Buenos Aires — El sueño de Javier Milei de dolarizar la economía argentina sigue intacto. Pese a que durante sus primeros meses al frente de la Casa Rosada el Presidente aceptó hablar de ‘competencia de monedas’, la descripción que el propio jefe de Estado argentino hizo semanas atrás de ese esquema monetario revela que sus intenciones de dolarizar la argentina permanecen latentes. Tanto es así que incluso bautizó a la puntada final de su plan monetario como una ‘dolarización endógena’ de la economía.
Emilio Ocampo y Alfredo Romano son, tal vez, dos de los principales impulsores de la dolarización que hay en Argentina. El primero de ellos incluso había sido el primer elegido por Milei para conducir el Banco Central, aunque ese cargo finalmente lo ocupó Santiago Bausili. En una entrevista con Bloomberg Línea, con motivo de la publicación del libro Argentina Dolarizada (Editorial Galerna), los autores explican la viabilidad del esquema que plantea el presidente Milei y cuáles serían, a su juicio, los beneficios de dolarizar la economía.
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En primer término, Ocampo recuerda que la dolarización se puede hacer de múltiples maneras y que cada país la hace según las restricciones que enfrente. Aun así considera que lo ideal sería que el peso deje de existir porque “si el peso sobrevive, quedaría un régimen monetario muy vulnerable al embate de un político populista”. Y al respecto, advirtió: “Mientras sobreviva el peso y no haya libertad monetaria, la estabilidad de precios será una quimera”.
Romano, en tanto, sostiene que para dolarizar la economía argentina harían falta entre 7 y 10 mil millones de dólares y señaló que esos fondos “deberían provenir de las reservas netas del BCRA, no deben ser dólares prestados”. Además, marcó que el esquema bimonetario “no generaría suficiente credibilidad” ya que “cualquier régimen monetario con un sistema bancario en el que coexistan el peso y el dólar quedaría expuesto a la confiscación vía pesificación compulsiva”.
La siguiente entrevista ha sido editada por motivos de extensión y claridad.
En el libro analizan cómo países vecinos como Perú o Uruguay aplicaron un esquema bimonetario que permitió bajar la inflación. ¿Por qué creen que eso no funcionaría en Argentina?
Emilio Ocampo: Antes de entrar en más detalles, una cuestión no menor es si en el plano institucional se cumplen los requisitos mínimos como para que un régimen monetario y bancario como el peruano funcione bien en la Argentina. La Constitución del Perú de 1993 (promulgada un año después del auto-golpe de Fujimori) no sólo establece un banco central independiente en su artículo 84 (que además ya gozaba de autonomía por su carta orgánica), sino que además, en su artículo 78 obliga al Poder Ejecutivo a presentar al 30 de agosto de cada año presupuestos anuales equilibrados y completamente financiados para el año calendario siguiente (sin financiamiento del banco central o de bancos públicos). No existen cláusulas semejantes en la Constitución argentina. Y si existieran, dada la anomia institucional existente, probablemente no serían respetadas, al igual que muchas otras. En cuanto a Uruguay, en los últimos veinte años ha experimentado una apreciación del tipo de cambio real (TCR) que en la Argentina sería considerada intolerable desde el punto de vista macroeconómico y político. En términos reales el peso uruguayo vale el doble que en diciembre de 2002. Si comparamos la evolución del TCR en la Argentina, Ecuador, Perú y Uruguay, resulta que los dos países donde tuvo mayor apreciación fueron el primero y el último. Si no fuera por la devaluación de Milei de diciembre de 2023 el TCR de la Argentina y Uruguay se encontrarían en un nivel similar con relación al año 2010. Teniendo en cuenta esta situación, es curioso que muchos críticos de la dolarización propongan a Uruguay como el ejemplo a seguir.
Agrego otro punto: con el grado de anomia institucional que existe en la Argentina creer que vamos a tener un banco central independiente porque lo dice una ley del Congreso (o se propone una enmienda constitucional) es delirante. Desde hace años tenemos un banco central independiente de jure, pero de facto es una agencia dependiente del Poder Ejecutivo. Basta ver lo que ocurre ahora.
Alfredo Romano: Simplemente porque no generaría suficiente credibilidad. Esto se debe a que cualquier régimen monetario con un sistema bancario en el que coexistan el peso y el dólar quedaría expuesto a la confiscación vía pesificación compulsiva, como ocurrió en 2002, y a un descalce cambiario que sería una amenaza a la estabilidad financiera. Además, en Argentina predomina la anomia institucional, lo que dificultaría la implementación exitosa de un régimen bimonetario consistente.
Finalmente, la indisciplina monetaria de Argentina extendida durante décadas no nos permite ya compararnos con países como Uruguay y Perú, quienes hace más de 30 años decidieron optar por estos modelos bimonetarios y los llevaron adelante de manera exitosa.
¿Qué análisis hacen del esquema de “dolarización endógena” que propone el presidente Milei? Entre las dudas que surgieron está la incertidumbre respecto de que su aplicación dependería de que la sociedad vuelque sus dólares para remonetizar la economía.
Ocampo: Una dolarización oficial no tiene sentido si no se adopta el dólar como moneda de curso legal. Tampoco tiene sentido si el peso sobrevive en el sistema bancario. No hay que eliminar el peso. Hay que darle curso legal al dólar y convertir todos los activos y pasivos del sistema bancario a dólares, dejándole a la gente la libertad de elegir con que moneda quiere operar. Este es el sistema que funcionó muy bien en El Salvador. Si el peso sobrevive, quedaría un régimen monetario muy vulnerable al embate de un político populista.
