Bloomberg — La provincia argentina de Mendoza, famosa por sus viñedos de Malbec que atraen a turistas de todo el mundo, está tomando medidas para estimular la exploración de sus yacimientos de cobre, que durante mucho tiempo han sido rechazados por las empresas mineras debido a las restricciones y la burocracia.
Las autoridades han identificado una vasta región en la cordillera de los Andes, cuyo tamaño es similar al de Nueva Jersey, donde planean acelerar los permisos ambientales con autorización general para desbloquear proyectos de cobre y aprovechar un mercado en auge del metal necesario para la transición mundial a la electrificación.
“Tenemos más de 300 propiedades mineras en el limbo debido a obstáculos ambientales”, señaló en una entrevista Emilio Guiñazú, titular de la agencia provincial de promoción minera Impulsa Mendoza. “Eso es lo que estamos abordando con esta medida, para que los mineros concreten su deseo de ponerse a trabajar a Mendoza”.
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El mayor producto de exportación de Mendoza es el vino, pero recientemente la provincia, que limita con la potencia del cobre de Chile, ha estado reactivando su industria minera que ha estado inactiva. Las autoridades mendocinas tienen la vista puesta en el metal para cables después de encontrar nuevos inversores para un proyecto de potasio abandonado hace una década, y mientras el nuevo presidente de Argentina, Javier Milei, intenta desregular la economía del país para impulsar el crecimiento.
El impulso de la provincia por el cobre se produce en un momento clave para el metal industrial. El temor a la escasez ha hecho subir los precios a niveles récord y ha llevado a los productores de metales a recorrer todo el mundo en busca de oportunidades para explotar nuevos yacimientos o adquirir rivales.
Aunque en la década de 1980 se detectaron yacimientos de cobre en Mendoza, las autoridades provinciales nunca abrieron las puertas a la minería y hace 20 años que no se realizan prospecciones serias. También se instaló un sentimiento antiminero que culminó en 2019 cuando el entonces gobernador, poniéndose del lado de los ecologistas, vetó una ley que habría permitido a los mineros utilizar productos químicos como cianuro y ácido sulfúrico.
Los proyectos a los que Mendoza apunta ahora en su región de Malargüe, al sureste de El Teniente en Chile, una de las mayores minas de cobre del mundo propiedad de Codelco, producirían el metal sin esos químicos prohibidos.
“Tenemos que dejar de llorar por lo que no podemos hacer y concentrarnos en lo que sí podemos hacer”, dijo Guiñazú.
Fortescue Ltd., First Quantum Minerals Ltd. y otras mineras menores canadienses han manifestado su interés en los yacimientos, señala Guiñazú. Fortescue, con sede en Perth, y First Quantum, de Vancouver, no respondieron a solicitudes de comentarios.
Además de la autorización ambiental general en Malargüe, que podría llegar en septiembre, los legisladores modificaron recientemente el código minero de Mendoza para reducir la burocracia y establecer condiciones más claras para hacer negocios.
Malargüe está lista para el desarrollo, ya que las comunidades están interesadas en la inversión y los puestos de trabajo que la minería puede generar, con concesiones por debajo de la altitud de los glaciares protegidos y lo suficientemente lejos de los viñedos como para que la competencia por el agua no sea un problema, explicó Guiñazú. Los proyectos de cobre en la provincia de San Juan, que limita al norte con Mendoza, enfrentan estos problemas medioambientales y sociales.
Entre los actuales propietarios en Malargüe se encuentra el magnate local de la energía Marcelo Mindlin —uno de los varios petroleros argentinos que están dando un giro hacia los metales— y el grupo chino Hanaq, según Guiñazú.
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