Bloomberg — Está previsto que el huracán Helene azote la costa oeste del estado de Florida este jueves con vientos devastadores, pero la magnitud exacta de la devastación no será patente hasta que se aclare el cielo.
La razón es que las predicciones relativas a la velocidad del viento están limitadas por datos incompletos y vacíos en la investigación sobre el modo en que los huracanes recogen la energía de las aguas cálidas durante las horas previas a su llegada a tierra.
Desde mediados de los años noventa, las previsiones sobre el punto de impacto de las tormentas son mucho más exactas, pero los métodos para determinar su intensidad se han quedado desfasados, a pesar de los avances recientes.
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Dentro de un huracán, “no se sabe realmente qué procesos se están produciendo y esto dificulta la simulación en el modelo informático”, explica Falko Judt, meteorólogo investigador del Centro Nacional de Investigación Atmosférica de Boulder, Colorado. “Se necesitan mediciones concretas de este momento y no existen. De modo que lo que va en el modelo son las mejores previsiones”.
Los errores en las estimaciones de la velocidad del viento acarrean consecuencias mortales, pues influyen en si las personas situadas en la trayectoria de una tormenta optan por permanecer o huir... y un fenómeno que se conoce como intensificación rápida está incrementando todavía más lo que está en juego.
A medida que el cambio climático eleva la temperatura de los océanos, los ciclones se fortalecen con mayor rapidez. Un ejemplo es Helene: en solo 24 horas pasó de ser una débil tormenta tropical a un huracán.
Definida como un aumento de 35 millas por hora (56 kph) en los vientos máximos de un ciclón en el lapso de un día, la intensificación rápida puede convertir una tormenta en una amenaza importante en cuestión de horas, tomando por sorpresa al personal de emergencia, líderes políticos y residentes.
Esta semana, la tormenta tropical John se intensificó rápidamente hasta convertirse en un huracán de categoría 3 en la escala Saffir-Simpson de cinco niveles antes de azotar la costa occidental de México, matando al menos a dos personas.
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Pero tal vez el ejemplo más claro en los últimos años sea el huracán Otis, que pasó de tormenta tropical a huracán de categoría 5 el día antes de azotar Acapulco en octubre pasado. Otis mató al menos a 52 personas y causó alrededor de 16 mil millones de dólares en daños y pérdidas.
Las investigaciones muestran que los científicos finalmente han comenzado a hacer avances hacia la reducción de errores en las predicciones de intensidad, gracias a mejores técnicas de modelado y nuevos datos recopilados de tormentas en océano abierto, según Lisa Bucci, especialista en huracanes del Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos en Miami.
Pero por ahora, cuando los meteorólogos federales realizan sesiones de capacitación para administradores de emergencias, incluyen una advertencia de no tomar las predicciones de vientos de tormenta al pie de la letra, dijo.
Si un pronóstico indica que habrá un huracán de categoría 1, dijo Bucci, “diremos que queremos que se preparen para una categoría superior debido a los errores asociados con nuestros pronósticos”.
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