Bloomberg — Como exministra de Seguridad de la Argentina, Patricia Bullrich es conocida por su historial de mano dura contra las drogas y el crimen violento. Ahora intenta convertir esa férrea reputación en votos para convertirse en presidenta de un país al borde del precipicio económico.
Mientras Argentina se hunde cada vez más en el caos, la inflación anual supera el 100% y su moneda pierde valor, Bullrich afirma que el país pide a gritos un enfoque de línea dura como el suyo para hacer frente a los crecientes desafíos. Las encuestas sugieren que los votantes podrían estar de acuerdo.
“Argentina necesita un cambio”, dijo Bullrich, de 66 años, en una entrevista en su sede de campaña en Buenos Aires, con vistas a la histórica Plaza de Mayo, a sólo una cuadra de la Casa Rosada. “Necesita un cambio de cultura, del populismo a un capitalismo basado en reglas. Eso exigirá un carácter fuerte”.
Ella es una de los dos principales candidatos que compiten por representar a la coalición opositora Juntos por el Cambio en las elecciones de octubre que, según todas las encuestas, serán calamitosas para la fuerza gobernante, el Frente de Todos, lo que abre el camino a un cambio de gobierno. Dado que Argentina ya ha recibido un programa de US$44.000 millones del Fondo Monetario Internacional que no ha podido frenar su caída, el panorama político es tan volátil como el económico y financiero, y amenaza con más turbulencias en el futuro.
En ese contexto, el tono duro de Bullrich ayuda a diferenciarla, y no simplemente porque la seguridad esté entre los temas principales para los votantes, dijo Juan Germano, director de la encuestadora Isonomía. “La narrativa que ella ofrece está en línea con la actual sensación de crisis”, dijo. “Refleja los tiempos que corren”.
Los argentinos están acostumbrados a la incertidumbre, pero el momento actual es especialmente precario. La economía se hunde en una recesión mientras la persistente inflación de tres dígitos aniquila los salarios. Para colmo, una sequía sin precedentes ha destruido cosechas preciosas como el maíz, la soja y el trigo, que proporcionan dólares esenciales para la exportación.
Tal es la carnicería que la candidatura peronista sigue en blanco hasta ahora, después de que tanto el Presidente Alberto Fernández como la Vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner dijeran que no se presentarán a las elecciones. Javier Milei, un outsider incendiario, se está abriendo paso con una plataforma de derribo centrada en el incesante flujo de malas noticias.
Algunos analistas la ven como la respuesta para los votantes que no soportan las payasadas de Milei, no toleran a los peronistas y se impacientan con el enfoque cuidadosamente coreografiado de búsqueda de consenso de su principal rival, el dos veces alcalde de la ciudad de Buenos Aires Horacio Rodríguez Larreta. Y aunque Bullrich y Milei están aprovechando el mismo pozo de desafección, ella hace hincapié en el respeto a las instituciones y al Estado de Derecho.
“En las elecciones, los candidatos dicen que van a cazar un oso”, dijo Joaquín de la Torre, senador y alcalde durante muchos años, que compite por la gobernación de la provincia de Buenos Aires en su candidatura. “Pero los votantes tienen que mirar quién tiene ya la piel del oso en la espalda”. Bullrich, agregó, “tiene el coraje de hacer lo que haga falta”.
Para contrarrestar una crisis económica que, según ella, “se le está yendo de las manos”, Bullrich propone eliminar los controles cambiarios, que considera uno de los principales responsables de los males del país. Son “una restricción para todas las inversiones y el crecimiento que necesitamos”, y su eliminación permitiría recuperar las exportaciones y apuntalar las reservas, dijo.
Más esquivo es un plan detallado de Bullrich, o de cualquier otro candidato, para desenredar la telaraña de controles que necesitan ser desarmados como si fueran un lío de cables en una bomba de tiempo.
Como es común en Argentina, los controles monetarios de emergencia promulgados en 2019 por el entonces presidente Mauricio Macri al final de su gobierno sacudido por la crisis se convirtieron en permanentes bajo Fernández, quien agregó una letanía de impuestos, restricciones y otras herramientas para poner al peso en una camisa de fuerza. Las limitaciones han empujado a los argentinos al mercado negro, donde el tipo de cambio del peso es aproximadamente el doble del oficial.
