Bloomberg Línea — La dolarización en el Ecuador fue adoptada precisamente un 9 de enero del año 2000 y supuso un punto de inflexión para la economía de ese país andino. Un cuarto de siglo después, el país valora su rol estabilizador en momentos de alta inflación y que haya proporcionado un marco estable para el comercio internacional, aunque su sostenibilidad depende de reformas estructurales y el flujo constante de entrada de divisas.
En esta primera nota especial sobre los 25 años de dolarización en Ecuador, le contamos los pros y contras del modelo, que inicialmente se adoptó como una medida desesperada, pero que después se convirtió en una sólida institución, quizá la más valorada por los ciudadanos.
Un punto de inflexión
“La crisis financiera de 1999, luego del quiebre de varias instituciones por problemas de solvencia y créditos vinculados, estresó gravemente el débil sistema monetario del Ecuador”, recuerda en entrevista con Bloomberg Línea el exviceministro de Economía ecuatoriano y profesor-Investigador de ESPOL, José Gabriel Castillo.
Como resultado, se adoptó una dolarización que tuvo efectos en los patrones de consumo, ahorro e inversión de los hogares y empresas ecuatorianas. Aunque en la actualidad la economía del país, cuyo PIB en 2023 alcanzó casi los US$110.000 millones, “tiene pocos buffers y mecanismos de amortiguamiento frente a las crisis, particularmente financieras”.
“El sistema financiero está muy poco integrado al mundo. Esto facilita que crisis externas tengan un impacto directo reducido; sin embargo, si constituyen crisis prolongadas, típicamente la liquidez doméstica se ve afectada porque el flujo neto de divisas drena el sistema, carente de acceso a recursos externos de manera competitiva”, dice.
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Con la implementación de la dolarización hubo una mayor certidumbre respecto de los ingresos, se estimuló la demanda de crédito y se favoreció la modernización del sistema financiero. De otra parte, el consumo de productos importados se incrementó sistemáticamente al contar con una moneda fuerte y la relación con el comercio internacional mejoró sistemáticamente al reducirse el riesgo de tipo de cambio, según Castillo.
En general, “la dolarización ha sido un estabilizador macroeconómico crucial. Sin embargo, su sostenibilidad depende de reformas estructurales, diversificación de la economía y manejo prudente de la deuda, especialmente en un contexto global de alta volatilidad”, dijo a Bloomberg Línea el analista internacional y macroeconomista del Instituto de Finanzas Internacionales (IIF), Jonathan Fortun.
“Ecuador ha ganado estabilidad económica y financiera gracias a la dolarización”, según Juan Carlos Martínez Lázaro, economista y profesor de IE University, quien matiza en entrevista con Bloomberg Línea que esta “supone un hándicap para Ecuador en términos de competitividad, pues el país ha perdido su soberanía monetaria y comercial”.
La dolarización de facto en Ecuador comenzó el 9 de enero del año 2000 como una medida para sacar al país andino de la asfixia por la alta inflación, ya que enfrentaba tasas de hasta un 96% en 1999 y una contracción económica del -7% del PIB ese mismo año. Con la adopción del dólar, la inflación cayó drásticamente a niveles de un dígito, promediando 4,5% entre 2000 y 2023, proporcionando estabilidad de precios y mayor confianza en la economía.
La inflación, que previo al 2000 se mantuvo en promedio sobre los dos dígitos, y después de un dramático periodo de ajuste de los precios que empujó a la inflación por sobre el 100% anual durante los meses de transición (con sus consecuentes efectos sociales y migratorios), a partir del 2000 se estacionó en niveles de un dígito que se han mantenido inclusive frente a las presiones de inflación internacional recientes, por el conflicto ruso-ucraniano, la crisis energética y los problemas en la cadena global de suministros.
José Gabriel Castillo, profesor-investigador de ESPOL
Además, el PIB per cápita creció a una tasa promedio anual de 1,2% desde 2000 hasta 2023, en comparación con la contracción acumulada de -3% registrada entre 1995 y 1999. Sin embargo, “la dolarización eliminó la capacidad del país para manejar la política monetaria, lo que lo expone a riesgos externos como la apreciación del dólar, que encarece las exportaciones no petroleras”, dice Fortun.
