Diego Guelar: por qué el acercamiento a EE.UU. no premiará a Milei y el “gran gesto” de China

En una entrevista con Bloomberg Línea, el exembajador argentino ante EE.UU., Brasil, China y la UE marcó “las contradicciones” de la política exterior de Milei. “Ya no hay comunismo económico”, advirtió

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Buenos Aires — A contramano de lo que ocurre con la política local y el rumbo económico, los primeros meses del Gobierno de Javier Milei se caracterizaron por una marcada heterodoxia en términos de política exterior. El presidente argentino protagonizó, en sus primeros siete meses de mandato, algunos enfrentamientos con líderes de la región y del mundo que podrían haber generado consecuencias contrarias a los intereses del país.

Pero así como las tensiones con los Gobiernos de España, Brasil o China –o la más reciente descalificación a uno de los funcionarios clave del FMI– estuvieron a la orden del día, también fue una constante de este Gobierno el acercamiento a Estados Unidos. “Es muy difícil hacer una hoja de ruta de política exterior porque hay muchas contradicciones”, resume Diego Guelar, exembajador argentino ante EE.UU., Brasil, China y la Unión Europea.

En una entrevista con Bloomberg Línea, Guelar hizo un balance del los primeros seis meses del presidente argentino en política exterior. En ella, advirtió que el Gobierno parece estar dando discusiones de otro siglo ya que “hoy ya no hay comunismo económico”, resaltó el “gran gesto” que tuvo China con el país este mes al aceptar renovar los vencimientos del tramo activado del swap. “Si hubieran exigido el pago, nos condenaban al default”, dijo.

Por otro lado, también analizó el acercamiento del país con EE.UU., alertando que no implica que vaya a haber un toma y daca, la relación con Brasil, al que definió como el principal socio estratégico del país pese a que nunca se adoptó una estrategia conjunta de vinculación con el resto del mundo, y se refirió al dilatado acuerdo comercial entre el Mercosur y la Unión Europea.

La siguiente entrevista ha sido editada por motivos de extensión y claridad.

¿Qué análisis hace de la política exterior del Gobierno en estos primeros meses de mandato?

Es muy difícil hacer una hoja de ruta de política exterior porque hay muchas contradicciones, muchos mensajes confusos. Son más claros en términos de la política de contención de gasto público, de lucha contra la inflación, contra la corrupción, de la búsqueda de levar el cepo en el menor tiempo posible para unificar el tipo de cambio. Esa política, que es central hoy en la Argentina para evitar la hiperinflación, tiene un mensaje que es claro, contundente. Se puede discutir una medida, pero hay un rumbo y un paquete concebido en ese sentido muy contundente. Pero cuando pasamos a los gestos de geopolítica ahí entramos en territorio vidrioso.

¿Por qué lo dice?

Porque hay muchas contradicciones, muchos gestos de conflictos interpersonales con jefes de Estado, excesiva ideologización que hoy no tiene sentido. Hoy ya no hay comunismo económico, el siglo XX fue el del conflicto entre comunismo y capitalismo. Hoy todos los regímenes son capitalistas, después uno puede tener distintas interpretaciones filosóficas, pero hoy esa frontera no existe, entonces la ideologización en geopolítica hoy no se practica. Estados Unidos y China son las dos naciones que compiten por el poder y la hegemonía en el siglo XXI y son la sociedad bilateral entre las dos naciones más importante en la historia de la humanidad. Estamos en otro siglo, utilizando categorías viejas para un siglo nuevo y con desafíos nuevos.

El Gobierno de Milei viene mostrando un marcado alineamiento con EE.UU. ¿Cree que eso puede tener beneficios para el país?

El primer dato que me gustaría puntualizarte es que yo no creo en el alineamiento como concepto. Ya lo vivimos con Menem y yo era el embajador en Estados Unidos y fui el negociador del acuerdo por el cual fuimos declarados principales aliados a extra-OTAN, cuando había muy pocos. Pero yo siento que nosotros somos Occidente, estamos alineados. El concepto de alineación implica que un presidente te puede alinear por un lado y después puede venir otro y alinearte por el otro. Nosotros siempre fuimos occidentales desde nuestro nacimiento en 1810, 1816, siempre fuimos 100% occidentales. Entonces yo creo que es una identidad mucho más fuerte la de ser occidente que la de estar alineado con occidente, porque la alineación indica que uno está fuera de occidente y se alinea con un sujeto diferente. Hemos sido, somos y seremos occidentales. El error es que en administraciones anteriores que hayamos discutido si lo éramos o no lo éramos.

¿Y eso que implica?

La identidad no la busco en Washington. Tenemos coincidencias muy importantes y obviamente Washington es el poder central en el mundo occidental sobre América y sobre Europa. Tenemos una vinculación que incluye áreas de defensa y de seguridad como no tenemos con otros. Entonces es una relación especial, no es equivalente a la relación que tenemos con China. Pero en esa pertenencia no hay premio, es un dato de identidad. Cuando uno es, es lo que es. A veces te toca premio y otras cosas te toca castigo. Entonces no hay un toma y daca por ser quien uno es. A mí hace 50 años que me preguntan si nos conviene un gobierno demócrata o uno republicano en Estados Unidos y digo que la verdad puede ser cualquiera de los dos. Pero no existe una especulación electoral respecto a lo que pasa en Estados Unidos, ni que ser Occidente sea algo por lo que Estados Unidos o cualquier otro te vaya a premiar.

