Bloomberg Línea — América Latina y el Caribe está enfrentando períodos volátiles en la generación y el suministro de energía en la mayoría de los países, producto de efectos más visibles del cambio climático, con una presencia más fuerte de fenómenos como sequías extremas hasta inundaciones con grave afectación a la infraestructura energética.
Así lo registró la Organización Latinoamericana de Energía (OLADE) en una nueva nota técnica en la que se señala que una de las alternativas más acordes a las realidades individuales de cada país es la integración energética regional, “en su sentido más amplio”.
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Esta integración, que debería desarrollarse a nivel regional, involucra de manera especial la construcción de infraestructura de interconexiones o el aprovechamiento conjunto entre países que comparten frontera.
“La interconexión es ese intercambio de energía con los vecinos. La resiliencia del sistema es contar con esos intercambios energéticos, para llevar adelante una planeación energética abarcativa, para hacer frente a fenómenos como las sequías, pero también por conveniencia económica. Muchas veces el vecino tiene excedentes y eso es importante a la hora de analizar estas interconexiones”, explicó en una rueda de prensa Fitzgerald Cantero Piali, director de estudios, proyectos e información de la OLADE.
Sin embargo, el organismo aseguró que hasta la actualidad, pese a diferentes intentos, las iniciativas de interconexión e integración energética en la región, en especial en América del Sur, han estado más enfocadas a solución inmediata de problemas de suministro con la infraestructura existente, y no a contratos de interconexión a largo plazo que beneficien de manera económica a los países, según la ‘Nota Técnica No.2 Situación de la Integración Eléctrica en América del Sur’, publicada el 13 de noviembre de 2024.
Las barreras de la integración energética de América Latina
El bilateralismo es el común denominador en la interconexión eléctrica en la región, en especial en los países del Cono Sur y la Región Andina. Para OLADE, los grandes proyectos hidroenergéticos binacionales se mantienen como alternativas competitivas y convenientes en el camino de “la descarbonización, la reducción de costos y la seguridad energética regional”.
Pero como se dijo, estos contratos y tratados son soluciones a coyunturas climáticas puntuales o problemas de generación, y no acuerdos de relación económica a largo plazo, lo cual se ve limitado por las normativas y la regulación, y la necesidad de organismos supranacionales que tengan avances en materia de aprobación de normativas comunitarias de obligada observancia para los miembros, como la CAN o Mercosur.
“Del análisis de los acuerdos que sustentan las interconexiones eléctricas existentes en América del Sur, se observa que, pese a los esfuerzos realizados por los organismos multilaterales de integración, en la práctica el proceso de integración eléctrica de la subregión se ha materializado bajo una perspectiva bilateral”, precisa el texto de la OLADE.
Es así como a pesar del funcionamiento de los acuerdos bilaterales, el organismo asegura que el establecimiento de un sistema de integración regional, con institucionalidad, políticas y normativa, “permitiría acceder de mejor manera a la inversión para nueva infraestructura, el desarrollo tecnológico y otras condiciones que se requieren para el logro de beneficios comunes, la diversificación de la oferta y la demanda, la seguridad del abastecimiento y el óptimo aprovechamiento de los recursos y la infraestructura existente”.
¿Cuál es el avance de América del Sur en la interconexión eléctrica?
Las iniciativas de interconexión en la subregión de América del Sur son:
- SINEA (Sistema de Interconexión Eléctrica Andina): que reúne a Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador y Perú.
- SIESUR (Sistema de Integración Energética de los países del Cono Sur): que involucra a Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay con la posible incorporación de Bolivia.
- Arco Norte: que busca la interconexión de Brasil con los países de la costa norte de Sudamérica (Guyana y Surinam) y al que se incorporaría Guayana Francesa.
