Buenos Aires — Mientras el programa de estabilización avanza en la Argentina de Javier Milei, de la mano del primer superávit financiero en casi 15 años y el desplome del riesgo país, muchos inversores se empiezan a preguntar qué falta para que las calificadoras internacionales mejoren sus notas para la deuda del país.
En ese contexto, Ariane Ortiz-Bollin, Vicepresidenta y Senior Credit Officer del equipo de Estrategia y Calificación Crediticia para América en Moody’s, detalló los factores que aún mantienen a la Argentina en una posición vulnerable en términos crediticios, y explicó los elementos necesarios para que el país logre una mejora.
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“La calificación actual refleja la probabilidad de pérdidas para los inversionistas”, dijo a Bloomberg Línea en el marco del “BRAVO Symposium 2024: Unleashing Latin America’s Potential on the Global Stage”, un evento organizado en Miami por el Consejo de las Américas.
Aunque en los últimos meses Argentina ha mostrado mejoras en indicadores económicos clave —incluyendo una inflación a la baja y mejoras en las reservas del Banco Central— la calificación de Moody’s permanece sin cambios.
Según Ortiz-Bollin, esto responde a un análisis más amplio que evalúa tanto la capacidad del país para cumplir con sus compromisos financieros, como la probabilidad de pérdidas para los inversores, por más leves que sean.
“En Moody’s, lo que tratamos de calibrar es la probabilidad de un impago y la posible pérdida para los inversionistas”, subrayó la oficial de crédito senior.
A pesar de las mejoras observadas en los últimos meses, como un crecimiento impulsado por sectores estratégicos, como el energético y el agropecuario, Ortiz-Bollin advierte que la calificación refleja una probabilidad significativa de que el país enfrente un evento de incumplimiento en sus compromisos financieros.
“Incluso si se trata de un ajuste menor en términos de las condiciones originales del bono, eso es suficiente para que se considere como un evento de incumplimiento”, explica, refiriéndose a las potenciales pérdidas en un reperfilamiento o canje.
Ortiz-Bollin destaca que, aunque los cambios en Argentina no pasan desapercibidos, la calificación crediticia debe considerar elementos de largo plazo y factores estructurales que afectan la sostenibilidad de la economía. “Nos ha sorprendido ver cómo el crecimiento ha estado impulsado por sectores estratégicos como Vaca Muerta”, aseguró Ortiz-Bollin.
“Nosotros estábamos pensando que hubiera una contracción económica de aproximadamente el 5% este año, y terminó siendo mucho menor, en 3%,” continuó, al tiempo que señaló que, “paradójicamente, el hecho de que la contracción no haya sido tan profunda no ayuda al ajuste, porque sigue habiendo importaciones importantes y demanda de los dólares de las reservas”.
En ese sentido, remarcó que “el camino sigue siendo bastante arduo, con muchos controles [aun vigentes], tanto para la salida y entrada capitales, como en el tipo de cambio”. “La tendencia es positiva, pero todavía falta mucho”, dijo.
El reto de las cuentas externas
Otro de los temas clave para la Argentina, según Moody’s, es el de terminar de sanear sus cuentas externas, con una recuperación sostenible de las reservas del Banco Central (BCRA).
Jaime Reusche, otro miembro destacado del equipo de calificación de Moody’s, subrayó en un evento en Buenos Aires la semana pasada que el país necesita una fuerte entrada de capitales para mejorar sus métricas.
Ortiz-Bollin reforzó esta idea, complementando que “el desafío es asegurar que estas reservas no solo se mantengan, sino que estén disponibles de manera sostenible”.
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Actualmente, las reservas netas de Argentina se encuentran en niveles negativos, mientras que las brutas rondan los US$30.000 millones.
No obstante, Ortiz-Bollin destaca que, debido a los “controles de capital, este monto no es necesariamente representativo de un soporte estable”. En la práctica, una parte de esas reservas “están comprometidas en sectores específicos de la economía y no están disponibles para el gobierno de manera libre y sostenible”.
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La especialista subrayó que una mejora en la calificación de Moody’s depende de políticas que permitan un incremento en la inversión y una estabilización en las cuentas externas: “Las reformas deben contribuir a una mayor sostenibilidad financiera para reducir el riesgo de desequilibrios externos”.
