El objetivo climático de 1,5°C está muerto: ¿por qué aún se habla de ello en la COP29?

Este año se registrará de nuevo la temperatura más alta de la historia, ya que las emisiones de gases de efecto invernadero continúan elevándose

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Bloomberg — La lucha por conseguir que el calentamiento global no supere los 1,5°C ha sido durante casi diez años la consigna de la acción por el clima.

Sin embargo, ahora que es muy posible que el planeta rebase ese objetivo, los diplomáticos y activistas de la cumbre COP29 se han visto incómodamente aferrados a un objetivo que ya no tiene sentido.

Las pruebas son cada vez más irrefutables.

Este año se registrará de nuevo la temperatura más alta de la historia, ya que las emisiones de gases de efecto invernadero continúan elevándose y es previsible que la Tierra alcance por primera vez una temperatura media de 1,5ºC por encima de los niveles preindustriales.

Según un estudio publicado este mes en el que se ha empleado una nueva técnica para medir el incremento de las temperaturas, el mundo ya era 1,49°C más caliente a finales del 2023.

Zeke Hausfather, climatólogo de Berkeley Earth, afirma que “1,5 ºC está más muerto que un clavo” desde hace ya tiempo. Y muchos de sus colegas están también de acuerdo.

La ONU ha llegado a la conclusión de que el planeta está en vías de calentarse unos 3,1ºC antes de que finalice el siglo si no cambiamos nada.

Dicho informe se hizo público poco antes de que representantes de casi 200 países se reunieran en Bakú (Azerbaiyán) para celebrar la conferencia anual de las Naciones Unidas sobre el clima, donde han estado inmersos en agrias negociaciones sobre la manera de obtener fondos para ayudar a los países en desarrollo a hacer frente al calentamiento global.

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El ambiente en Bakú no ha sido esperanzador. Los líderes de la mayoría de las más importantes economías, consumidos por sus problemas políticos internos, no se presentaron.

EE.UU., la primera economía mundial y el segundo país que más contamina, se dispone a desvincularse de la cooperación internacional sobre el clima durante la segunda presidencia de Donald Trump.

Por su parte, el presidente del país sede, Ilham Aliyev, se ha pasado más tiempo abogando por los combustibles fósiles y enfrentándose a otros Estados que presionan para alcanzar un acuerdo ambicioso.

Sin embargo, los asistentes a la COP29 no pueden dejar de hablar de 1,5°C. La cifra permanece blasonada en carteles y folletos por todas partes, aunque las cosas parezcan sombrías. “Está claro que 1,5°C es cada vez más difícil”, declaró a la prensa Wopke Hoekstra, comisario de la Unión Europea para el clima, antes del inicio de la cumbre. “No importa lo difícil que sea, no quiero renunciar a ese objetivo, bien sabiendo cuál es el daño que se encuentra en el otro extremo de ese 1,5°C″.

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Es un estribillo común y una prueba de lo eficaz que ha sido el 1,5°C como herramienta para transmitir los peligros del cambio climático. Después de que los países acordaran en el Acuerdo de París intentar limitar el calentamiento global muy por debajo de 2°C, e idealmente 1,°5C, la ONU pidió a los mejores científicos del mundo que investigaran los impactos de superar ambos umbrales.

El informe especial resultante, publicado en 2018, detallaba la gran diferencia que supondría ese medio grado. Un mundo de 1,5°C experimentaría una subida del nivel del mar mucho menor, menos olas de calor intensas y otras catástrofes que uno de 2°C.

Esto tuvo un impacto decididamente positivo en la acción climática: los países y las empresas plantearon objetivos climáticos cada vez más agresivos y empezaron a invertir dinero en energías renovables y tecnologías verdes. “No hace tanto tiempo que estábamos en una trayectoria del tipo 3°C, 4°C grados”, dijo Samantha Gross, directora de seguridad energética e iniciativa climática de la Brookings Institution, “y ahora no lo estamos”.

Lo que está en juego es tan importante, y se ha hablado tanto de 1,5°C, que dar marcha atrás en el objetivo corre el riesgo de quitarle fuerza al movimiento por el clima. “No espero que la mayoría de los gobiernos o las ONG reconozcan la realidad del 1,5°C a corto plazo”, afirmó David Victor, director de la Iniciativa de Descarbonización Profunda de la Universidad de California en San Diego. “No existe un contexto en el que puedan hablar de otras cosas que no sean el 1,5°C y no se les acuse de retroceso”.

El gran problema, según los expertos en ciencia y política climáticas, es que nadie sabe qué objetivo adoptar a continuación. ¿Debería ser 1,6°C, o 1,7°C, o incluso más? ¿Qué es realista pero también motivador? ¿El nuevo objetivo debería ser incluso otro objetivo de temperatura u otra cosa?

