Bloomberg — En 2000, Gladiator (Galdiador), de Ridley Scott, fue posiblemente la mejor película para padres.
El relato del general romano que se convierte en esclavo Maximus Decimus Meridus, protagonizada por Russell Crowe, arrancó lágrimas a hombres adultos con su representación del honor frente a la cobardía, y ganó el premio a la mejor película en los Oscar del siguiente año.
Además, Crowe obtuvo el galardón al mejor actor por su estoica interpretación de un hombre agraviado que se defiende con entereza.
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Hoy, transcurridos 24 años, Scott regresa con Gladiador II, la más reciente secuela del legado de Hollywood, con la garantía de ser un éxito de público. En la actualidad, todo el mundo se siente muy pendenciero, pero el Imperio Romano imaginado por Scott proporciona una diversión ridícula a todo el clan (según la capacidad del espectador para tolerar el baño de sangre).
Sin duda, el mensaje de la película se interpretará de forma diferente según quién la vea.
¿Es la historia de un hombre solitario que derroca la locura tiránica? ¿O un llamado a recuperar los viejos valores? ¿O realmente importa todo eso cuando lo único que quieres es pasar un buen rato? ¿No estás, como dijo Maximus, entretenido?
Gladiator II es, en definitiva, una película más grande, más ampulosa y temáticamente más enredada que Gladiator, pero se apoya en unas magníficas interpretaciones y en la destreza de Scott para plasmar feroces secuencias de lucha.
El film tiene lugar 16 años después de los acontecimientos de la película original.
Roma es gobernada por los hermanos Geta y Caracalla, Joseph Quinn y Fred Hechinger, los dos aterradores e hilarantes, un par de emperadores autoritarios con la cara pintada, que quieren extender su poderío y esperar el momento oportuno asistiendo a fastuosas fiestas. (Caracalla se pasea literalmente con un mono a cuestas.)
La trama se pone en marcha cuando estos imbéciles hambrientos de poder ordenan al general Marco Acacio, Pedro Pascal, a conquistar Numidia, en el norte de África.
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En lo que a la postre serán malas noticias para la clase dirigente de Roma, resulta que Numidia es donde vive Lucio. La primera película presenta a Lucio como el hijo de ojos brillantes de la belleza rubia Lucilla, Connie Nielsen, a quien los cinéfilos de cierta edad recordarán como la amante del Máximo de Crowe y hermana del Cómodo (Commodus) de Joaquin Phoenix, el emperador comadreja e incestuoso que asciende al trono tras matar a su padre.
Ahora el sobrino de Cómodo, interpretado por el ídolo de Internet Paul Mescal, tiene muslos para días. La esposa de Lucio es asesinada durante el saqueo de Numidia, mientras que Lucio es capturado y finalmente vendido al Macrinus de Denzel Washington, un encantador traficante de armas con un doble piercing en la oreja e, igual de formidable, un establo de gladiadores de alquiler.
Macrinus decide utilizar la indomable furia de Lucio contra el establishment romano en su beneficio. Si Lucio vence en el Coliseo, Macrino, antiguo esclavo él mismo, puede aumentar su propio estatus, lo que parece aún más probable al percatarse del interés que Lucilla muestra por su campeón.
Para complicar aún más las cosas, ella está ahora casada con Acacio (el general), que no es tan mal tipo como cabría esperar; está frustrado con el estado actual de Roma y trama derrocar a los caóticos emperadores que actúan puramente por impulso y sed de sangre. ¡Uf! ¿Se da cuenta de adónde va esto?
Esta retorcida y ajetreada narración se reduce a una cuestión general: si Lucio, nieto del emperador Marco Aurelio, aceptará su derecho de nacimiento y diera un paso al frente para conducir a Roma por un camino recto, o si estará demasiado consumido por su ira como para salvar el lugar de la tiranía. Como era de esperar, toma la decisión obvia. Esta simplicidad final le resta el patetismo de su predecesora, pero hace que sea fácil injertar en ella cualquier ideología que se desee.
Mescal, conocido por sus sensibles giros en películas indie como Aftersun y All of Us Strangers (Todos somos extraños), interpreta a Lucius con ojos desorbitados y un físico robusto que le hace parecer impenetrable en el ring pero impredecible fuera de él. Lucius es menos inherentemente noble que su predecesor Maximus: su propio deseo de venganza amenaza con superar su heroísmo, lo que le hace más convincente como caramelo para los ojos, quiero decir, como protagonista.
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Durante la mayor parte de la película, actúa sólo en su propio interés, su mente singularmente centrada en la destrucción.
Si hay alguna razón para ver Gladiador II, es ver lo que hace Washington como Macrinus.
Ataviado con túnicas doradas, anillos adornando la mayoría de sus dedos, el alabado actor desgarra su diálogo como si estuviera mordiendo un trozo de filete perfectamente cocinado.
Evoluciona hasta convertirse en el villano principal de la obra, superando a los frívolos Geta y Caracalla en maquinaciones malvadas, y siempre que muestra esa sonrisa característica o hace cabriolas, resulta incluso más cautivador que las brutales batallas que Scott pone en escena, que son, para que quede claro, extremadamente divertidas.
Claro que algunos de los animales CGI que entran en la arena no parecen precisamente de la naturaleza, especialmente los tiburones que rondan por debajo de los barcos durante una secuencia en la que el Coliseo se llena de agua para una batalla naval muy confinada. Aun así, si lo que busca es un despiadado y sorprendente combate cuerpo a cuerpo con músculos que se ondulan y desgarran, Scott tiene eso para usted a raudales.
Hubo un meme reciente sobre los hombres que piensan constantemente en el Imperio Romano, una generalización que implica que los hombres no pueden tener suficientes juegos de poder en togas. En cierto modo, dará la razón a ese meme.
Aunque todo es tremendamente inexacto desde el punto de vista histórico,-a Scott claramente no le importa, dejarse absorber por el combate cuerpo a cuerpo es fácil. Por un momento este otoño, todo el mundo estará pensando en Roma.
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