Buenos Aires — Aunque de manera imperfecta, la progresión de la cantidad de billetes en circulación en Argentina permite sintetizar en parte lo que ha sido la presidencia de Alberto Fernández. La actual administración deja en la calle un 80% más de billetes que los que recibió, producto de una espiralización de la inflación que en principio pretendió maquillar y que luego no supo cómo controlar.
Cuando el Frente de Todos llegó al poder en diciembre de 2019 había en circulación 5.242,5 millones de billetes. Cuatro años después, según datos publicados el viernes pasado por el Banco Central, esa cifra trepó a un nuevo récord de 9.439,3 millones de unidades, muchas de las cuales debió importar de urgencia desde tres continentes distintos, a pesar de que la demanda de pesos está en mínimos producto de la persiste caída de su poder adquisitivo.
En diciembre de 2019, el billete de mayor denominación -el de $1.000- equivalía a casi US$15, y el de menor -el de cinco pesos- a unos US$0,07. Ahora, el de mayor denominación -el de $2000- equivale a algo más de US$2 al tipo de cambio paralelo, mientras que el de menor es el de $10, unos 0,01 centavos de dólar.
Cuando Alberto Fernández llegó a la Casa Rosada, los billetes de $100 explicaban el 46,8% de los billetes en circulación y los de $1.000 apenas el 5,9%. Este mes, los de $100 apenas representan el 15,9% del total de billetes mientras que los de $1.000, el 51,4%, por lo que uno de cada dos billetes en circulación en Argentina lleva la figura del hornero.
Marchas, contramarchas e importación
Los vaivenes de la actual administración para emitir billetes de mayor denominación tuvieron su clímax durante los primeros meses de 2020, en pleno confinamiento por la pandemia de Covid-19. Hacia mayo de ese primer año del Gobierno del Frente de Todos, Alberto Fernández reconoció en una entrevista que “el billete de $5.000 fue una idea, pero no lo vamos a hacer”. Pero lo cierto es que esa había sido más que una idea: su producción se encontraba en fases avanzadas a tal punto que había llegado a filtrarse su diseño.
Para poner en circulación ese billete, Casa de Moneda había trabajado contrarreloj con insumos que habían sido adquiridos bajo la gestión anterior. Pero a último momento, la orden que bajó desde el Poder Ejecutivo fue dar marcha atrás y el billete de $5.000 nunca llegó a las calles. Esa decisión, según cálculos privados, le habría significado al país unos US$100 millones en costos de impresión solo durante el primer año posterior a esa negativa.
El diseño, no obstante, pudo reciclarse. El boceto y las planchas del billete de $5.000 que no terminó emitiéndose aquel año son los mismos que terminaron usándose para el de $2.000 que llegó a las calles tres años después, en mayo de este año, pero que muchos cajeros automáticos de diversos bancos aún no pueden entregar. Según datos del BCRA, circulan 176,7 millones de unidades, que representan apenas el 1,9% del total de billetes en circulación.
Esa decisión del Gobierno de no emitir billetes de mayor denominación generó que la demanda de los billetes de $1.000 se dispare durante todos estos años, superando la capacidad de producción de Casa de Moneda (CMA). Ante ese panorama, el país se vio obligado a importarlos de urgencia en más de una oportunidad.
Hoy, los billetes de 1.000 y 2.000 pesos argentinos se imprimen en tres continentes distintos. Además de la CMA, la Casa de Moneda de Brasil, la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre de España y China Banknote Printing and Minting Corporation fabrican pesos argentinos, que en estos últimos meses han llegado al país en cargamentos en aviones y barcos provenientes de esos tres países, y de Alemania, Francia y Malta.
Bancos inundados de pesos y toneladas de monedas que deambulan por el país
Esa montaña de pesos generó, además, un insólito problema para los bancos argentinos. Tal como adelantó en su momento Bloomberg Línea, desde el año pasado las entidades han tenido que construir nuevas bóvedas y depósitos en el interior del país, y optimizar espacios, para almacenarlos.
Esa dinámica, reconoció en los últimos días a este medio una fuente de una de las principales entidad financieras del país que pidió no ser identificada, no ha hecho más que agravarse y les sigue generando a los bancos importantes costos logísticos y de almacenamiento.
Distinto es el caso de las monedas. Por la aceleración de la inflación, desde hace más de un año y medio que la Casa de Moneda Argentina no acuña nuevas monedas. Tampoco saca las que hay de circulación. Desde abril de 2022, el Banco Central informa -sin excepción- dos veces por mes que en el país circulan la misma cantidad exacta de monedas: 9.738,6 millones de unidades.
Olvidadas en cajones, acumulando polvo en monederos perdidos, todas esas monedas continúan teniendo validez legal. Pero dado que su valor es tan bajo -las de mayor denominación, de $10, apenas equivalen a US$0,01 al tipo de cambio paralelo o a US$0,02 al tipo de cambio oficial-, prácticamente no se usan en las transacciones cotidianas.
Aun así, todas juntas tienen un valor de $8.982.453.000, que equivalen a algo menos de 25 millones de dólares al tipo de cambio oficial mayorista o US$9,4 millones al paralelo.
En el recuerdo queda, además, la oportunidad en la que el Banco Central argentino pretendió subastar 962 toneladas de monedas.
Familia sin estrenar
Otro ejemplo de los vaivenes del Gobierno en relación al circulante comenzó a gestarse en mayo de 2022. El 24 de ese mes, en la víspera de un nuevo aniversario del Día de la Revolución de Mayo, se anunció con bombos y platillos el regreso de los próceres argentinos a los billetes.
“Es importante recuperar las imágenes de los que construyeron el país”, había señalado Alberto Fernández en ese entonces.
Eva Perón, Manuel Belgrano, Remedios del Valle, Martín Miguel de Güemes, Juana Azurduy y José de San Martín, informó el Ejecutivo, serían las figuras históricas que ilustrarían la nueva familia de papel moneda. Sin embargo, solo San Martín volvió a los bolsillos y billeteras de los argentinos.
Los diseños de los flamantes billetes de $100, con la imagen de Eva Perón, de $200 con las figuras de Güemes y Azurduy, y el $500 con el rostro de Remedios del Valle y de Belgrano, en cambio, quedaron sin imprimirse.