Quito — Llega un turista y se va un naturalista. Al menos eso es lo que ocurre en Mashpi Lodge, una joya natural escondida en el corazón del chocó andino en Ecuador que ofrece una experiencia completamente diferente a quienes lo visitan. Este lugar ha hecho una enorme apuesta para demostrar que el negocio del turismo sí puede ir de la mano de la conservación.
Mashpi Lodge se encuentra en la Reserva Mashpi, sobre 2.800 hectáreas de áreas protegidas, y puede considerarse un verdadero santuario de la biodiversidad. Una de las cosas más curiosas es que aunque se ubica dentro Quito -algo difícil de creer por la diferencia climática- Mashpi es selva tropical.
La altitud de la reserva oscila entre 500 y 1.200 metros sobre el nivel del mar, está en medio de climas tropicales y subtropicales, repleta de una variedad de flora y fauna que rara vez se encuentra en territorios tan condensados.
Se calcula que en los bosques de Mashpi habitan 400 especies de aves, 36 de ellas endémicas (es decir, que no se encuentran en ningún otro lugar del mundo). Monos, pecaríes e incluso pumas tienen su hogar en las verdes colinas de la reserva, además de un sinfín de invertebrados y anfibios.
Pero más allá de su exuberancia, lo que distingue a Mashpi es el modelo de negocio que va de la mano de un bien mayor: la conservación del bosque nublado utilizando al turismo como herramienta.
La doble apuesta de Mashpi
Su gerente general, Marc Bery, cree que el principal aporte de Mashpi “es salvaguardar lo que queda del bosque lluvioso y bosque nublado y promover la educación a nivel nacional sobre los beneficios de cuidar en vez de deforestar”.
En un diálogo con Bloomberg Línea, Bery explicó que la idea original siempre tuvo el enfoque de conservación y protección. Es más, desde que iniciaron con el proyecto, hace 12 años, no han talado un solo árbol y han intentado llevar al mínimo su huella de carbono.
Para Bery, el hotel en sí mismo es “un mal necesario” para obtener ingresos y hacer crecer el proyecto. “Sacrificar 1.200 metros cuadrados para construir el hotel y conservar 2.800 hectáreas… si pones eso en una balanza, definitivamente vale la pena”, apunta.
Así funciona el modelo
Aunque la experiencia que ofrece Mashpi Lodge a los turistas es de lujo, el propósito es que los visitantes convivan e interactúen con la naturaleza durante su hospedaje, por ello el hotel tiene un aforo limitado de 47 huéspedes, a quienes se les organiza una serie de actividades desde el minuto que ponen un pie en el lodge.
El tiempo para descansar es corto, pues siempre hay actividades que cumplir, una caminata por hacer o una cascada por descubrir; además, las noches son la oportunidad para ver animales que solo existen en ese ecosistema. Todo lo anterior con guías nativos que trabajan para el hotel.
“Gracias al hotel se ha contratado a personas de las comunidades y los hemos convencido de que un bosque vivo vale mucho más que un bosque muerto”, cuenta Bery. Es así que 68% de sus más de 100 colaboradores pertenecen a la comunidad y cada vez que se abre una vacante se privilegia alguien nativo.
Un fideicomiso para la conservación
Una de las innovaciones de Mashpi es que al ingresar, el huésped paga un impuesto a la huella de carbono y ese valor va a un fideicomiso de conservación para mitigar esa huella a través de compra de tierra, reforestación y otras prácticas por medio de Fundación Futuro, el brazo ejecutor.
Carolina Proaño, a cargo de fundación , explica a BL que con ese dinero se paga a guardabosques o se realiza monitoreo biológico para ver cómo están las especies, el agua, etc. Y cree que es importante que el turista sepa que cuando viaja a Mashpi “su huella de carbono está mitigada”.
Prácticas amigables
Aunque al final del día el hotel es un “mal necesario”, Mashpi intenta que sus prácticas sean lo más amigables con el ambiente. Por ejemplo, actualmente utilizan focos led para un menor consumo; además, al inicio tenían generadores a diésel, y hoy ya cuentan con luz eléctrica que proviene de una fuente hídrica. Tampoco tienen plásticos de un solo uso, pues la idea es que a futuro el hotel sea autosustentable.
Para manejar la basura, no cuentan con rellenos sanitarios: “Basura que entra, basura que sale a través de un gestor ambiental que se encarga de las tres R (reducir, reutilizar, reciclar)”, añade Bery.
El impacto que buscan
“A nivel global, lo que estamos haciendo es levantar esa conciencia de que si esto se acaba (la naturaleza), nos acabamos nosotros. Terminar con un bosque de estos, es terminar con el agua y nosotros sin agua no somos nada”, sentencia el gerente de Mashpi, a quien después de 10 años de estar allí le sigue impactando “cómo la gente cambia, sale diferente, vienen como turistas y salen con otra cara”.
Incluso, muchos huéspedes quieren después hacer donaciones o llevar a sus hijos o nietos a vivir la misma experiencia.
Pero quizá el resultado más importante es lograr el cambio de mentalidad entre quienes visitan la reserva.
“Yo tengo una frase que repito constantemente: me encanta recibir turistas y mandar a casa naturalistas, con un mejor entendimiento de la importancia de un ecosistema tan frágil y amenazado como este. Queremos que la gente salga de aquí renovada, relajada pero con esa nueva mentalidad”, apunta Bery.