Bloomberg Línea — En tiempos de altos movimientos migratorios en el mundo, pero en especial desde América Latina, quienes dejan su país de origen para abrirse camino en otra geografía se enfrentan a problemas de inclusión, falta de redes de apoyo, políticas públicas desactualizadas y otro sinfín de barretas que se profundizan por la estigmatización y la xenofobia.
Uno de estos casos es el de Claudia Terán, de 45 años, que llegó a Barcelona (España) en enero de 2017 en busca de un mejor futuro económico e impulsada por sus hermanas, que cumplían en ese momento dos décadas trabajando en la misma ciudad. Dejó en su natal Cochabamba, en Bolivia, al resto de su familia y a sus hijos, en un inicio, para buscar las oportunidades a las que no podía aspirar en su país.
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En sus planes iniciales, Terán quería “trabajar cinco años y regresar” a Bolivia, contó a Bloomberg Línea, pero las limitaciones que enfrentó cambiaron sus planes. Las tasas de desempleo para los inmigrantes en España son más altas que las de los españoles nativos (22,4% frente a 14,6% en 2021), según cifras oficiales.
Uno de sus primeros trabajos fue en un bar boliviano, en el que sus jornadas se extendían hasta las 03:00. Después se volvió interna, y cuidó a adultos mayores. Pero para cubrir sus gastos y los de su hijo, que en ese momento tenía 13 años y estaba por llegar a Barcelona, tenía un trabajo extra los fines de semana y también hacía empanadas por encargo.
Después de estos trabajos, pudo emplearse en la cadena de cafeterías 365, “sin papeles”, pero con ayuda de una amiga que ya estaba adentro.
“Fue ahí donde dije: este negocio es rentable y quiero poner uno de ellos. Era un sector donde mis hermanas habían trabajado ya 18 años y fue ahí la inquietud en movilizarme”, dijo en la llamada con este medio, sin todavía entrar a detallar las peripecias que llevó adelante para que ahora su emprendimiento de cafeterías tenga ya seis sedes en la ciudad catalana.
Emprender de una manera poco convencional
Las cifras de la Comisión Europea estiman que en todo este territorio residen por lo menos 23,8 millones de ciudadanos de países no pertenecientes a la Unión Europea.
Si se mira a España, las cifras presentadas por el Instituto Nacional de Estadística (INE) hasta enero de 2024 indican que los residentes nacidos en el extranjero ascendieron una población de 8.775.213 personas. “Las principales nacionalidades de los inmigrantes durante el cuarto trimestre de 2023 fueron la colombiana (con 42.600 llegadas a España), la venezolana (27.300) y la marroquí (25.800)”, precisó la entidad en el reporte.
Las cifras solo reflejan una parte de la realidad: la competencia es alta y las oportunidades no siempre se abren para todos aquellos que migran.
Lo más duro fue esa zozobra de vivir así ilegalmente, trabajar, vivir en esa incertidumbre. Fue así tres años. Por la pandemia no pude regularizar mis papeles, me tuve que casar, saqué los papeles y pues hace dos años recién la panadería está a nombre mío
Claudia, migrante boliviana que emprendió en España
Claudia Terán, que estuvo en sus años iniciales sin papeles y en condiciones irregulares de migración, trabajando en diferentes lugares y como cuidadora de adultos mayores, tomó la decisión de emprender en el sector que más llamativo le pareció: las cafeterías. “Mis hermanas jamás se atrevieron. Me conseguí un socio que iba a sacar un préstamo porque yo todavía estaba sin documentos. Conseguí la cafetería y con el dinero prestado inicié”, aseguró.
Pero su proceso de emprendimiento, poco convencional, incluyó también una ‘movida’ que no es considerada legal pero sí ampliamente utilizada en el país: emprender con los documentos de otra persona, en este caso, los de su hermana. “Le pido a mi hermana su documentación y toda la panadería estaba a nombre de ella. Así empiezo algo de lo que no sabía absolutamente nada, qué impuestos iba a pagar, etcétera. Yo jamás tuve un contrato, por lo tanto desconocía e ignoraba muchas cosas”, explicó.
En su relato, Terán asegura que atravesó muchos riesgos, pues estaba “utilizando una identidad” que no era la suya. “Trabajaba con mucho miedo y temor”. Pero los resultados se vieron pronto, y en menos de tres años, esta emprendedora boliviana pasó de una a seis sedes diferentes de su cafetería “Delipan”, siendo algunas de ellas en la actualidad propiedad de sus hermanas.
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Una década para recuperar el estatus profesional
Uno de los principales desafíos para los migrantes autónomos que llegan a España y al resto de la Unión Europea es contar con una red de apoyo, que le permita encontrar un empleo bien remunerado y avanzar a nivel laboral, pues el cambio de país hace que estas personas pierdan su estatus profesional, en la mayoría de casos.
Flavia Catacora es la directora de Singa Barcelona, una ONG presente en siete países y 17 ciudades de la UE, que busca acelerar la inclusión de los recién llegados y cambiar las percepciones sobre la migración en territorio europeo.
“En España hay una degradación profesional. La persona muy calificada que llega a Europa, en especial a España, que es una economía más frágil, el 50% de esta población está sobrecalificada versus 30% de la población española, que también sufre de la degradación”, dijo Catacora a Bloomberg Línea.
Desde su trabajo en la ONG, Catacora explicó que son muchas las personas con talento, bien preparadas y educadas que llegando a un territorio no pueden ejercer su profesión, lo que resulta en “un desperdicio para la sociedad que los acoge al no poder utilizar este talento”.
Es un desperdicio de talento. El hecho de que una persona no trabaje en lo que tiene desarrolladas sus habilidades, hace que pierda años en su desarrollo profesional
Flavia Catacora, directora de Singa Barcelona
A estas barreras, de inclusión y aceptación social, así como a la falta de políticas públicas efectivas para la vinculación de los migrantes a la economía, esta población también se enfrenta a retos de inclusión financiera y bancarización, en especial aquellos que no están legalizados en la UE y que tienen bajos ingresos.
Pero no es solo un tema de burocracia, hay “mucho estigma detrás”. “Un jefe una vez me dijo que yo debería estar agradecida de tener un trabajo siendo latinoamericana, y le expliqué que hice todos mis estudios en Europa, mi máster en Suiza y domino tres idiomas. Y para el tema que estábamos trabajando lo tenía más sobre la manga que él podía llegar a tener. Hay un tema de percepciones falsas o prejuicios”, expresó Catacora a este medio.
Las estadísticas de la ONG apuntan a que un migrante requiere hasta 10 años para recuperar su nivel y categoría socioeconómica de origen, en especial en refugiados que llegan a funciones de poca especialización. Y a esto se suma un aspecto sensible: en España, por ejemplo, para poder legalizarse, se debe estar en el país tres años sin la documentación en regla. Singa Barcelona asegura que son tres años de aportar a la economía sin siquiera poder cotizar a seguridad social.
La proporción de trabajadores autónomos de países no pertenecientes a la UE ha aumentado un 60%, representando el 8% de la población activa independiente, lo que demuestra la importancia del espíritu emprendedor en este colectivo, según cifras compartidas por Singa.
Es por estas razones que Catacora, tras su experiencia en la ONG, asegura que el emprendimiento es una vía para muchas personas que buscan “retomar las riendas de lo que quieren hacer en su vida. Hay muchísima gente que cambia de rumbo profesional”.