Coca Codo Sinclair, la principal hidroeléctrica de Ecuador, en riesgo de hundirse en un socavón

Paralizar la central sería un desastre para un país que ya enfrenta un aumento de la delincuencia e inestabilidad política.

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Bloomberg — Desde que comenzó a operar hace unos 10 años, defectos de construcción, sobrecostos y acusaciones de corrupción han hecho de la central hidroeléctrica Coca Codo Sinclair en Ecuador un desastre en relaciones públicas.

Pero ahora, el mayor problema de todos es su ubicación. La central hidroeléctrica, que costó US$3.000 millones y de la cual Ecuador obtiene casi un tercio de su electricidad, corre el riesgo de hundirse en un socavón. Esto agravaría la crisis energética del país que ha sufrido apagones de 14 horas y racionamientos de electricidad.

Coca Codo Sinclair, a unas tres horas en coche de la capital, Quito, se encuentra en un valle propenso a los desastres naturales. Un proceso de erosión en la zona podría llegar a la toma de agua de la planta en 2026, según un estudio del Cuerpo de Ingenieros del Ejército de EE.UU. visto por Bloomberg News. Además, el continuo avance de sedimentos provocado por el derrumbe de una cascada podría sepultar otra parte de sus instalaciones.

Paralizar la central sería un desastre para un país que ya enfrenta un aumento de la delincuencia e inestabilidad política. Por el momento, la empresa eléctrica estatal alquila una central flotante de fuel-oil frente a la costa, una de las fuentes de electricidad más sucias, para aliviar las interrupciones en la vida cotidiana de los habitantes. Ya que desarrollar suficiente capacidad solar o térmica para reemplazar la planta tomaría años, Ecuador necesita mantener Coca Codo Sinclair operativa a toda costa.

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Sin embargo, el proyecto parecía condenado al fracaso desde el principio. Para la ubicación de la represa se eligió un lugar pintoresco, justo río arriba de la cascada más alta de Ecuador y en la base del volcán Reventador. Los lugareños sabían que era una mala idea.

En sus 54 años de vida, Marcos Cahuatijo ha sido testigo de tres grandes acontecimientos geológicos en el valle del Coca: dos terremotos el mismo día en 1987 y una erupción volcánica en 2002. Unos años más tarde, con un título de ingeniero bajo el brazo, dirigió la construcción de un complejo residencial para empleados de la central hidroeléctrica cerca de la base del volcán.

“En la noche se veía rojito, y se escuchaba el volcán expulsando piedras”, cuenta Cahuatijo, reproduciendo el golpeteo de las rocas fundidas que caían del cráter.

Las únicas soluciones rápidas son caras o poco confiables. El país ha aumentado las importaciones de electricidad de Colombia, pero su vecino también enfrenta escasez de energía, llevando a interrupciones en el suministro. La mayor parte del gas natural de los yacimientos petrolíferos ecuatorianos se quema, con el consiguiente daño ambiental, porque el país no tiene una red de gasoductos para transportar el combustible.

Por ahora, la empresa estatal ha enviado ingenieros para apuntalar el lecho del río bajo la planta. Pero todo indica que Ecuador podría repetir los errores en otra central hidroeléctrica que está proyectando en el sureste del país.

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La situación de Coca Codo Sinclair también es prueba de un problema más amplio: la energía hidroeléctrica es responsable del 80% de las necesidades de electricidad del país.

Es algo que se repite en muchos países en desarrollo, donde las alternativas energéticas más baratas desplazan a las más costosas. La energía hidroeléctrica es relativamente fiable —hasta que hay una sequía—, lo que crea una falsa sensación de seguridad.

También es la realidad de muchos proyectos nuevos energéticos sin emisiones de carbono: depender de los recursos naturales en un momento en que el clima está cambiando en todas partes.

