Bogotá — En medio del alto costo de vida, la economía circular ha cobrado un impulso en industrias como la textil, que no ha sido ajena al aumento de precios y la división de prendas de vestir y calzado registró una inflación anual en abril de 7,17%, impulsando las ventas de ropa, según fuentes del sector consultadas por Bloomberg Línea.
La industria textil se ha visto desafiada en los últimos años por cuenta de los altos niveles de importación de prendas de mercados como China y África, a los que los productores locales les ha costado competirles por sus bajos precios.
A finales del año pasado, el Gobierno de Gustavo Petro sancionó el decreto que impone un arancel del 40% a la ropa importada en Colombia.
Según el decreto, para el Comité de Asuntos Aduaneros, Arancelarios y de Comercio Exterior, “definir un arancel unificado permite tener criterios técnicos objetivos para que en la aduana se pueda determinar cuál es la tarifa arancelaria que se debe aplicar”.
“Los aranceles propuestos a la ropa importada son una buena medida para que los textiles nacionales tengan mayor fuerza. Esto no contradice que la ropa usada pueda llegar al país y ser participe del mercado local (…) la ropa debe ser cada día de mejor calidad para poder ser reutilizada al máximo posible, con el fin de no terminar su vida útil en un basurero, incluso que llegue a ser reciclada hasta convertirse en relleno para colchones o automóviles”, dijo a Bloomberg Línea el vocero en Garson & Shaw, Juan David Montoya.
En promedio, en Colombia una persona desecha aproximadamente 30 kilos de ropa anualmente, de acuerdo a cifras entregadas a Bloomberg Línea por el proveedor mayorista de ropa de segunda mano Garson & Shaw.
Pero en un contexto “de crisis económicas, el sector de la segunda mano en general se vuelve atractivo para los consumidores”, dijo en una entrevista con Bloomberg Línea la gerente para Colombia de compra y venta de ropa usada GoTrendier, Ana Jiménez.
“El sector está potenciando y se espera que para 2029 el volumen de mercado de la moda segunda mano online supere al fast-fashion en el mundo”, ahondó.
En el caso del contexto de la moda en Colombia, factores como la inflación y el incremento tan elevado de los aranceles representa una oportunidad para el sector de compra y venta de moda de segunda mano, opinó.
De acuerdo a cifras entregadas por la plataforma, en la actualidad las personas solo usan el 20% de las prendas que tienen en su closet.
Según Ana Jiménez, “la producción de moda a gran escala que propone el modelo de fast-fashion es altamente lesiva para el medioambiente y tiene un fuerte impacto en los derechos laborales, dado que busca abaratar los costes”.
“Desde el punto de vista ambiental, la moda explota gran cantidad de recursos naturales para la fabricación de tejidos, y consume cerca del 20% de las reservas hídricas mundiales. Adicional, el modelo de producción deslocalizado implica el transporte de tejidos y prendas confeccionadas alrededor del mundo, lo que impacta en las emisiones de CO2″, apuntó.
La moda rápida y el medioambiente
Las prácticas de los fabricantes de moda rápida han estado en la mira de los ambientalistas, pues se calcula que la moda es causante del entre el 8 y 10% de las emisiones de CO2 mundiales, según cifras entregadas a este medio.
Incluso, “la moda sigue contaminando una vez las prendas se desechan, dado que la mayoría de las fibras son derivados del petróleo y, aparte de que demoran cientos de años en descomponerse, son tan contaminantes como unos neumáticos”, advierte Jiménez.
Juan David Montoya, vocero en Garson & Shaw, dice que EE.UU. es en la actualidad uno de los países mayormente consumidores de ropa nueva y específicamente fast fashion.
EE.UU. “dona solamente el 15 % de los textiles utilizados, desechando el otro 85%”, aseguró.
Por lo anterior, consideró que “es importante que los Gobiernos permitan la importación y exportación de textiles de segunda mano, pues no solo favorece la economía local de cada país, sino contribuye en la mitigación del impacto medioambiental y la calidad de vida”.
Montoya afirma que a pesar de las oportunidades que se abren, en Colombia no se tiene un consumo básico de ropa usada.
“Aunque la industria está creciendo son necesarias las regulaciones gubernamentales para ayudar a que las prendas de segunda mano puedan recircularse y comercializarse de manera masiva, ayudando a la economía local”, dijo.
Según un reciente informe de Garson & Shaw, el comercio internacional mayorista de ropa de segunda mano mueve actualmente entre US$1.500 y US$3.400 millones anuales. Cada prenda se revende en US$1 a US$5.
Explica además que, por cada 1.000 toneladas de ropa procesada, se generan 70 puestos de trabajo.
“Aumentar la vida útil de una prenda por al menos nueve meses más, reduce entre un 20 % y 30 % la contaminación producida, en comparación con la compra de una nueva prenda. Si todas las personas adquieran ropa de segunda mano en lugar de prendas nuevas durante un año, la reducción energética sería equivalente a la electricidad que consumen 32 millones de hogares al año”, indicó.
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