Romano: Complementando a Emilio, ya que es condición necesaria el curso legal del dólar, creo que es fundamental ofrecer de manera voluntaria el canje del circulante en primera instancia, para luego terminar de dolarizar de manera completa la economía con el paso del tiempo, cómo lo hizo El Salvador. La sociedad terminara de optar por la moneda fuerte, pero esto se dará en un plazo de tiempo más prolongado.
¿Creen que reconstruir la credibilidad del BCRA ya no es posible en Argentina?
Romano: Totalmente. Hay que mirar el futuro y entender que nuestra historia está allí para enseñarnos, y no para volver a caer en las mismas trampas populistas que nos aquejan cada 5 o 10 años en la Argentina.
Una de las grandes preguntas que surgen en torno a la dolarización es de dónde provendrían los dólares, con el FMI mostrándose más proclive a la competencia de monedas. ¿Cuántos dólares se necesitarían y de dónde podrían provenir?
Romano: Si se decide avanzar con la dolarización que vengo proponiendo desde hace años, únicamente es necesario avanzar con el canje voluntario del circulante, que hoy ronda, dependiendo el tipo de cambio, en 7 a 10 mil millones de dólares. Siempre he sido enfático que esos dólares tienen que provenir de reservas netas de nuestro BCRA y no deben ser dólares prestados cómo una señal de confianza, aunque no sean necesarios esos importes porque el canje se ira convalidando con el tiempo El equilibrio fiscal junto a un régimen de dolarización harían colapsar definitivamente el riesgo país, llevándolo en poco tiempo a los niveles de 500-600 puntos.
En dos capítulos del libro plantean la hipótesis de qué pasaría con la pobreza y el déficit en una Argentina dolarizada. ¿Podrían resumir las conclusiones a las que llegan en torno a esas dos variables?
Ocampo: La conclusión es muy simple. No hay razón para que una dolarización aumente la pobreza como argumentan algunos de sus detractores. La pobreza solo se puede reducir con crecimiento económico sostenido. Es imposible que la economía crezca con una inflación alta, persistente y volátil. Y mientras sobreviva el peso y no haya libertad monetaria, la estabilidad de precios será una quimera mientras la sociedad argentina siga adicta al populismo.
En cuanto al déficit fiscal. Obviamente la dolarización no necesariamente implica su eliminación. Lo que elimina es la posibilidad de que el gobierno fuerce al banco central a emitir dinero para financiarlo. La dolarización implica un cambio de régimen monetario y fiscal. Monetario porque la variación de la oferta monetaria dependerá de la actividad económica y los flujos netos de divisas. Fiscal porque los gobiernos no podrán recurrir a la maquinita para financiar sus déficits. Es decir, elimina el mecanismo de financiamiento del gasto más pernicioso que existe y que nos condena a tener la inflación más alta del mundo.
Otro de los puntos salientes del libro es cómo enfrentaría la Argentina los shocks externos en ese escenario de dolarización. Suele ser uno de los principales argumentos que esgrimen quienes no están de acuerdo con dolarizar la economía.
Ocampo: Este argumento lo hacen quienes creen que saben todo y por lo tanto no se toman el trabajo de estudiar la evidencia. Ecuador adoptó el dólar como única moneda de curso legal en enero de 2000. A partir de entonces su economía tuvo que enfrentar una sucesión de shocks internos y externos. Entre los primeros destaco los siguientes: un golpe de estado a los diez días de dolarizar (20 de enero de 2000), una década de socialismo del siglo XXI con Rafael Correa (2007-2017), dos defaults soberanos (2008 y 2020) y un terremoto (2016). Entre los segundos, la crisis financiera global de 2008, la caída del precio del crudo entre 2012 y 2017 (casi 50%), la crisis del Covid-19. Sin embargo, su economía siguió creciendo y la inflación se mantuvo por debajo de 3% anual.
Si tomamos una perspectiva más amplia y comparamos la performance macroeconómica de los principales países de América Latina, el argumento de que la dolarización aumenta la volatilidad macro no se evidencia en los datos. La tabla siguiente muestra la tasa de crecimiento promedio del PBI real y su desviación estándar para el período 2007-2023, uno de los más volátiles de los últimos cien años. Se puede verificar fácilmente que los países dolarizados no tuvieron mayor volatilidad y/o menor crecimiento. Obviamente el régimen monetario no es el único factor que incide sobre estos resultados. Lo importante es que la economía sea lo más flexible posible. Quienes dicen que la economía no es flexible y por eso no es conveniente dolarizar nos condenan a una inflexibilidad incompatible con el crecimiento que además genera alta volatilidad macroeconómica.
Por otro lado, la Argentina es adicta al populismo y bajo el populismo la política cambiaria nunca amortigua los shocks externos, sino que los agudiza. Sus políticas económicas son esencialmente pro-cícilicas y temporalmente inconsistentes. Los procesos de apreciación más fuerte del tipo de cambio real de los últimos cincuenta años han ocurrido con un régimen cambiario semi-flexible y discrecional. En la medida que la sociedad argentina siga adicta al populismo, es irrealista esperar que las cosas cambien en el futuro. La idea de que nos estamos quedando sin una herramienta valiosa para estabilizar la economía es absurdo. Nunca hemos empleado bien esa herramienta! En la Argentina, la política económica no se guía por lo que dicen los manuales de texto sino por lo que deciden los políticos, siempre adictos al gasto.