Advierten que la productividad de Chile está estancada y que no aporta nada al PIB

Un informe privado afirma que esta tendencia lleva 16 años. No obstante, hay una interrupción en las caídas que se observaron en los últimos dos años.

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Chile
15 de enero, 2025 | 02:06 PM

Bloomberg Línea — La productividad en Chile sigue estancada y en 2024 se habría movido entre -0,2% y 0,1% (es decir, apenas negativa o apenas positiva) para la economía agregada e igual cifra para la economía sin minería. Las estimaciones surgen del informe anual Productividad Total de los Factores (PTF) que lleva a cabo la Comisión Nacional de Evaluación y Productividad (CNEP).

Los autores del informe destacaron que aunque el rango proyectado para 2024 (-0,2% y 0,1%) demuestra una interrupción a las caídas sucesivas de la productividad registradas en años anteriores, (rangos de –1,1% y -1% en 2023; y -4,6% y -4,5%, en 2022), “no puede interpretarse como una recuperación estructural ni un cambio de tendencia”. En 2021 y 2022 se había observado un rebote extraordinario por la salida de la pandemia.

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Las cifras obtenidas este año son consistentes con la tendencia de hace 16 años, destacaron desde CNEP: la productividad sigue sin aportar al crecimiento económico del país.

En ese sentido, los analistas detallaron que, mientras en los años 90 las mejoras en productividad superaban el 3% anual, contribuyendo significativamente al crecimiento económico (entre 1991 y 1995, el crecimiento promedio del PIB fue del 7,6% anual, y la productividad aportó aproximadamente el 40% de ese incremento: cerca de 3 puntos porcentuales), en las últimas dos décadas, Chile ha experimentado un estancamiento en su productividad.

Durante la primera década de los 2000, la acumulación de capital reemplazó gradualmente a la productividad como el principal motor del crecimiento. Entre 2001 y 2005, la Productividad Total de Factores creció en promedio un 1,3% anual, pero entre 2006 y 2010 cayó un 0,2% anual promedio, mientras que el capital aportó un 2,7% anual al crecimiento del PIB, consolidándose como el factor predominante para el crecimiento económico.

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Actualmente, la productividad se encuentra un 1,5% por debajo de su nivel prepandemia, lo que refleja una caída en la eficiencia con la que se utilizan los recursos. Aunque el número de trabajadores ha crecido un 4,5% y el stock neto de capital es un 15,7% mayor que en 2019, el nivel de producción, medido a través del PIB real, ha aumentado solo un 9% en el mismo período. Esto significa que, aunque hay más recursos disponibles (trabajo y capital), estos no se están utilizando de manera eficiente para generar un crecimiento proporcional.

“A este ritmo, sin mejoras en eficiencia, la economía chilena tardaría 30 años en duplicar su ingreso”, advirtió el presidente de la CNEP, Raphael Bergoeing. Y añadió: “En cambio, si se lograra un incremento del 1% anual en productividad, ese plazo podría reducirse en casi una década, demostrando su papel fundamental para acelerar el crecimiento y el bienestar económico”.

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Hipótesis que explican el estancamiento de la productividad

El secretario ejecutivo de la CNEP, Rodrigo Krell expresó las causas más importantes del lento crecimiento de la productividad de los últimos años, giran en torno a los siguientes aspectos:

  • Desaceleración de la productividad a nivel global
  • Distorsiones en la asignación eficiente de recursos en la economía
  • Rigideces del mercado laboral
  • Deficiencias del Estado en la entrega de permisos necesarios para la inversión
  • Rezago del sistema educativo y de formación de competencias, además de bajos índices de innovación, investigación y desarrollo.

En esa sintonía, detalló explicó que “la desaceleración de la productividad, no es un problema exclusivo de Chile, sino un fenómeno que se ha extendido a nivel global desde la crisis financiera de 2007.” El crecimiento de la PTF en el mundo ha disminuido drásticamente. Durante el período 2008-2023, este indicador creció apenas un 0,6% anual, muy por debajo de los registros de décadas anteriores. “Esto refleja una tendencia sostenida de menor inversión en tecnología, endurecimiento de condiciones crediticias y menor dinamismo empresarial, elementos que han restringido las posibilidades de avance en numerosos países”, precisó.

En el caso de Chile, además de enfrentar estos desafíos globales, señaló que “existe un problema estructural relacionado con la eficiencia en la asignación de recursos”. En ese sentido, explicó: “Cuando el capital y el trabajo no se destinan a las empresas más productivas, el crecimiento de la economía se ve limitado. Estudios recientes indican que, si logramos mejorar esta asignación, podríamos incrementar la PTF en hasta un 44% para toda la economía. Sin embargo, seguimos enfrentando barreras importantes, como rigideces en el mercado laboral y los largos plazos para la aprobación de proyectos de inversión, que dificultan esta redistribución eficiente”.

Otro factor que ha impedido sostener incrementos en la productividad en el mediano y largo plazo, es el déficit en innovación empresarial. “Los datos muestran que la inversión en investigación y desarrollo (I+D) en Chile es comparativamente baja. En 2022, el gasto en I+D representó solo el 0,39% del PIB, una cifra muy inferior al promedio de la OCDE, que supera el 2,7%. Aunque sabemos que la inversión en I+D es clave para fomentar la innovación y mejorar la productividad, muchas empresas chilenas son reticentes a invertir debido a los largos plazos e incertidumbres asociadas con los retornos de estas iniciativas”, afirmó.

Continuando con el análisis de posibles hipótesis que explican la baja productividad, destacó que si bien la integración de la inteligencia artificial (IA) en usos productivos en Chile es todavía incipiente, su adopción tiene el potencial de transformar profundamente la economía chilena, especialmente en sectores clave como la minería, la agricultura y los servicios.

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Al automatizar tareas rutinarias, mejorar la precisión en los procesos y optimizar la toma de decisiones, podría aumentar la productividad total de los factores al permitir un uso más eficiente de los recursos disponibles. Sin embargo, su verdadero impacto depende de la capacidad de integrar estas tecnologías en las cadenas de valor existentes, complementando las habilidades humanas en lugar de sustituirlas. Esto requerirá esfuerzos significativos en formación laboral, desarrollo de infraestructura tecnológica y un marco regulatorio que fomente la innovación”, amplió Krell.

Puntualizó que, en el caso de Chile, “las empresas aún enfrentan barreras relacionadas con la falta de recursos, capacitación e infraestructura tecnológica”. Aunque hay casos puntuales de éxito, como en la minería, el ejecutivo enfatizó el que el país está “lejos de aprovechar plenamente esta tecnología como un motor de productividad”.