Bloomberg — (Bloomberg) -- Este mes, desde el Milken Institute de Beverly Hills, un radiante Elon Musk levantó ambos pulgares en signo de aprobación junto al presidente Javier Milei y lanzó una recomendación de invertir en Argentina.
Eso ocurrió un día antes de que el multimillonario Stanley Druckenmiller adulara al presidente argentino en una entrevista en la CNBC. El inversor de Silicon Valley Peter Thiel le visitó en el palacio presidencial en febrero, y de nuevo hace unas semanas. En mayo, el gurú del riesgo político Ian Bremmer elogió las políticas de Milei en un vídeo de ocho minutos, afirmando que sus recortes del gasto público eran justo lo que el país necesitaba tras años de galopante inflación y lento crecimiento.
Pero la austeridad que impulsa el optimismo de Wall Street —la misma que hace subir los precios de los bonos y fortalece el peso— está teniendo un efecto devastador en Argentina, donde para ahorrar dinero se han paralizado más de 2.000 proyectos de obras públicas, a pesar de que algunos estaban casi terminados. Los críticos se preguntan cuánto tiempo podrán mantenerse los recortes del gasto sin dañar permanentemente la economía o deshilachar el tejido social. Especulan que, en algún momento, la combinación de la caída de ingresos, la pérdida de empleos, el aumento de las tarifas del metro, el incremento de los costos energéticos y el deterioro de las infraestructuras podría socavar el mandato de Milei.
Dos días después de que Musk se deshiciera en halagos hacia Milei, unos 40 niños abrigados hasta los dientes se tambaleaban alrededor de un frío garaje al aire libre en las afueras de Buenos Aires porque la actual Administración había pausado las obras de renovación de una guardería en la ciudad de Florencio Varela. El lugar, de nombre Pequeño Rayo de Sol, estaba detrás de una valla blanca recién pintada, solo faltaba conectar el gas y entregar las llaves. Pero eso cuesta dinero, y Milei no gasta.
“Acá se juega la dignidad de miles de pibes”, dijo Carina Andrea Ferreyra, directora de la guardería gestionada por el Estado, que funciona en el garaje de su casa desde hace más de 18 meses, a pesar de que no recibe un peso de alquiler. “Ellos creen que este es su lugar porque no saben que hay otro mejor”.
Por supuesto, nadie piensa que Milei esté planeando una venganza contra los niños. Por el contrario, lo que ocurre es lo que el presidente advirtió que se avecinaría tras su toma de posesión con la promesa de una “terapia de choque”: un apretón de cinturón increíblemente doloroso, aunque esperemos que temporal, que causará sufrimiento a corto plazo. Los sacrificios —una característica del plan de Milei, no un defecto— pretenden acabar con una inflación que se acercó al 300% en abril y reparar una economía que lleva décadas rindiendo por debajo de sus posibilidades.
Los recortes presupuestarios de Milei han incluido aplicar el plan motosierra contra la seguridad social y los salarios públicos, así como los subsidios al consumo. También ha retenido unos US$2.000 millones en pagos a empresas energéticas como parte de sus esfuerzos de austeridad.
Los primeros indicios apuntan a que la frugalidad está funcionando. Argentina ha registrado recientemente su primer superávit trimestral en 16 años, lo que ha sido celebrado por el Fondo Monetario Internacional en su última revisión del programa de rescate del país, dotado con US$44.000 millones.
Tal vez lo más significativo sea que el aumento mensual de los precios se ha ralentizado desde que Milei asumió el cargo el 10 de diciembre, pasando del 25,5% ese mismo mes a un 8,8% en abril. Su equipo económico considera que la tendencia continuará, y los inversores se han visto recompensados. Desde que Milei ganó las elecciones en noviembre, los bonos argentinos de referencia denominados en dólares con vencimiento en 2035 han rendido alrededor del 65%, según datos recopilados por Bloomberg.