¿Cree que aun así el Gobierno busca ese premio? En especial en lo que refiere a la negociación con el Fondo Monetario Internacional.

Yo creo que hay una fantasía de premio. Pero la realidad demuestra que ha salido a buscar fondos, tanto el Fondo Monetario como por otros lados, y esos fondos no aparecen. Porque los fondos aparecen por el resultado aplicado de la credibilidad y ese esfuerzo inicial lo tenemos que hacer nosotros, yo creo que los fondos de inversión en la Argentina van a llegar, si seguimos y persistimos en este rumbo. Pero yo lo proyecto en forma optimista al 2026, a que pase la elección del 2025. Que se confirme electoralmente el rumbo que la gente eligió en el 2025, entonces vamos a tener un flujo significativo a partir del 2026.

Marcó recientemente que el principal socio estratégico del país es Brasil, pero que los países nunca adoptaron una estrategia conjunta de vinculación con el resto del mundo. ¿Por qué no ocurre eso?

Hasta 1996, la principal hipótesis de guerra del Brasil era con Argentina y la principal hipótesis de guerra de Argentina era con Brasil. Desde 1950, que creamos las comisiones de energía atómica, Argentina buscaba la bomba atómica para tirársela a Brasil y Brasil lo mismo para tirársela a Argentina. Esas fantasías están terminadas. Esa eliminación es un dato central de una nueva entidad producto de un proyecto de integración muy dificultoso, como es la Unión Europea, pero absolutamente fundamental.

¿Por qué lo dice?

Porque Argentina y Brasil juntos somos la mayor oferta en el mundo en términos de producción de energía, de minerales, de combustibles y de reservas de agua dulce. Es decir, juntos somos una potencia imprescindible para entender el devenir del siglo XXI. Eso significa que nuestra vocación ya iniciada, con los procesos de integración, el acuerdo de Asunción y después europeo, la construcción del Mercosur, los hechos que se han protagonizado en los últimos 40 años, con marchas atrás y adelante, indican un núcleo que nos permite proyectarnos conjuntamente con Chile -que no es miembro del Mercosur por una cuestión tarifaria en términos de protección, pero geopolíticamente somos la misma región-. Y eso nos da una proyección pacífica, atlántica y antártica extraordinaria. Yo creo que la estrategia que tenemos ahí al alcance de la mano no la estamos ejecutando. La tenemos, la tocamos, la miramos, retóricamente la exponemos, pero la materialización mucho menos.

¿Ve posible que los países de la región avancen hacia una mayor integración?

Esta es una vieja tara latinoamericana. En 1824, el gran líder de la región que fue Simón Bolívar convocó a un congreso latinoamericano en Panamá para hablar de la unión. No estaba Brasil, era el Imperio Lusitano, pero sí las seis colonias que se estaban independizando. No funcionó. Y de ahí en más nos seguimos manejando como esperando la llegada del Mesías. Pero no lo concretamos. Hacemos avances parciales, un paso adelante, tres para atrás, dos para adelante, y no logramos que esa imagen tan clara de unificación continental, subcontinental, se transforme en una propuesta operativa.

Yo digo que la geopolítica, que es un pensamiento global, choca con los folclores locales. Si nosotros construimos el folclore colombiano, venezolano, ecuatoriano, peruano, chileno, argentino, uruguayo, generamos una cantidad de folclores que no ocurrió en Brasil. Brasil, que es la mitad del territorio sudamericano, la unificación logró evitar su desmembración y en la historia de Brasil hay propuestas y proyectos de desmembramiento que no funcionaron. La vocación continental de Brasil preservó que se tenga esa unificación de nueve millones de kilómetros cuadrados, una sola nación. Otra cosa sería si fueran cinco países y que se hubieran pasado los últimos cien años peleándose. Esta es una vocación existente desde la independencia y permanentemente frustrada. O sea, la integración es un sueño que tiene una historia de frustraciones más que de realidades. Pero existen las realidades también. Entonces, ¿qué va a ganar? ¿La frustración o la realidad? Yo soy optimista y creo que va a ganar la integración.

Otro tema que postergado, pero que usted conoces bien, es el acuerdo entre la Unión Europea y el Mercosur. ¿Por qué se dilató tanto?

