Bloomberg — Con quince años y embarazada de su primer hijo, Diana Ruiz comenzó a trabajar en los autobuses de Bogotá vendiendo maní y dulces, una especie de puesto básico en la economía informal de la ciudad.
Ahora, catorce años después, conduce un autobús para el operador de transporte público de la ciudad La Rolita, una flota totalmente eléctrica con enfoque en equidad de género que comenzó a funcionar el año pasado. Fue creado como parte del plan de desarrollo de la capital de la alcaldesa, Claudia López. El proyecto es una apuesta que busca mostrar que la inversión pública puede ayudar a cambiar las percepciones sobre el transporte público masivo.
“Eso ha sido una oportunidad muy grande y le ha cambiado también mucho a la gente la perspectiva del sistema de transporte de Bogotá”, dijo Ruiz desde el patio taller de La Rolita en la localidad de Ciudad Bolívar al suroccidente de la capital. Las mujeres constituyen el 48% de los conductores de la nueva flota de autobuses, pero representan solo el 2,8% del total de conductores de autobuses públicos de la ciudad, según datos de marzo de TransMilenio, el gestor del sistema de transporte público de la ciudad.
Para muchos bogotanos de clase baja-media, rara vez hay disponibilidad de este tipo de oportunidades para ingresar a la economía formal, y en particular para las mujeres, que frecuentemente caen en la economía informal, comentó. Más de la mitad de la fuerza laboral de Colombia está compuesta por trabajadores informales.
La localidad de Ciudad Bolívar no tuvo transporte público formal durante más de 10 años, según la gerente general de La Rolita, Carolina Martínez, quien atribuyó el desinterés a la evasión de pago de pasajes y preocupaciones por la seguridad pública.
Así, un desafío de la compañía ha sido ganarse a los usuarios que están desilusionados con el transporte público. Una encuesta anual de 2022 realizada por Bogotá Cómo Vamos halló que el 41% de las personas no estaban satisfechas con el sistema de transporte rápido insignia de la ciudad. Bogotá ocupó el año pasado el décimo puesto en la categoría de peor congestión vial a nivel mundial y el segundo lugar en América Latina después de Lima, según datos de TomTom.
Allí es donde entra en juego el alcance comunitario de La Rolita y el enfoque en la calidad del servicio, dijo Martínez. Los operadores de transporte público deben satisfacer las necesidades de sus pasajeros, quienes a su vez contribuirán, dijo.
Como parte de su pacto con los usuarios, La Rolita cumplió rápidamente cuando la comunidad solicitó que se modificara una de las rutas, dijo Martínez. Cuesta menos que sigan operando los autobuses eléctricos más caros —cuyo sistema eléctrico, líquidos escasos y frenado regenerativo significan un mantenimiento mínimo— y además causan menos interrupciones en el servicio, indicó. Dado que se averían menos, La Rolita puede ajustarse más a sus horarios, ayudando a cumplir sus promesas ante el público.
Los 195 buses eléctricos de La Rolita, fabricados por la empresa china BYD respaldada por Warren Buffett, cuentan con acceso para pasajeros con discapacidad, red Wi-Fi, tomas USB, pantallas para atención al público e información de rutas y cámaras de seguridad. Actualmente hay 11 rutas que cubren 338 kilómetros de la ciudad, aunque López ya ha dicho que el proyecto se expandirá para operar a lo largo de un tramo de 22 kilómetros de la carrera séptima, una de las avenidas principales de Bogotá.
Los vehículos se cargan todas las noches con energía limpia certificada de Enel Colombia, que también tiene una participación del 20% en La Rolita. El otro 80% es propiedad de la ciudad, lo que lo convierte en el primer operador mayoritariamente público en décadas.
La Rolita ofrece transparencia al ser un “libro abierto” sobre los costos, como lo explica Martínez. Muchos operadores privados no comparten esta información, lo que hace imposible saber dónde se puede ser más eficiente, agregó. El sistema TransMilenio de la ciudad, conocido por su sistema de autobús de tránsito rápido del mismo nombre, está compuesto casi en su totalidad por empresas privadas que tienen contratos para operar rutas de autobuses públicos.
Alterar los roles de género tradicionales
Las conductoras de La Rolita dijeron que al ser cabeza de familia, son más sensibles a las necesidades de los pasajeros en la metrópolis de ocho millones de personas, usualmente con un tráfico pesado. Melissa Díaz, quien conduce para La Rolita desde su lanzamiento en septiembre pasado, dijo que cuando una persona con discapacidad o alguien con niños se sube al autobús, es más probable que ella y sus colegas sean más cuidadosas. El nombre de la empresa es el diminutivo de la palabra “rola”, que hace referencia a una mujer oriunda de Bogotá.
Su compañera de trabajo Paola Pérez contó una historia sobre un pasajero que hablaba con su acompañante y decía que conducir un autobús era un trabajo de hombres. Cuando el autobús llegó a su parada, el pasajero se giró para felicitar al conductor y se dio cuenta de que era una mujer. “Con gusto, con gusto”, respondió Pérez.
“No es que sea de hombres”, dijo Lorena Rodríguez sobre conducir un autobús. “Simplemente la sociedad lo quiso así”.
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