Nada más mirar a Zambia y Zimbabue. La baja en el nivel de agua del mayor embalse artificial del mundo ha provocado cortes de electricidad en ambos países africanos. El año pasado, aluviones en Nepal paralizaron proyectos hidroeléctricos. En el Himalaya indio, desde el 2021 las inundaciones han arrasado con dos hidroeléctricas casi nuevas.

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Estas catástrofes muestran que los emplazamientos más adecuados para la hidroeléctricidad ya están tomados, lo que obliga a buscar en regiones más peligrosas, donde a menudo se utilizan modelos climáticos obsoletos.

“En el mundo en desarrollo hay apetito por los grandes proyectos, los megaproyectos”, afirma Homero Paltán, investigador sobre agua y clima del Banco Mundial y la Universidad de Oxford. “Pero también hay falta de preparación y conciencia en cuanto al reconocimiento de los riesgos climáticos e hídricos”.

El presidente Daniel Noboa, quien está en campaña para su reelección, ha prometido terminar otro proyecto hidroeléctrico y ampliar una línea de transmisión para importar electricidad de Perú entre sus planes para dejar de depender excesivamente de la energía hidroeléctrica. Culpa de la crisis actual a sus predecesores.

Coca Codo Sinclair, en particular, formaba parte de los esfuerzos del expresidente Rafael Correa por mostrar al mundo cómo Ecuador podía modernizarse sin ayuda de bancos occidentales.

En 2008, la estatal Corporación Eléctrica del Ecuador, o Celec, encargó la construcción de la central a Sinohydro Group Ltd, filial de Power Construction Corp. of China. Más tarde, el gobierno iniciaría un arbitraje contra el contratista por defectos de construcción.

Cuatro años después de que comenzara a operar en 2016, otro evento geológico golpeó el valle del río Coca. Una presa de lava natural que sostenía la cascada de San Rafael, de 150 metros de altura, se derrumbó, provocando deslizamientos de tierra y erosionando el lecho del río que conduce a la toma de agua de la central.

También puso al borde de un precipicio al elegante complejo residencial, con piscina y cancha de baloncesto cubierta, construido por Cahuatijo.

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El lugar fue inmediatamente evacuado. Ahora, un solitario guardia de seguridad se encarga de mantener a los curiosos fuera. El paisaje cambiante y el clima tropical han hecho del lugar un desastre. La puerta principal está inclinada hacia delante y se mantiene en pie gracias a un tronco.

“Yo hice todo esto”, dice Cahuatijo sacudiendo la cabeza. “El presupuesto ciertamente podría haberse dedicado a otras cosas, pero no sabíamos que pasaría”.

Científicos e ingenieros consultados por Bloomberg están divididos sobre si el colapso de la cascada fue causado por Coca Codo Sinclair o una mera coincidencia. En lo que casi todos están de acuerdo es en que los planificadores deberían haber tenido en cuenta la fragilidad geológica de la cascada.

“Subestimaron el sedimento. Nunca hicieron estudios de la cascada San Rafael”, dijo Emilio Cobo, experto en ecosistemas de agua dulce y quien trabajó como asesor del Ministerio de Medio Ambiente de Ecuador.

Sinohydro ha publicado en redes sociales que el proyecto no influyó en el colapso de la cascada. Los representantes de Celec, el Ministerio de Energía de Ecuador y Sinohydro no respondieron a solicitudes de comentarios.

Pueblos fantasmas

Todos los habitantes de las ciudades ribereñas con los que habló Bloomberg News están convencidos de que la culpa es del proyecto. Una de ellas es Katty Yaguana, de 52 años, quien se mudó a un caserío conocido como San Luis en 2008. Sufría penurias económicas en Quito y había oído que el derrame de un oleoducto creaba oportunidades para trabajar en equipos de limpieza.

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Ese plan no resultó, pero ella y su marido encontraron trabajo en el complejo residencial que Cahuatijo construía. Poco a poco, levantaron una vivienda de bloques de hormigón de dos plantas en San Luis, que ahora se está convirtiendo en un pueblo fantasma. Cuatro casas se han deslizado por el acantilado debido a la erosión por el derrumbe de la cascada. Las autoridades han prohibido a los residentes hacer reparaciones importantes y dicen que serán reubicados. Aproximadamente la mitad de las casas están abandonadas. Cobo cree que San Luis habrá desaparecido por completo en cinco años.