Ya en términos fiscales, se tiene que desde el año 2000 la deuda pública en Ecuador ha aumentado del 32% al 67% del PIB en 2024, “debido en gran parte a la necesidad de financiar déficits fiscales sin acceso a la impresión de moneda”, apuntó el analista del Instituto de Finanzas Internacionales.
El macroeconomista del IIF indicó que aunque las reformas implementadas han reducido el déficit del sector público no financiero (de un 4,8% del PIB en 2023 a un 2,9% en 2024), se requiere de un ajuste adicional del 1,5% del PIB entre 2025 y 2028 para garantizar la sostenibilidad.
Desde entonces, la economía ha mejorado notablemente. El PIB se ha multiplicado por seis, la renta per cápita ha tenido un fuerte incremento, la inversión extranjera ha aumentado y las variables macros se mantienen en niveles razonables. Pero la dolarización supone un hándicap para Ecuador en términos de competitividad, pues el país ha perdido su soberanía monetaria y comercial.
Juan Carlos Martínez Lázaro, economista y profesor de IE University
¿Cómo ha incidido la dolarización en la competitividad y en el equilibrio de la balanza comercial?
Si bien la dolarización en el país ha impulsado el crecimiento de las exportaciones no petroleras en Ecuador, que pasaron de US$2.000 millones en 1999 a US$16.000 millones en 2023, beneficiando productos como banano, camarón y flores gracias a la estabilidad monetaria, la apreciación del dólar ha reducido la competitividad frente a países con monedas más débiles, afectando márgenes y volúmenes de exportación.
“El problema de Ecuador es que necesita conseguir un flujo constante de dólares para poder mantener la dolarización. Por eso, cuando el precio del petróleo o de las otras materias primas que exporta baja o el dólar se aprecia, los ingresos por sus exportaciones disminuyen y necesita endeudarse en dólares en los mercados internacionales. Por eso, su resistencia a las crisis financieras depende más de factores que no controla que de un buen manejo macroeconómico”, afirmó Juan Carlos Martínez Lázaro.
Atado a lo anterior, la baja productividad en sectores clave ha limitado la diversificación económica, mientras los altos costos logísticos y barreras regulatorias han frenado el impacto de acuerdos comerciales.
“El crecimiento del comercio también ha expuesto las limitaciones estructurales del país”, sintetizó Jonathan Fortun, quien apunta que la dependencia de importaciones ha ampliado el déficit comercial en años de bajos precios del petróleo, como en 2016, cuando el déficit alcanzó el 3,5% del PIB.
“La dolarización ha proporcionado un marco estable, pero la competitividad exportadora depende de reformas estructurales y mejoras en la infraestructura productiva”, dijo.
Para mitigar estas limitaciones, Ecuador ha firmado acuerdos comerciales y promovido políticas de diversificación. Sin embargo, el impacto ha sido mixto debido a costos logísticos altos y barreras regulatorias. La dolarización ha proporcionado un marco estable, pero la competitividad exportadora depende de reformas estructurales y mejoras en la infraestructura productiva.
Jonathan Fortun, economista del Instituto de Finanzas Internacionales (IIF).
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¿Qué tan resiliente es Ecuador hoy frente a las crisis financieras con la dolarización?
Los economistas consideran que la dolarización ha fortalecido la estabilidad económica de Ecuador frente a crisis como la de 2008 y la caída del petróleo en 2014, evitando hiperinflación y fuga de capitales. En una economía con moneda propia, los shocks externos son primero absorbidos por el tipo de cambio. En una economía dolarizada, es el sector real el que absorbe directamente el impacto, señala Castillo.
No obstante, “con una política monetaria limitada por el esquema regulatorio que buscó controlar el abuso de los mecanismos de expansión del balance del Banco Central (e.j., Ley de Defensa de la Dolarización), solamente resta el brazo fiscal como mecanismo de respuesta de política económica”, indica el economista José Gabriel Castillo.
Según el exviceministro de Economía, las debilidades fiscales del Ecuador han tenido múltiples momentos en estos 25 años de dolarización, “caracterizados por un periodo de cauteloso conservadurismo en sus primeros 6 años; entusiasta y despreocupada exuberancia en los siguientes 10 años en los que se administró la bonanza petrolera; y estancamiento y predecible reacción en los años posteriores al boom de los commodities que en 2015 puso de manifiesto la debilidad de un esquema de estímulo económico basado en la dominancia del Estado”.