Pero el malestar social se cierne como una amenaza significativa en un país con una tolerancia históricamente frágil a la austeridad. En el pasado, los intentos de apretarse el cinturón resultaban en revueltas a pedradas a las puertas del Congreso. Sin embargo, las dos huelgas nacionales recientes contra Milei no han mermado su popularidad, que sigue siendo una de las más altas de América Latina. El presidente apareció hace poco en la portada de la revista Time en un artículo sobre los primeros días de su mandato.
“El mercado está un poco más eufórico que lo que nosotros creemos que debería estar por los fundamentos de la macro”, dijo Gonzalo Lacunza, economista de Empiria, una consultora con sede en Buenos Aires. “Pero también es cierto que hay un mensaje clarísimo en alcanzar un superávit, de la forma que haga falta”.
Los funcionarios de Florencio Varela dicen que se vieron obstaculizados en sus esfuerzos por averiguar de sus contrapartes federales qué estaba pasando con la guardería. Después de que Bloomberg News presionara al Gobierno para que hiciera comentarios, el vocero de Milei dijo que los funcionarios federales están trabajando para abrir ésta y otras cinco guarderías.
La estancia infantil es una de las más de 500 que el Gobierno anterior prometió, pero nunca terminó para las familias de un país donde más del 40% de la población vive por debajo del umbral de la pobreza. Los grandes proyectos de carreteras, puentes y viviendas iniciados por Gobiernos anteriores también se han puesto en pausa, sin que se sepa con certeza cuándo se reanudarán o si se reanudarán.
En declaraciones públicas, Milei ha afirmado que los proyectos de obras públicas son un caldo de cultivo de corrupción, sobornos y mala gestión, y que en adelante serán gestionados por el sector privado. Se ha jactado de haber reducido el gasto en infraestructuras en un 87% en el primer trimestre con respecto al mismo periodo del año anterior.
“En términos generales, y por una cuestión de sentido común, aquellas obras que están a punto de finalizarse, se finalizarán”, dijo en una entrevista el secretario de Finanzas, Pablo Quirno. “En todo cambio de Gobierno hay una transición. Estamos en ese proceso”.
El colapso de la obra pública hizo que la construcción cayera en picada en marzo. La actividad se desplomó un 42%, su peor caída anual desde el pico de los paros por la pandemia. De noviembre a febrero, Argentina perdió 48.000 empleos en la construcción, el 11% del total del sector, según el organismo nacional de estadística.
“En la obra pública nacional, pasamos de 100 a cero. Nunca vi algo así”, dijo Gustavo Weiss, presidente de la Cámara Argentina de la Construcción. “Los países más desarrollados tienen necesidades de infraestructuras importantes, y los países menos desarrollados como el nuestro tienen infinitas necesidades”.
Los gobernadores provinciales y otros defensores del gasto en infraestructuras afirman que sin carreteras, puertos, túneles y puentes en funcionamiento, la economía no avanza. Los gobernadores de las provincias patagónicas de Río Negro y Neuquén enviaron este mes una solicitud formal al Gobierno federal para que éste les entregue el control de cuatro autopistas clave que, según afirman, se están cayendo a pedazos, informó el diario La Nación.
En Burzaco, un centro industrial situado a una hora al sur de la ciudad de Buenos Aires, se ha paralizado la construcción de un paso subterráneo casi completo para una autopista provincial. El proyecto pretende aliviar la congestión en un tramo de cuatro manzanas de la carretera que puede tardar hasta 20 minutos en cruzarse en hora pico. El proyecto, de unos US$2,9 millones y financiado por el Gobierno federal, debía haberse terminado el año pasado, pero tardó más de lo previsto. Las obras se interrumpieron en enero por falta de fondos.
“Es una pena”, afirma Jorge Reigada, de 60 años, comerciante de la zona. Comprende las razones del esfuerzo de austeridad de Milei, e incluso las valora hasta cierto punto. Pero lamenta su carácter indiscriminado. “Todas las obras públicas se meten en el mismo saco, cuando debería haber prioridades”.
--Con la colaboración de Kevin Simauchi.
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