“‘Me arrepiento de haber invertido tanto para nada. Deberíamos haber ido a un lugar menos peligroso”, afirma Yaguana. “La gente esta saliendo porque tienen miedo del socavón y el volcán. Si tuviera un lugar donde ir, yo me hubiese ido”.

Jairo Cabrera vive a pocos kilómetros de San Luis y está organizando a los vecinos que perdieron tierras por la erosión regresiva, un proceso que va subiendo por el valle de un río y suele provocar la rotura de taludes. Quiere que Celec, la cual contrató a Sinohydro, pague una indemnización.

“Ellos causaron toda esta erosión regresiva”, dice, claramente agitado. “Algunos de nosotros hemos podido trabajar con lo que queda. Otros han perdido todo”.

Cabrera tenía un negocio de ecoturismo con cuatro cabañas y un sendero natural de casi tres kilómetros que subía hasta la cascada. Delgado y atlético a sus 47 años, camina por lo que queda de su propiedad, blandiendo un machete para despejar el sendero natural abandonado. Señala una buganvilla en flor que plantó para atraer a los pájaros.

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Lo único que queda es una estructura de cemento que formaba parte de un puente metálico que llevaba a los turistas a través del río. El resto se lo llevó la cascada. De pie al borde de un enorme cañón que se precipita casi mil pies, señala y dice “ahí es donde solía estar el río”.

Más abajo, una flota de casi 50 camiones transporta tierra y sedimentos sueltos de una sección del río donde firmas contratadas por Celec construyen un dique permeable de US$17,3 millones e instala pilares de cemento en el lecho del río. La erosión ya ha superado la obra, lo que significa que el lecho del río ya ha perdido parte del terreno que hay que proteger.

Leonardo Báez es gestor de proyectos en Accyem Proyectos, una de las firmas contratadas, y trabaja desde 2020 para proteger las carreteras y el cauce del río de la erosión regresiva. Teme que el proyecto actual, que debería estar listo para fines de 2025, no será suficiente.

“El problema de la erosión regresiva, es que es un fenómeno que no tiene un comportamiento definido”, dijo Báez. “En el momento de una creciente en el río, avanza exponencialmente”.

El proyecto actual solo protege contra unos 10 metros de erosión, lo que no será suficiente si el río baja más de lo previsto, dijo. Accyem propone una novedosa solución de ingeniería para proteger el dique de al menos 20 metros de erosión: una manta antisocavante.

La idea es cubrir el lecho del río por debajo del dique con una enorme estructura de acero flexible con compartimentos separados que se rellenarían con cantos rodados o contenedores lastrados. Cuando el terreno se hunda, se doblará y ajustará en lugar de romperse, e impedirá que la erosión llegue al dique.

“Con la manta flexible antisocavante, pensamos que va a proteger la estructura”, dijo. “Si no, puede colapsar”.

Accyem sigue insistiendo a Celec para que incorpore la novedosa tecnología, dijo.

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Incluso si Ecuador consigue mantener Coca Codo Sinclair en funcionamiento, costaría cientos de millones de dólares en constantes trabajos de remediación que deberían invertirse en fuentes alternativas de energía, como parques solares a gran escala, dijo Cobo, el experto en ecosistemas de agua dulce.

Pero lo que él ve es que Ecuador comete los mismos errores en otros sitios, como el proyecto hidroeléctrico Santiago que planea construir en el sureste. Está previsto que produzca más del doble que Coca Codo Sinclair y que entre en funcionamiento a principios de la década de 2030.

Una vez más, los planificadores no tienen en cuenta el limo del río, que solo ha empeorado por la minería ilegal en la zona.

“No sé qué van a hacer con tanto sedimento”, dijo.

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