Un cambio estructural es indispensable
Según Ortiz-Bollin, para que Argentina mejore su calificación necesita desarrollar una estructura que sea resiliente a los cambios y shocks económicos. “Un mejor desempeño en las cuentas externas y una continuidad en políticas económicas que mantengan la inversión privada podrían establecer un escenario para una revisión al alza en la calificación”, recalca.
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Para Ortiz-Bollin, el esfuerzo de Argentina en la estabilización de sus cuentas fiscales es significativo, pero debe complementarse con una reforma estructural que garantice un entorno fiscal de largo plazo.
“Si Argentina logra cumplir con sus obligaciones actuales y muestra continuidad en sus políticas de inversión y estabilidad, esto podría ser un elemento a considerar para una posible mejora”, afirma. No obstante, aclara que Moody’s requiere indicadores de compromiso a cinco años para evaluar un cambio significativo en la perspectiva crediticia del país.
Brasil: mejoras, pero sin retorno aún al grado de inversión
En el caso de Brasil, la calificación de Moody’s fue recientemente mejorada a Ba1 con una perspectiva positiva. Este avance se debe, en gran medida, a la recuperación estructural de su economía y a la implementación de reformas que han sumado estabilidad al país, explicó Ortiz-Bollin.
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“Ha habido una recuperación importante; esperamos que permita su crecimiento a mediano plazo, y ha habido continuidad en reformas desde la administración de Temer, pasando por Bolsonaro y que continúan con este Gobierno”, afirmó.
Esas reformas han mejorado el clima de negocios en Brasil, “pero también las condiciones de inversión y se está reflejando el crecimiento”, siguió la analista.
Moody’s estima que la economía brasileña crecerá al 2,5% anual a mediano plazo, pero “para que Brasil recupere su grado de inversión, necesitará demostrar que va a haber más resiliencia a choques en su economía, y aquí entra la parte fiscal”.
“Si bien ha habido una mejora en el desempeño fiscal, todavía queda mucho por hacer en generar un track record crediticio que nos dé la certeza de que Brasil va a poder cumplir con sus métricas fiscales”, argumentó la especialista.
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México: el impacto del nearshoring y los retos en crecimiento
“El nearshoring ha causado mucho optimismo por la posibilidad de que se incremente el crecimiento económico en México; ahora es complicada la situación por la aprobación de esta reforma judicial”, advirtió Ortiz-Bollin.
En la última semana, el FMI recortó su proyección para el Producto Interno Bruto (PIB) de México a un crecimiento del 1,5% en 2024 y 1,3% en 2025. En julio, había anticipado un crecimiento de 2,2% y 1,6% para 2024 y 2025, respectivamente.
Para la ejecutiva de Moody’s, el mismo gobierno de México actualizó sus números y mostró un desempeño económico “mucho más débil de lo que nos había dicho en los datos iniciales”.
“Con el nearshoring se estaba esperando que podíamos llegar a 2,5% y 3% de crecimiento, y eso está todavía por verse por las condiciones del entorno operativo tras la aprobación de la reforma judicial”, dijo la analista.
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Y agregó que el Gobierno deberá darle la misma “la certeza al sector privado de que puede invertir”, como lo hecho en energía renovable. Las reformas recientes el sector energético tradicional “fortalecen a los a las empresas gubernamentales, pero no necesariamente dan esa certeza de que el sector privado puede invertir”.
Colombia: un entorno de inversión afectado por el ruido político
Finalmente, Ortiz-Bollin abordó la situación de Colombia, donde Moody’s mantiene una calificación de grado de inversión con perspectiva negativa.
A pesar de la estabilidad institucional del país, la administración del presidente Gustavo Petro ha creado un ambiente de inestabilidad política que afecta la confianza en la inversión. “Las instituciones en Colombia han sido eficientes en limitar reformas que podrían ser negativas, pero el entorno político sigue afectando el clima de inversión y genera incertidumbre para el sector privado”, apunta la oficial.
La reciente reforma previsional es uno de los riesgos más serios que enfrenta Colombia, ya que podría “aumentar la rigidez en las cuentas fiscales del país” si se aprueba en su forma actual. Esto, junto con el ambiente de incertidumbre, contribuye a la perspectiva negativa de la calificación del país, a pesar de su estabilidad relativa.