oponerse al Gobierno de Morena solo por el hecho de oponerse”, dijo Matías Gómez Leautaud, analista de Eurasia Group.
Pero en lo inmediato, su relevancia se juega en su capacidad para rechazar los esfuerzos de AMLO por arrebatarle los votos que necesita para impulsar finalmente sus reformas en el Senado.
“Creo que desde el principio la oposición tiene que mostrarse unida”, dijo Jorge Buendía, director de la empresa de encuestas Buendía & Márquez. “Tienen que construir una reputación de que efectivamente son un dique y pueden dificultar las reformas constitucionales”
“Si la oposición cede y apoya las propuestas de Morena desde el primer momento”, añadió, “va a ser más difícil tener credibilidad en el futuro”.
Lea más en Bloomberg.com