El sueño de Macri de volver a la OCDE renace en Rodríguez Larreta: este es su plan

El precandidato a presidente por JxC puso la mira en un viejo anhelo de Macri. La oportunidad que aun no se perdió y qué beneficios implicaría para el país

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Buenos Aires — Una de las prioridades que se había trazado Mauricio Macri para su presidencia podría hacerse realidad de la mano de Horacio Rodríguez Larreta. A pesar de los fuertes cruces y las dudas que han surgido en los últimos días respecto de la unidad de Juntos por el Cambio, el jefe de Gobierno porteño puso la mira en un viejo anhelo del fundador del PRO: el ingreso de Argentina a la OCDE. Aunque para ello deberá llegar a la Casa Rosada el próximo 10 de diciembre.

Larreta tendrá dos ventajas en esa búsqueda. La primera, fundamental, es que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos ya extendió la invitación al país. La otra es que contará con un contexto internacional más benévolo. Pese a ello, e incluso si el alcalde de Buenos Aires fuera el próximo presidente del país, el ingreso no será inmediato.

Una invitación sin respuesta

El mes que viene se cumplirá un año y medio desde que la Argentina recibió la invitación de la OCDE para comenzar su proceso de acceso. Pero el gobierno nunca respondió a esa convocatoria para la que la gestión anterior había trabajado de manera ardua.

Entre quienes conocen los pormenores de la negociación entre Argentina y la OCDE señalan que esa invitación incluso sorprendió al gobierno de Alberto Fernández, ya que era un tema que no estaba siquiera bajo el radar de la actual gestión. Ese presunto desconocimiento habría sido uno de los motivos por los que la actual gestión nunca respondió a la invitación.

Otra razón sería que, cuando el país recibió la invitación, el 25 de enero de 2022, el Gobierno argentino estaba en el punto más álgido de una negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI), que terminó cerrándose apenas tres días después.

Pero además, habría habido un tercer motivo que llevó al país a no contestar esa invitación, más ligado a cuestiones ideológicas: una supuesta negativa de uno de los sectores más duros del oficialismo, ligados a la actual vicepresidenta Cristina Kirchner, que interpretó que aceptar implicaba someterse a condicionalidades externas.

Pero independientemente de las conjeturas, y a diferencia del resto de los países que recibieron esa invitación (Brasil, Bulgaria, Croacia, Perú y Rumania), lo cierto es que la Argentina nunca le respondió a la OCDE.

Esa no respuesta es hoy una oportunidad para el equipo de Rodríguez Larreta, que celebra que la opción siga en pie y no haya sido rechazada.

En paralelo, tanto el gobierno de Jair Bolsonaro en Brasil como de Pedro Castillo en Perú, con evidentes signos ideológicos distintos, aceptaron la propuesta y a pesar de que ninguno de los dos mandatarios sigue en el cargo, ambos países avanzan decididamente en el proceso de acceso.

Beneficios de ingresar a la OCDE

Ante este panorama, el equipo de Rodríguez Larreta puso los ojos en esta oportunidad que aún permanece abierta. Para ello, sumó recientemente a Marcelo Scaglione, quien fuera representante del Ministerio de Hacienda ante la OCDE durante el gobierno de Mauricio Macri.

Bajo la órbita de Fernando Straface, secretario general y encargado de Relaciones Internacionales de la Ciudad de Buenos Aires, Scaglione reinició el camino para que el país pueda cumplir aquel viejo anhelo de Macri.

Al hecho de que Argentina aún tiene en su poder la invitación para el ingreso se sumarían, además, mejores condiciones externas. Tanto por la guerra en Ucrania como por otros factores, la alianza del transatlántico volvió a fortalecerse en estos últimos años y tanto Europa como Estados Unidos tendrían mayor interés en el ingreso argentino.

La incorporación a la OCDE formaría parte de un programa de shock de confianza internacional (también apunta a reimpulsar el acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea) que se sumaría a los programas de estabilización política y económica. Estos tres serían los ejes centrales que intentaría poner en marcha el larretismo en caso de llegar a la presidencia.

Consultado respecto a cuáles son los beneficios de que el país ingrese a este organismo multilateral creado en 1961 y que tiene sus raíces en el Plan Marshall, Scaglione dice que “está demostrado que aquellos países subdesarrollados que ingresan a la OCDE pasan a ser desarrollados en 25 años”.

Como ejemplo de ello, cita el caso de Corea del Sur, que ingresó en la OCDE en 1996 con un PBI per cápita de US$14.000, muy por debajo de los US$48.000 de hoy. “Subió 230% en menos de 25 años”, dice.

Pero eso, agrega, no sucede por arte de magia. En ese período, deben realizar una serie de transformaciones vinculadas a la calidad institucional, el desarrollo productivo o el bienestar social a través de la educación y la salud.

Un sello calidad y beneficios de corto plazo

Scaglione también indica que hay beneficios de corto plazo en el acceso. Entre ellos, una baja del costo de capital e impacto en la calificación de riesgo. Eso, explica, allana el camino para inversiones productivas que se vuelcan directamente en el territorio y economías regionales.

Pero además, pasar a formar parte del organismo implica una oportunidad de comercio, ya que entre los 38 países miembro originan el 75% de la inversión y el 60% del comercio global. Es una forma de abrir una puerta a un mercado de 500 millones de consumidores. “Eso haría que se termine el problema de la escases de dólares”, dijo en diálogo con Bloomberg Línea.

Para Scaglione ingresar a la OCDE es una suerte de sello de calidad, un símbolo de que un país cumple con una serie de estándares de calidad en sus políticas públicas por el solo hecho de ser miembro. Es que el ingreso implica recorrer una Hoja de ruta con exámenes en diversas áreas. Por ello es que si bien un eventual gobierno de Rodríguez Larreta respondería afirmativamente a la invitación en el día 1, el proceso hasta ingresar podría demandarle al país unos seis años. “Chile tardó seis años: empezó con Bachelet y lo terminó Piñera. A Colombia le llevó 8 años, las dos presidencias de Santos”, recordó.

No obstante, señala esa demora como algo positivo, ya que afianza las medidas que deben adaptarse para el ingreso como políticas de Estado.