Aunque Bullrich, que fue ministra de Seguridad con Macri, dijo que los detalles de su plan dependerían de la rápida evolución del tipo de cambio, está pensando en un peso flotante dentro de ciertas bandas. También está estudiando opciones para un sistema “bimonetario” como en Uruguay o Perú, donde el dólar estadounidense coexiste formalmente con las monedas locales.
Sin duda, su propuesta sobre los controles se asemeja al libro de jugadas de Macri, que en última instancia llevó al país a solicitar el apoyo del FMI después de una crisis monetaria. La lección, dice, es llevar a cabo las reformas con rapidez y claridad, y que el error del gobierno de Macri fue no reducir el gasto público de inmediato, o atreverse a hacer reformas sociales y laborales clave.
Prisión y exilio
Ahí es donde Bullrich dice que ella sería diferente, ofreciendo lo que sus partidarios argumentan que es una distinción clave frente a Larreta. Una primaria en agosto decidirá la nominación.
Humberto Schiavoni, senador de Juntos por el Cambio que ha apoyado públicamente a Bullrich, elogia su “coraje, convicción y determinación para enfrentar los problemas y avanzar con los cambios que el país necesita.”
Si es así, se perfeccionó pronto.
En su adolescencia acudió a la llamada de los ideales socialistas durante la dictadura militar argentina y se afilió a la Juventud Peronista, participando en un acto para conmemorar el regreso del entonces exiliado Juan Domingo Perón que acabó con las fuerzas de seguridad disparando contra sus partidarios. Durante los años de represión de los organizadores de izquierda, pasó tiempo en prisión y en el exilio en Brasil, México y Europa.
Se sincera sobre sus acciones de entonces, renegando de los ideales del movimiento, aunque no de la actividad política de aquellos días. “Rápidamente me di cuenta de que ese camino conducía a un país sin crecimiento, sin Estado de Derecho, y me aparté”, afirma.
Abandonó el peronismo en 1997 para fundar su propio partido, Unión por Todos. En 1999 fue Ministra de Trabajo y Seguridad Social del gobierno de centroizquierda de Fernando de la Rúa, que terminó con el impago de la deuda y la crisis económica de 2001. En la actualidad, cita a Angela Merkel como figura política a la que admira por “su prudencia y su fuerza”, junto con Winston Churchill, un político famoso por su combatividad. Al igual que Merkel, es doctora en Ciencias Políticas.
Tras la destitución de Macri en 2019, Bullrich recorrió el país criticando los largos cierres patronales y denunciando la corrupción y la falta de seguridad. Los agricultores, un importante electorado, fueron de los primeros en abrazarla.
Si es elegida, su presidencia comenzaría con una serie de reformas para reducir la burocracia y promover la creación de empleo formal mediante la revisión de las leyes laborales, según su director de políticas públicas, Alberto Fohrig, que asistió a la entrevista. Su objetivo sería dotar al banco central de independencia jurídica y buscar un “colchón” de fondos frescos para disipar las preocupaciones sobre las reservas, lo que probablemente daría lugar a conversaciones con el FMI sobre el plan actual.
Intentará cumplir sus obligaciones con los tenedores de bonos privados, tratando de aplazar los pagos pero sin una reestructuración que afectaría directamente a los precios de los bonos. “No vamos a entrar en suspensión de pagos”, afirmó. “Argentina tiene una mala imagen en el mundo por todos los impagos que hicimos en nuestra historia”.
Cambiar la trayectoria económica del país está lejos de ser sencillo, y los inversores la observan de cerca. Bullrich encabezó una encuesta informal de intención de voto entre los principales líderes empresariales argentinos, con 28 papeletas frente a los 25 votos de Larreta, los tres de Milei y los dos de Fernández.
Bullrich sabe de dónde vienen esos líderes: su prominente linaje se extiende desde el héroe de la independencia argentina Juan Martín de Pueyrredón hasta su tío abuelo, que fundó el neoclásico mercado de ganado donde antaño se subastaban los toros premiados y que ahora sirve como uno de los centros comerciales más lujosos de la capital, el Patio Bullrich.
No obstante, subraya su determinación de seguir su propio camino y afirma que ofrece la “garantía de valentía” que Argentina necesita en estos momentos.
“Nunca tuve el prejuicio de alguien que viene de una familia de apellidos conocidos”, dice. “Siempre estuve en la tierra, un poco salvaje”.
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