Me tocó el honor de ser el principal negociador del acuerdo marco que dio origen a esta negociación. Yo era embajador ante la Unión Europea y fui el presidente pro-tempore en ese momento de las cuatro embajadas que negociamos en Bruselas el inicio de esta negociación. Pero nos llevó demasiado tiempo, esto tendría que haber durado cinco, seis o siete años, y llevamos 25. Y ahora, cuando estábamos llegando al acuerdo viene la coyuntura de los flujos de la política internacional y en la europea vino el flujo del avance de la derecha dura, de las versiones más proteccionistas, el miedo a las inmigraciones, el caso de Europa, de África, del Medio Oriente y del Este Europeo, todo eso cierra el globo. Entonces desgraciadamente viene un ciclo donde hay que mantener el acuerdo vivo. Es la mayor negociación de libre comercio en la historia de la Unión Europea, no solamente para nosotros, sino para la Unión Europea, para un mercado de una zona de libre comercio de cerca de 900 millones de habitantes. El proyecto va a seguir vivo. ¿Va a poderse firmar este año? Con seguridad que no. ¿Está muerto? Yo con seguridad también te digo que no.

¿Qué lectura hace de la decisión del Gobierno de haber iniciado el proceso de acceso a la OCDE?

Yo creo que el iniciar el proceso es una expresión de deseos y una expresión de voluntad. En un país que ha hecho péndulos permanentes, solo la persistencia en el rumbo y el tiempo va a llevar a que naturalmente un día vamos a ser miembros. Si persistimos en el actual rumbo y si lo profundizamos, seremos. Pero no cambiará nada. Nosotros podemos cumplir con todos los requisitos de la OCDE y vamos a ser tratados como un país confiable. Marcar la voluntad es bueno, pero en un país que ha dado tantas muestras de marchas atrás, marchas adelante, cambios de rumbo, es solamente una expresión de deseos simbólicos.

Calificó en estos días la decisión de China de renovar los vencimientos del swap como un “gran gesto”.

Primera aclaración, esto ya no era swap porque el ex ministro Sergio Massa pidió transformar una parte en un crédito a corto plazo para poder pagar a proveedores, centralmente chinos, a los que ya no podíamos pagarle porque estábamos en una crisis de dólares. Ya teníamos 10 mil millones de reservas negativas, no teníamos dólares. Entonces China concedió ese crédito de corto plazo, se usó ese dinero para pagar a proveedores y resulta ser que ahora había que pagarlo, no tenemos la plata. Si ellos hubieran exigido el pago, nos condenaban al default, porque no tenemos la plata. Con un gesto extraordinariamente amistoso y solidario con el momento que vive Argentina, nos plantearon que hasta el 2026 no hablamos de esto. Dos años de oxígeno, un gran gesto.

¿Y cómo cree que reaccionará el Gobierno a ese gesto?

El presidente, después de haber hecho algunos gestos confusos al inicio de su gestión, ofreció viajar a Beijing. Es un gesto contundente en términos de manejo de relaciones internacionales. De aquí a noviembre, no importa si es el mes que viene o noviembre, va a haber una fecha y el presidente va a viajar a Beijing. Esto hace una gran corrección autocrítica y espero, por supuesto, que no haya más agravios hacia el gobierno Xi.

Y en términos comerciales, ¿se abre una oportunidad con China?

Te doy un número muy sencillo, cuando yo llegué (como embajador ante China) en el 2015 teníamos 6.400 millones de dólares de déficit, cuando me fui en el 2019 estábamos en 2.000 millones, es decir, estábamos en camino hacia el equilibrio por el aumento del comercio desde Argentina a China. Ahora volvimos para atrás, estamos en casi 10.000 millones de déficit. ¿Cómo se cubre esto? No prohibiendo las importaciones de China, ni afectando las relaciones, sino exportando más.

¿Lo ve posible?

Sí, porque estamos súper demandados por China de productos que la Argentina produce, que China quiere, respeta y valora en calidad y en cantidad. Pero no los producimos. Es decir, la solución de esto es que tenemos que exportar el doble de lo que exportamos en este momento a China, si lo hiciéramos ya estaríamos en equilibrio. Lo podemos hacer, sí, pero hay que producir. Tenemos que producir más hojas, más carne, más miel, más limones, más arándanos, más uvas de mesa, más cerezas, etcétera. Hoy tenemos todos los protocolos firmados. Si tuviéramos los productos, los tendríamos todos colocados en China. El desafío es producir más. No es un problema con China. Hemos visto funcionarios que se quejan de China por el déficit. Pero los chinos quieren comprarnos mucho más que lo que nos están comprando. Pero nosotros no se lo podemos ofrecer.

¿Qué cree que es lo que frena al país?

El gran enemigo para el crecimiento de Argentina somos los argentinos. No tenemos enemigos. Nosotros tenemos un solo enemigo en el mundo, porque nos declaró la guerra, que es Irán y sus grupos terroristas satélites Hezbollah y Hamas. Salvo ese núcleo, con todos los países del mundo, por suerte, tenemos una extraordinaria relación y todos esperan más de la Argentina. Nosotros lo que tenemos que hacer es cumplir con esa expectativa.

Resolvería unos cuantos problemas.

Todos. Resolveríamos los problemas fiscales, el nivel de vida, los problemas de empleo, de pobreza. Un país con esta riqueza humana y de recursos naturales, lo que tenemos que hacer es poner esta máquina en funcionamiento. Y eso depende de nosotros. No tiene ningún factor externo que no sea nosotros mismos.