Se cumplen cinco años de la corrida cambiaria que dio fin a la primavera macrista

El 25 de abril de 2018 el Banco Central debió vender US$1.471 millones para frenar al dólar, pero en los días siguientes desató una devaluación imparable

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Buenos Aires — Un día como hoy, pero hace cinco años, el Gobierno del expresidente Mauricio Macri se chocaba de frente con los desequilibrios económicos que venía acumulando la Argentina y se desataba en el país una corrida imparable contra el peso. Aquel 25 de abril de 2018, el Banco Central de la República Argentina (BCRA) debió vender US$1.471 millones en el mercado cambiario para lograr contener la divisa.

Con los días, cualquier muro de contención que colocara el BCRA parecía insuficiente para frenar la divisa que, hasta el mencionado 25 de abril costaba $20,55 en el segmento minorista, pero pronto empezó a avanzar con fuerza: para el 14 de junio ya costaba $28,44 en la punta vendedora. Se menciona aquel día porque fue la fecha en la que renunció a la Presidencia del Banco Central Federico Sturzengger, abrumado por la crisis cambiaria.

Yendo un poco para atrás, el 2017 había sido un año bueno para la Argentina, o al menos así lo veían los agentes económicos: el país se había expandido 2,9%, los salarios venían creciendo en términos reales, el tipo de cambio lucía tranquilo y los instrumentos financieros estaban en precios históricamente altos. De hecho, esta misma onda positiva continuó en el primer cuatrimestre de 2018, cuando el Merval llegó alcanzar su techo de US$1.813 (el 31 de enero).

Pero en abril de 2018 los inversores decidieron dejar el país y quedó al descubierto la fragilidad del peso.

La pesadilla cambiaria

Existen diversas factores que pudieron haber detonado la primera corrida de abril de 2018: el país afrontaba una fuerte sequía, la Reserva Federal de los Estados Unidos (Fed) estaba endureciendo su tasa de política monetaria, el mercado estaba muy enojado por una conferencia de prensa que había tenido que dar Sturzenegger rodeado por miembros del equipo económico el 28 de diciembre de 2017 (llamada coloquialmente 28D) y, además, faltaban horas para que comenzara a regir un impuesto a la renta financiera que afectaba a inversores extranjeros.

Dato de color: aquel tributo, que se activó el 26 de abril, un día después del inicio del a corrida, había sido impulsado por el hoy ministro de Economía y entonces diputado nacional, Sergio Massa.

Sin embargo, para algunos analistas lo mencionado en el párrafo precedente fueron gatillos que activaron una crisis que se venía incubando al calor de una serie de desequilibrios macroeconómicos.

Fue una crisis por balanza de pagos”, resumió Gabriel Caamaño, director de la consultora Ledesma. El ejecutivo destacó que hubo una combinación de herencia recibida por el Gobierno con la forma en que el propio gobierno encaró la corrección de esos desequilibrios con su plan económico.

Al respecto, Caamaño resaltó la diferencia de velocidades entre la forma en la que el Gobierno atacó la corrección fiscal con el ritmo al que el Banco Central aplicó a la corrección monetaria. “Eso no significa que el BCRA tuviera que estar subordinado a la política fiscal, pero sí que ambas estrategias no eran consistentes entre sí”, aclaró.

En línea con lo mencionado, Caamaño indicó que esta situación generó que, para que la política monetaria pudiera alcanzar sus objetivos tuviera que colocar pusiera una sobretasa real demasiado alta, porque la política fiscal era inconsistente en un contexto de apertura de la cuenta capital.

Eso generó apreciación real, acumulación de pasivos remunerados en el Banco Central que tenían como contrapartida inversores extranjeros que se estaban colocando en pesos en búsqueda de ese diferencial de tasa. Todas cosas que después se corrigen abruptamente a partir de ese momento. Es una crisis por balanza de pagos bastante clásica, digamos”, sintetizó el economista.

El caldo de cultivo y los detonantes

El director de Anker Latinoamérica, Martín Vauthier, diferenció: “En este tipo de crisis siempre hay razones macroeconómicas de fondo, que dejan a la economía expuesta a este tipo de eventos, y después hay situaciones puntuales que pueden ser los detonantes”. Entre estas últimas, Vauthier resaltó:

  • “La economía, en términos macro, venía con una consolidación fiscal más lenta de lo que el mercado esperaba”
  • “El tipo de cambio se venía atrasando desde 2017 y eso había llevado a un déficit de cuenta corriente muy significativo y se habían eliminado los controles de capital, por lo que las expectativas se priceaban muy rápido en el mercado cambiario”.
  • En 2018 hubo una sequía, que implicó una reducción significativa en el ingreso de divisas, en un contexto en el que déficit de cuenta corriente ya era elevado”.
  • “Hubo un deterioro en el contexto internacional con el sesgo hawkish de la Fed”.
  • “El evento puntual que detonó todo fue el impuesto que gravaba la tenencia de Lebac por parte de extranjeros”.

Asimismo, Fernando Baer, economista asociado en Quantum Finanzas, señaló que los dos disparadores mas potentes de las corridas, también asociados a crisis de balanza de pagos y financiamiento, fueron: la sequia y la colocación de deuda de US$9.000 millones que se hizo en ese momento. “El propio mercado esperaba que el Ministerio tomase mucha menos deuda”, aseguró Baer.

Además, destacó que “el contexto internacional no ayudó”.

Cinco años debacle

Las corridas de 2018 generaron una pérdida de credibilidad en el Gobierno de Macri y eso sumó volatilidad al dólar y apuntaló la inflación (que terminó aquel año en 47,6%). En 2019 la situación se volvió más dantesca luego de que las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias le dieran una ventaja de 20 puntos a la fórmula compuesta por Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner: el 12 de agosto, posterior a los comicios, el dólar se volvió a disparar y el Merval tuvo la segunda mayor caída bursátil de la historia del capitalismo global.

Por otro lado, en 2019 la inflación terminó en 53,8%.

En 2020, el Gobierno del Frente de Todos, al calor de la pandemia, amplificó los desequilibrios con una megaemisión de pesos y, al mismo tiempo, devolviendo todos los subsidios energéticos que el macrismo había recortado.

Si bien en 2020 la inflación fue acotada 36,1%, la emisión descontrolada siguió impactando en los años subsiguientes: en 2021 Argentina tuvo una inflación de 50,9% y en 2022 alcanzó el 94,8%. Actualmente, los precios viajan por encima del 100% anual.

La cara más dolorosa de esta crisis es, por otra parte, el incremento de la pobreza. En el segundo semestre de 2017 el 25,7% de los argentinos era pobre, mientras que, al terminar 2022, esa cifra había llegado a 39,2%.

El dólar oficial minorista terminaría aquel año costando $38,83 y ya para 2019, al terminar el Gobierno de Mauricio Macri, la divisa se situaba en $63 y el blue en $70. Es cierto, parecen nominalidades bajas si tenemos en cuenta que hoy, en 2023, el dólar blue supera los $460.