Buenos Aires — La osada apuesta de Sergio Massa cumplió un año. Doce meses pasaron desde que el tigrense juró como ministro de Economía de la Argentina, una jugada arriesgada dado el delicado contexto económico que atravesaba -y aún atraviesa- el país, y las múltiples distorsiones que debería enfrentar quien nunca escondió sus ambiciones de llegar a la Casa Rosada.
Tras lograr ese primer paso que significó llegar al Palacio de Hacienda, el segundo sería estabilizar la economía y dejar atrás la turbulencia cambiaria, para así erigirse como el candidato natural del oficialismo. Más allá de algunas desprolijidades finales, Massa logró convencer a propios y no tan propios de encabezar la fórmula presidencial de Unión por la Patria.
Pero ahora deberá dar el último paso, acaso el más difícil: tendrá que desafiar a las estadísticas y demostrar que un ministro de Economía puede ser competitivo con una inflación superior al 100% anual, deuda récord y presión cambiaria.
Dólar y tensión cambiaria
Massa desembarcó en el Ministerio de Economía a principios de agosto de 2022, en medio de una fuerte turbulencia cambiaria que se había desatado tras la salida de Martín Guzmán y a la que Silvina Batakis, en su breve paso por Economía, no logró contener.
Cuando se confirmó la llegada de Sergio Massa a Economía, el 28 de julio de 2022, el dólar blue se ubicaba en $314, luego de haber tocado un pico de $338 en las semanas previas. Según cálculos de Romano Group, a precios de hoy esos picos del paralelo de fines de julio de 2022, ajustados por el Tipo de Cambio Real Multilateral (TCRM), equivaldrían a unos $682.
El dólar informal hoy se ubica en $570, todavía por debajo de aquellos valores de pánico de julio de 2022 y de los $195 de octubre de 2020, el máximo de la gestión de Alberto Fernández en términos reales, que equivaldrían hoy a $857 ajustados por el TCRM.
Si bien la llegada de Massa a Economía ayudó a despejar los temores de una espiralización de los dólares paralelos, lo cierto es que en las últimas semanas la tensión cambiaria regresó de la mano de la escases de dólares en las arcas del Banco Central y expectativas de devaluación que aún se mantienen a pesar del nuevo acuerdo alcanzado con el FMI (tal vez uno de los principales hitos de la gestión teniendo en cuenta que el país incumplió prácticamente todas las metas fijadas originalmente) y la devaluación fiscal anunciada por el equipo económico del Gobierno.
A pesar de este nivel de reservas negativas récord, los depósitos en dólares del sector privado -acaso otro de los principales termómetros de los períodos de tensión cambiaria- se mantuvieron relativamente estables en niveles bajos. Cuando asumió Massa, a fines de julio de 2022, se ubicaban en US$14.670 millones mientras que un año después (al 31 de julio, último dato oficial disponible) se situaban en US$15.570 millones. El nivel de depósitos, no obstante, tuvo su techo de US$16.510 millones de fines de febrero, menos de la mitad del récord histórico de US$32.492 millones registrado el 9 de agosto de 2019, el último día hábil previo a las PASO de ese año.
Emisión e inflación
Para intentar acumular reservas y disipar las fuertes expectativas de devaluación, en un contexto en el que la fuerte sequía derrumbó las exportaciones del agro y generó pérdidas estimadas en US$20.000 millones, Massa diseñó los llamados Programas de Incremento Exportador (PIE), que más que incrementar las exportaciones apenas lograron adelantarlas.
Pero la contracara de estos PIE -más conocidos como dólar soja en las primeras tres ediciones y dólar maíz en la versión actual- fue la montaña de pesos que debió emitir el Banco Central para saldar la diferencia entre aquellas divisas que compra caras y vende baratas.
En las primeras dos etapas del programa, en septiembre y diciembre pasados, el BCRA habría emitido unos $2 billones, según estimaciones privadas. La tercera edición, que para la soja se extendió hasta fines de mayo, dejó una emisión de otros $680.000 millones más, mientras que la actual versión viene mostrando un ritmo de emisión monetaria superior a las versiones del dólar soja 2 y 3, pero inferior al de la primera.
A ello, se sumaron las asistencias directas del BCRA al Tesoro, que en estos últimos 12 meses ascienden a $1,93 billones, la emisión endógena para el pago de intereses de Leliq y pases -que desde principios agosto de 2022 a hoy suman $8,25 billones- y las asistencias indirectas a través de la compra de títulos en pesos en el mercado secundario. Por esta última vía, estimaciones privadas marcan que se emitieron $1,9 billones en 2022 y $1 billón adicional desde que empezó el año.
