Bloomberg — Es poco probable que millones de migrantes indocumentados que se enfrentan a perspectivas de deportación masiva bajo la presidencia electa de Estados Unidos, Donald Trump, encuentren refugio esta vez en el vecino del norte del país.
Durante la primera administración de Trump al frente de la Casa Blanca, su prohibición de viajar a los países de mayoría musulmana en 2017, la paralización de la admisión de refugiados y la incertidumbre respecto al estatus de protección de los haitianos provocaron que el número de migrantes que cruzaban a Canadá se elevara vertiginosamente.
Por su parte, el primer ministro Justin Trudeau se mostró dispuesto a recibirlos cordialmente en las redes sociales: “A quienes huyen de la persecución, el terror y la guerra, los canadienses les daremos la bienvenida”.
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Sin embargo, desde ese momento, los flujos pospandémicos de solicitantes de asilo, que sobrecargaron los sistemas de acogida en todo el territorio canadiense, condujeron al cierre de una laguna jurídica que admitía solicitudes de refugio en puntos de entrada irregulares, como una carretera rural al norte de Plattsburgh, Nueva York.
Al mismo tiempo, las rápidas afluencias de estudiantes y trabajadores foráneos han deteriorado el apoyo de Canadá a la inmigración masiva, y han obligado a Trudeau a limitar drásticamente las entradas y poner freno al crecimiento demográfico en el país.
El giro de la política canadiense supone una desviación de su anterior abrazo a los recién llegados y acerca su postura sobre el freno a la inmigración a la de EE.UU. y muchos de sus países pares europeos.
También sugiere que una repetición de los cruces irregulares a gran escala vistos en los últimos años es ahora dudosa, a pesar de que EE.UU. y Canadá comparten la frontera no defendida más larga del mundo.
“Esta sensación de pánico, la sensación de que están mejor en Canadá y que pasen por lo que tengan que pasar para cruzar la frontera... es menos probable de lo que era antes porque ahora hay tantos obstáculos en el camino”, dijo Pia Zambelli, presidenta del comité de refugiados de la Asociación Canadiense de Abogados de Inmigración.
Al cerrar la laguna legal el año pasado, EE.UU. y Canadá han sellado de hecho sus fronteras, reduciendo sustancialmente los cruces irregulares. Con las normas actuales, los solicitantes de asilo que entran en Canadá desde EE.UU. corren el riesgo de ser devueltos en la frontera, lo que aumenta su probabilidad de ser detenidos y deportados desde EE.UU. si están indocumentados.
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En su lugar, algunos refugiados han recurrido a contrabandistas para que les ayuden a cruzar la frontera y esconderse durante 14 días, periodo tras el cual podrían presentar solicitudes de asilo en Canadá. Pero el viaje puede ser peligroso, implica atravesar masas de agua o bosques y, a veces, en un clima frío y duro.
Ocho migrantes se ahogaron en el río San Lorenzo intentando llegar a EE.UU. el año pasado y una familia india de cuatro miembros murió congelada en Manitoba en 2022, ejemplos de lo peligroso que puede ser el viaje.
Los defensores de los derechos de los refugiados han estado presionando para que Canadá rescinda el llamado Acuerdo de Tercer País Seguro con EE.UU. para permitir a los inmigrantes solicitar asilo en Canadá sin el riesgo de que se les deniegue la entrada.
“Este acuerdo se basa en la premisa de que EE.UU. es un lugar seguro al que devolver a los solicitantes de asilo y que sus acciones no harán que Canadá incumpla su obligación legal internacional”, declaró Julia Sande, abogada de Amnistía Internacional Canadá. “Canadá también tiene el deber de vigilar la situación. Diríamos que, a día de hoy, ése no es el caso”.
La amenaza de Trump de deportar a los inmigrantes indocumentados ha alarmado a muchos economistas y empresas. El impacto sería probablemente más duro en sectores como la construcción, el ocio y la hostelería, y en estados como Texas, Florida y California, donde los migrantes constituyen la mayor parte de la mano de obra.
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Muchos dudan de que las deportaciones de migrantes sean factibles a la escala que Trump ha propuesto.
Ha planteado utilizar el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de EE.UU. o incluso la Ley de Enemigos Extranjeros de 1798, utilizada por última vez para justificar el internamiento de no ciudadanos en la época de la Segunda Guerra Mundial- para llevar a cabo el plan, que probablemente se enfrentaría a desafíos judiciales.
Aún así, algunos funcionarios canadienses han mostrado su preocupación en los últimos días por la posibilidad de un aumento de refugiados después de que Trump ganara su segundo mandato presidencial. Los políticos de Quebec, que anteriormente vio la afluencia desde el cruce de Roxham Road, al norte de Nueva York, han sido los más ruidosos.
“El tipo de pánico y alarmismo que estamos viendo por parte de los políticos... no hay necesidad de crear ese tipo de alarma”, dijo Gauri Sreenivasan, codirectora ejecutiva del Consejo Canadiense para los Refugiados. “Si vemos un aumento, lo que no nos sorprendería, no se producirá de la noche a la mañana”.
El ministro de Inmigración, Marc Miller, dijo el miércoles que el gobierno de Trudeau se asegurará de que Canadá tenga un “flujo controlado” de inmigrantes hacia el país. “Nuestros intereses están alineados con los de EEUU en asegurarnos de que tenemos una frontera norte que es segura”.
La policía nacional de Canadá ha "trabajado en varios escenarios en caso de un aumento repentino de la migración irregular entre los puertos oficiales de entrada en la frontera entre Canadá y EE.UU.", dijo la Real Policía Montada de Canadá en un comunicado enviado por correo electrónico. Las oleadas de los últimos años "nos proporcionaron las herramientas y la perspicacia necesarias para hacer frente a tipos de sucesos similares."
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