En adelante, podría consolidarse la interconexión de Colombia y Panamá, la cual permitiría la interconexión de la Región Andina con Centroamérica. El pasado 30 de octubre, la Secretaría Nacional de Energía panameña anunció que se reactivó la iniciativa de interconexión binacional de 500 kilómetros y 400 megavatios, un proyecto de por lo menos US$500 millones que se remonta a 2009, pero que no avanzó por falta de financiación y problemas técnico y socioambientales.
Pero además, hay otros proyectos con beneficios binacionales que traerían un alivio al sistema de generación de Sudamérica, en especial en épocas de mayores impactos del cambio climático.
Estos proyectos son Corpus Christi para Paraguay y Argentina; Garabí/Pananmbi para Argentina y Brasil; el aprovechamiento del Río Madeira para Brasil y Bolivia; Inambarí para Perú y Brasil; y el proyecto geotérmico binacional Tufiño-Chiles-Cerro Negro para Colombia y Ecuador.
“Entre Colombia y Ecuador hay tres enlaces internacionales, mientras que entre Ecuador y Perú solo hay un enlace de este tipo. Además, hay interconexiones entre Colombia y Venezuela, aunque no están operativas, al igual que las de Venezuela y Brasil”, explicó Fabio García, coautor de la nota técnica.
García explicó que la relación de mayor colaboración se ha dado entre Colombia y Ecuador, específicamente entre 2003 y 2015, cuando el segundo país era netamente importador. De 2016 a 2021 cuando fue exportador, y desde 2022 que volvió a ser importador neto de energía desde Colombia, debido a los problemas de generación y también de sequías.
“Todavía es muy incierto cómo terminaremos el año. Lo más probable es que se cuente con importaciones de energía desde Colombia”, añadió García.
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Las cifras del intercambio energético en la región
Medardo Cadena, coautor de la nota técnica de la OLADE, señaló que al cierre de 2023, los intercambios internacionales de electricidad entre países de América del Sur alcanzaron los 39.755 GWh, con un 28% de incremento frente a 31.045 GWh que se intercambiaron en el 2022.
“El 95,3% de esa energía se intercambió a nivel de países del Cono Sur, y tan solo el 4,7% entre países de la Región Andina”, precisó en el espacio con medios de comunicación. “Es un porcentaje superior al que se ha tenido históricamente, pero que todavía marca un espacio en el que la infraestructura no está adecuadamente aprovechada”.
Pese a que a nivel general, los intercambios de electricidad en América del Sur en 2023 representaron apenas el 3,7% de la demanda, al revisarse el intercambio por país, este representó el 11% en Argentina, 10% en Uruguay, y el 4,4% en el área Andina en el caso de Ecuador con Colombia.
Para Cadena, la hidroenergía es la que marca las realidades de abundancia o carencia de energía en ciertos períodos de tiempo en América del Sur, pues cuando hay excedentes de generación se producen los intercambios.
“Sin embargo, lo que estamos viendo en los últimos años es que los efectos del cambio climático están afectando esa cooperación, como se está viendo entre Colombia y Ecuador, y que en su momento se vivió en la cuenca del Paraná (entre 2020 y 2021)”, indicó.
Frente a esta presencia de fenómenos climatológicos, los países que han logrado llevar de mejor manera esta situación y no llegar a condiciones de racionamiento, son los que tuvieron mejores condiciones de intercambio con sus vecinos, lección que, según la OLADE, debe servir para marcar el rumbo de la región para tener mercados energéticos subregionales y que posteriormente pueden convertirse en un gran mercado regional de energía, con la construcción de nueva infraestructura.
“La utilización de las interconexiones evidencia un incremento motivado por fenómenos climáticos extremos, mayor disponibilidad de recursos primarios, incorporación de generación eólica en Uruguay y recuperación de la disponibilidad de gas natural para la generación térmica en Argentina”, precisó Cadena.
Es así como la OLADE defiende que Argentina podría cumplir un rol como respaldo térmico regional para la generación intermitente de energía, así como oficiar de garantía de suministro ante eventos hidrológicos extremos en los países limítrofes. Esto, por el incremento de la disponibilidad de gas natural de la cuenca neuquina.