Bogotá — Este martes se instala en Colombia la Subcomisión de Productividad, base para que mañana 4 de diciembre sea el inicio formal de la Comisión Permanente que tiene como objetivo lograr un acuerdo en la fijación del salario mínimo (SML) para el próximo año. Las cartas están divididas y expertos económicos como ANIF y Fedesarrollo se inclinan por aumento de, máximo, 6%. ¿Por qué?
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Para este primer centro de estudios económicos se debe pensar en los efectos económicos sobre los trabajadores no representados en la mesa (donde están empresarios, sindicatos y Gobierno) cuando los incrementos del salario exceden la fórmula técnica. Ello, teniendo como base en la proyección de inflación de noviembre y fin de año que hacen, 5,15% y 5%, respectivamente, y los cálculos de un incremento de productividad de 0,78%.
“Aumentos por encima del 6% no solo no están justificados por los fundamentales económicos, sino que pueden seguir ampliando la brecha entre los trabajadores formales y aquellos excluidos de dicha formalidad”, refiere ANIF.
En esa línea, explica que los datos muestran una progresiva concentración de trabajadores en los niveles salariales más bajos. En detalle, el 48,4% de los ocupados percibía ingresos de hasta un salario mínimo en 2015, cifra que aumentó a 53,3% en 2019 y que alcanzó 54,7% en 2023. Un fenómeno que refleja otro de los efectos de los incrementos elevados: trabajadores que antes devengaban salarios por encima del mínimo terminan cobijados por el nuevo salario mínimo.
A lo que se suma que el impacto del incremento del SML se distribuye de manera desigual entre las empresas de diferentes tamaños: el 82,5% de los trabajadores cuenta propia ha percibido ingresos inferiores o iguales a un SML en lo corrido de 2024, mientras solo el 17,4% reporta ingresos superiores.
En empresas de entre dos y 10 trabajadores, el 56,7% obtiene ingresos bajo el mínimo, con solo 28,5% superando este umbral. En contraste, en compañías con más de 200 trabajadores solo el 27,7% reporta ingresos de hasta un SML, frente al 72,3% que percibe salarios por encima del mínimo.
Así, entre más pequeñas sean las empresas, mayor es (proporcionalmente) la carga que soportan en términos de costos laborales, evidenciando una clara disparidad en la estructura salarial.
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“El salario mínimo debería aumentar en línea con la inflación, para mantener el poder adquisitivo de los trabajadores formales, y con las ganancias de productividad de dichos trabajadores, para reconocer su aporte a la actividad económica”, enfatiza ANIG, expresando que ambos componentes se reconocen explícitamente en la mesa de negociación del SML.
No obstante, que por la misma conformación de la mesa, donde los trabajadores informales no están representados, pero sí participan de manera activa los sindicatos, los aumentos se desvían de la receta descrita.
Ahora bien, ¿qué tanto influye el panorama político en la decisión de incremento? Dice ANIF que la favorabilidad del Presidente no solo indica si hay incentivos por parte del Ejecutivo para fomentar aumentos más altos del salario de los trabajadores formales, que están organizados y representados en la mesa, sino que sirve también de proxy frente al clima general del país, dado que la aprobación del Jefe de Estado puede responder a choques positivos o negativos externos a su gestión que impactan el crecimiento económico y la dinámica del mercado laboral.
“Por su parte, los incrementos del SML no explicados por la inflación y la productividad tienen una correlación positiva con el nivel de desfavorabilidad del Presidente. El impacto económico de esta relación es bajo: un aumento de la impopularidad del Presidente de 10 puntos está asociado a un aumento del SML de 0,2 puntos porcentuales en exceso de la fórmula técnica”, especifican.