En los años posteriores, y junto a dos programas con el FMI, el país ha buscado avanzar en un proceso de consolidación fiscal que permita, por un lado, garantizar un flujo sano de divisas, reduciendo la vulnerabilidad de la balanza de pagos, y por otro, contribuya a reducir el riesgo de iliquidez fiscal derivado de un aparato estatal de mayor dimensión y altos niveles de endeudamiento del país.
José Gabriel Castillo, profesor-investigador de ESPOL
Aunque en 2024 la economía mostró resiliencia, persisten riesgos importantes.
La deuda pública sigue siendo de alto riesgo, según lo ha expresado el FMI, y el financiamiento externo es crucial para cubrir déficits. Operaciones como el canje de deuda por conservación han ofrecido alivio limitado a corto plazo.
“Ecuador ha logrado mantener estabilidad financiera gracias a su marco de dolarización y apoyo multilateral. Sin embargo, el país sigue expuesto a riesgos externos, como fluctuaciones en el precio del petróleo, crisis climáticas y choques financieros globales, lo que subraya la necesidad de fortalecer su posición fiscal y diversificar su economía”, opinó Fortun.
¿Cuáles son los principales desafíos para mantener la dolarización en Ecuador?
Entre los principales desafíos de la dolarización en Ecuador está la rigidez que impone sobre la política económica, al impedir ajustes del tipo de cambio frente a choques externos.
Según el analista del IIF, esto obliga al país a depender de políticas fiscales y estructurales, como la consolidación fiscal proyectada (que requiere un ajuste adicional del 1,5% del PIB entre 2025 y 2028).
En este marco, “el financiamiento externo sigue siendo crucial para la economía ecuatoriana. (...) El país necesita atraer entre US$2.000 y US$2.500 millones anuales de multilaterales para cubrir sus necesidades de financiamiento. Este esquema depende de la confianza internacional”, apuntó.
Sin embargo, las tensiones políticas y el limitado acceso a mercados financieros aumentan la vulnerabilidad económica.
De otra parte, el exviceministro dice que la estructura institucional de mercado “conservó viejos esquemas, particularmente en cuanto al mercado laboral, cuya rigidez implica altos costos en el aparato productivo que, ahora sin posibilidad de estímulo cambiario, vio perjudicados sus niveles de competitividad regional”.
“La economía se fue tercerizando y reprimarizando, mientras las actividades manufactureras están estancadas, particularmente a partir del 2015, cuando la caída del precio del barril de petróleo expuso las vulnerabilidades del sistema”, apuntó.
Un retorno a la moneda local, según los expertos, traería graves riesgos como fuga de capitales, inflación descontrolada y altos costos operativos, además de revivir desequilibrios económicos y sociales como los de 1999.
Retornar a una moneda local podría parecer una solución tentadora para recuperar herramientas de política monetaria, pero tendría graves implicaciones económicas y sociales. En primer lugar, la transición conllevaría una pérdida inmediata de confianza en el sistema financiero, posiblemente generando una fuga masiva de capitales y un incremento descontrolado de la inflación. En segundo lugar, la reintroducción de una moneda local implicaría costos operativos significativos, desde el diseño y emisión de la nueva moneda hasta la estabilización de su valor frente a otras divisas.
Jonathan Fortun, economista del Instituto de Finanzas Internacionales (IIF).
En visión del José Gabriel Castillo, exviceministro de Economía, la dolarización como sistema monetario es la institución más popular en el imaginario ciudadano, lo que hace prácticamente implausible un retorno a una moneda propia.
“Sin embargo, y pensando en las iniciativas regionales relacionadas, se podría pensar primero en cuáles son las condiciones necesarias para sostener una economía dolarizada. Estas requieren de un manejo fiscal y macroprudencial adecuado, cuya dinámica económica garantice un flujo saludable de divisas; ¿pero acaso no son estas las mismas condiciones necesarias para sostener un tipo de cambio con moneda propia? Por lo tanto, ¿qué se gana con dolarizar?”, dice.
A su juicio, aunque “la dolarización fue una respuesta desesperada que controló los efectos dramáticos de la crisis, no constituye per se una reforma económica transformadora de las relaciones en el sector real. Su éxito requiere de reformas institucionales compatibles con un sistema de mercado moderno, algunas que han probado ser de compleja implementación en los países de la región”.
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