Los multimillonarios inversores en clima han tenido sus propias opiniones. En la COP28 del año pasado, Bill Gates dijo que, siendo realistas, ni siquiera 2°C es ya tan probable, y que el mundo debería simplemente asegurarse de mantenerse por debajo de 3°C.

El magnate minero australiano Andrew Forrest se centra menos en el calentamiento y más en el “cero real”, lo que significa detener las emisiones, no contrarrestarlas, y afirma que éste debería ser el objetivo. “Estamos viendo el cero neto como un fracaso”, dijo en una entrevista en la COP29. “Estamos viendo el cero real como algo que podemos medir”.

Algunos políticos y expertos ya han empezado a cambiar sutilmente su forma de hablar de 1,5°C. La gente “habla cada vez más de cómo podemos limitar el rebasamiento”, dijo la científica climática de la Universidad de Brown Kim Cobb.

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Se refiere a una teoría científica algo complicada: que existe un posible futuro en el que el calentamiento global supere los 1,5°C, pero se eliminen de la atmósfera suficientes emisiones de carbono, mediante árboles y tecnología de captura de carbono, para acabar enfriando de nuevo el planeta.

Pero sobrepasar y luego volver a 1,5°C no es lo mismo que no sobrepasar el límite en primer lugar.

Las investigaciones sugieren que algunos de los impactos que probablemente se produzcan a partir de 1,5°C, como el aumento del nivel del mar y la extinción de especies, no se revertirán aunque las temperaturas acaben volviendo a bajar.

Varios científicos también han expresado su preocupación por el hecho de que superar los 1,5°C, aunque sea brevemente, podría llevar a una desesperación generalizada de la opinión pública debido a lo mucho que se ha hablado de las consecuencias de no alcanzar el objetivo.

Eso podría desmoralizar a los que están en la lucha climática, especialmente en un momento en el que los gobiernos ya están luchando por dar prioridad a la descarbonización mientras lidian con crisis energéticas, inflación y reacciones en contra de las políticas que pretenden eliminar gradualmente los productos de consumo contaminantes como las estufas de gas y los coches diésel.

En la actualidad, muy pocos de los países con altas emisiones que firmaron el Acuerdo de París cuentan con políticas en vigor o han prometido objetivos climáticos para la próxima década que se ajusten al objetivo de 1,5°C, según la organización sin ánimo de lucro Climate Action Tracker.

Incluso el Partido Laborista de Australia, partidario de la lucha contra el cambio climático y candidato a acoger la COP31 en 2026, sólo ha presentado un objetivo de reducción de las emisiones de carbono para 2030 que es más coherente con un mundo de 1,6°C o 1,7°C que con uno de 1,5°C.

La reunión de la COP30 del año que viene en Brasil será una verdadera prueba de la resistencia del 1,5°C como estrella polar para la acción climática mundial. Se espera que los países acudan habiendo fijado nuevos objetivos de reducción de emisiones hasta 2035. Eso significa que algunos de los mayores contaminadores del mundo, incluidos EE.UU. y China, tendrán que aumentar significativamente su actual ambición climática.

Para las naciones más amenazadas del mundo, abandonar el objetivo de 1,°5C no es una opción.

Las reuniones anuales de la COP son su única oportunidad para pedir cuentas a las naciones ricas por las décadas de contaminación responsable de un clima más extremo que ahora amenaza su propia existencia.

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Incluir el objetivo de 1,5°C en el Acuerdo de París fue una gran victoria para los países pobres y vulnerables al clima y sigue siendo un instrumento crucial para que puedan presionar en su caso para obtener más ayuda financiera e instar a las grandes economías a tomar medidas más agresivas para reducir las emisiones.

Cedric Schuster, el ministro samoano que preside la Alianza de Pequeños Estados Insulares (ASOSIS, por sus siglas en inglés) , se apresura a señalar que el mundo todavía no ha incumplido técnicamente el objetivo de 1,5°C del Acuerdo de París, que se basa en la media de 20 a 30 años de calentamiento global inducido por el hombre.

“La AOSIS considera necesario desengañar a los críticos de esta idea de que el 1,5°C está muerto”, declaró en una rueda de prensa en Bakú. “Con las medidas adecuadas, 1,5°C aún es alcanzable. En este sentido, debemos ver a los países ponerse a la altura de las circunstancias con nuevos objetivos muy ambiciosos”, afirmó.

Hasta que surja un tótem mejor, la comunidad climática parece decidida a aferrarse al tema de conversación del 1,5°C. Es importante tener en cuenta la utilidad del objetivo, afirma Gross, de la Brookings Institution. Pero le preocupa la óptica de hacerlo ahora, cuando la reelección de Trump ya ha ensombrecido las perspectivas de progreso.

"No quieres que parezca que Trump lo ha matado", dice. "Porque en realidad no lo hizo. Ya estaba muerto".

-- Con la colaboración de Jennifer A Dlouhy y Akshat Rathi.

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