Entre las variables económicas que más dolores de cabeza le generaron al Gobierno, difícilmente pueda identificarse una que supere a la inflación. Cuando Massa desembarcó en al Palacio de Hacienda, la inflación mensual de julio se había acelerado a la zona del 7,4% tras el cimbronazo cambiario provocado tras la salida de Guzmán. Pero en los seis meses previos, el Índice de Precios al Consumidor promediaba 5,3% mensual.
Ese pico de 7,4%, lejos de ser un techo, ya fue superado en tres oportunidades este año: marzo (7,7%), abril (8,4%) y mayo (7,8%). Es decir, en tres de los últimos cuatro meses de los que se tiene registro. Y de los últimos 11 meses de los que se tiene registro -es decir, de agosto de 2022 a junio de 2023, último dato oficial publicado por el Indec-, apenas en uno la inflación mensual fue inferior a 5% (4,9% en noviembre pasado).
Desde que Massa desembarcó en el Palacio de Hacienda, la inflación mensual promedio se situó en 6,5%, mientras que la inflación interanual saltó de la zona del 78,5% al 115,6%.
Deuda y reservas
Ante la necesidad de aspirar ese excedente de pesos y evitar que presionen aún más a la inflación, el stock de pasivos remunerados del BCRA pasó de niveles de $6,94 billones a fines de julio del año pasado a más de $17 billones en la actualidad. Así, la bola de Leliq (aunque también de pases) acumuló un incremento de casi 145% en 12 meses, por encima de la inflación acumulada en el período. Los más de $17 billones equivalen a unos 9,7 puntos del PBI.
De la mano de ese aumento y de las posteriores subas de tasa de política monetaria -pasó de 60% de TNA al 97% actual, unos 37 puntos porcentuales más-, la deuda del BCRA pasó de devengar intereses por unos $292.000 millones en julio pasado a más de $1 billón por mes hoy.
La deuda pública también creció. Durante la gestión de Sergio Massa, los anuncios de nuevo endeudamiento con organismos internacionales se multiplicaron y que la deuda pública consolidada del país superó, por primera vez en junio, los US$400.000 millones. También creció, durante este período, la deuda con importadores y, tras el último pago al Fondo Monetario Internacional (FMI), el Gobierno habría consumido el primer tramo de US$5.000 millones del swap de monedas con China en su totalidad y ya estaría utilizando divisas del segundo.
Las reservas internacionales, por su parte, cayeron de US$39.217 millones aquel 28 de julio en que se confirmó su llegada al Ministerio de Economía a US$24.145 millones de acuerdo al cierre provisorio de ayer informado por el BCRA. Las reservas netas, coinciden la mayoría de los analistas privados, pasaron a ser negativas en al menos unos US$9.000 millones.
Por último, la pobreza se mantiene en niveles apenas por debajo del 40% de la población, el desempleo en torno al 7% y la economía caería al menos 2% este año.
Balance del primer año de gestión de Massa
Un informe de la consultora Romano Group, al que Bloomberg Línea accedió en exclusiva, analizó el primer año de Sergio Massa al frente del Palacio de Hacienda y concluyó que su gestión “se avocó a evitar una explosión de los dólares financieros y de la inflación”.
Respecto del primer punto, señalaron que si se considera que el dólar de pánico de octubre de 2020 equivaldría hoy a $856 o que el dólar de julio de 2022 (previo al desembarco de Massa) sería a valores de hoy de $684, “podríamos concluir que es el único punto en el que dicha gestión ha logrado mejores resultados que la anterior de Guzmán”.
En materia inflacionaria, en cambio, desde la firma indicaron que “haciendo un análisis monetario-fiscal, la indisciplina se profundizó y los desequilibrios han deteriorado aún más la economía”, con la actividad cayendo un 5,5% interanual, y proyectando una caída del 3% para fines de 2023.
“Utilizar la tasa de interés como mecanismo de contención de los dólares financieros solo ha profundizado el deterioro del balance del Banco Central, potenciando los fundamentos de la emisión futura e inflación latente, y deteriorando de manera robusta la actividad económica, estrangulando el crédito”, expresó el informe firmado por los economistas Alfredo Romano, Salvador Vitelli y Gastón Banchero.