Javier Milei tenía grandes y ambiciosos objetivos antes de asumir la presidencia de Argentina. Uno de ellos: eliminar el control de cambios. Pero, para decepción de empresarios, ejecutivos y argentinos de a pie, eso no parece ser tan fácil como el político había anticipado.
Argentina lleva nueve de los trece últimos años sometida a un gran andamiaje de controles cambiarios. Este incluye un tipo de cambio férreamente administrado que es, en general, un 20% más fuerte que el tipo de mercado. Además, el gobierno también limita la compra de divisas para ahorro a solo US$200 por mes, cobra impuestos a quienes hacen pagos en el exterior y restringe los dólares a los importadores. Los exportadores tienen que vender sus divisas por pesos al Banco Central del país.
Al menos por ahora, el país se aferra al régimen, a pesar de las promesas de Milei de dolarizar la economía argentina. Muchos inversores esperan que las restricciones, cuyo objetivo es frenar la inflación, se mantengan hasta el cuarto trimestre de 2025, después de las elecciones de mitad de mandato en Argentina. El partido de Milei, La Libertad Avanza, busca reforzar su posición y quiere evitar cualquier riesgo cambiario hasta entonces.
Obstáculos
Las restricciones suponen un trastorno cotidiano para las empresas argentinas que importan y exportan bienes y servicios. Los importadores acumulan deudas comerciales con los proveedores mientras esperan los dólares del Banco Central y los exportadores se ven obligados a vender los suyos inmediatamente.
Carlos María Lagos es uno de quienes luchan contra el cepo. Este ejecutivo de 44 años es presidente de Regional Cargo en Buenos Aires, una agencia de carga internacional. Lagos dice estar cansado de pedir paciencia a sus proveedores de carga.
“Pago los fletes que vienen de China a Argentina 90 días después de que salgan del puerto, el doble de tiempo habitual en cualquier otro país”, dice. La razón: la demora en recibir los dólares del Banco Central. El gobierno permite a los importadores comprar dólares en el mercado oficial una vez que la mercancía llega al puerto. La mayoría de las veces tienen que esperar 60 días para recibir los dólares.
Lagos tiene que pagar tasas portuarias a los armadores a un tipo de cambio de 1.175 pesos, casi un 20% más débil que el del mercado oficial. “No son las condiciones ideales para trabajar”, afirma Lagos, que añade que está trasladando los costos a sus clientes. Lagos está a favor de eliminar los controles, dice. “Necesitamos poder comerciar con el mundo sin esta burocracia innecesaria y esta pérdida de tiempo”, afirma.
Dolores de cabeza
El gobierno de Milei evalúa aliviar algunos de los problemas con el lanzamiento de otro bono para importadores, conocido como Bopreal, según una persona familiarizada con el asunto. Los importadores pueden comprar estos bonos utilizando pesos y mantenerlos hasta su vencimiento, cuando se les devuelve el dinero en dólares. El Gobierno ya ha vendió alrededor de US$10.000 millones en las tres primeras series de Bopreal.
Las restricciones también tienen otros efectos, como limitar la transferencia de dividendos corporativos al exterior y la cantidad de dólares disponibles para que las empresas se financien a más largo plazo. Las consultoras privadas estiman que la cantidad de dividendos atrapados en el país asciende al menos a US$5.000 millones.
“Una liberación del cepo bajaría el riesgo país y nos permitiría encontrar financiación a tasas más razonables y plazos más largos”, dice Pablo Calderone, jefe de relaciones con inversores de Aconcagua Energía, una firma energética. No está previsto “sacarlo a corto plazo, sino después de las elecciones”, afirma.
¿Se cumplen las condiciones?
El gobierno de Milei fijó una lista de condiciones para poner fin al cepo que, según los economistas, está lejos de cumplirse: que la inflación mensual aumente por debajo del 2,5%, que las reservas del Banco Central pasen a ser positivas y que los bancos locales reduzcan sus tenencias de deuda pública argentina. El martes prometió que, una vez levantadas las restricciones, introducirá un tipo de cambio flexible.
- Actualmente, la inflación aumenta a un ritmo del 3,5% mensual. Esto, unido a la diferencia del 20% entre el tipo de cambio oficial y el de mercado, pone de manifiesto el riesgo de devaluación al que se enfrenta el peso.
- El gobierno es actualmente incapaz de refinanciar sus obligaciones en los mercados internacionales de deuda
La balanza de pagos de Argentina sigue bajo presión debido a la fuerte demanda de dólares, las importaciones y el gasto de los argentinos en el extranjero. El país sigue teniendo escasez de reservas de divisas, lo que también pone obstáculos al plan de Milei de dolarizar oficialmente la economía.
Entonces... ¿cuándo?
Milei descartó fijar una fecha para el levantamiento del cepo en una entrevista con el Financial Times. El ministro de Economía, Luis Caputo, dijo que esa discusión es “infantil”, lo que lleva a los analistas a pensar que la fecha de la salida definitiva está lejos.
Hay quienes, sin embargo, creen que hay margen para una salida parcial. Gustavo Cañonero, ex vicepresidente del Banco Central y presidente de CMF Asset Management, sugirió esta semana flexibilizar las restricciones cambiarias para particulares, lo que ayudaría a poner a prueba el sentimiento del mercado. “Sería muy valioso ver cuál es la demanda de dinero y cuál es el exceso de pesos” en la economía, dijo.
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Trampa política
Ante los riesgos de un rebrote inflacionario, el Gobierno debería elegir bien antes de levantar el cepo, opina Lucas Romero, director de la consultora política Synopsis. Los argentinos soportan una inflación superior al 200% que, aunque se desacelera, se avivó en diciembre pasado cuando Milei devaluó el peso un 54% de la noche a la mañana, provocando fuertes saltos en los precios.
“Si el Gobierno tiene que elegir entre mantener el control de cambios o generar volatilidad en la inflación, elegirá lo primero. Ahí hay una trampa política”, dijo Romero.
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