El nuevo presidente del banco más grande de Argentina puso en marcha su plan para reordenar la institución, con un estilo de austeridad similar al que Javier Milei promueve para las áreas de Gobierno, y regresar a los mercados internacionales de capital por primera vez en 30 años.
Daniel Tillard, un experimentado banquero, fue nombrado por Milei en diciembre para transformar el Banco de la Nación, la entidad estatal que tiene dos veces y media los activos de su siguiente competidor en Argentina, el Banco Galicia. El ejecutivo no quiere perder tiempo.
En primer lugar, su plan consiste en recortar este año 1.000 puestos de trabajo, es decir, el 6% de la plantilla total del banco, como parte del plan de ajuste que Milei impulsa en todo el gobierno. Su equipo trabajó en estos meses para sanear un balance cargado de malos préstamos. Y su objetivo es adoptar un modelo de banca público-privada como el Banco do Brasil, en que el Estado nacional posee la mitad de la entidad.
Todos estos son pasos hacia el regreso a los mercados —una pequeña muestra del intento de Argentina de atraer inversiones internacionales tras la reestructuración de su deuda soberana en 2020.
“Vamos a hacer lo que sea posible de acuerdo a las circunstancias. Primero, una emisión de deuda en el mercado de capitales local; y luego, una internacional”, dijo Tillard, de 67 años, a Bloomberg News, sin dar detalles sobre cuándo o cuánta deuda buscaría vender o a qué tasa de interés. “Nuestra aspiración es imitar el modelo del Banco do Brasil”, sostuvo.
Tillard y Milei tuvieron que moderar algunas de sus ambiciones a principios de este año cuando los legisladores de la oposición obligaron al gobierno a retirar al Banco Nación de la lista de empresas estatales que serían privatizadas. Ahora, el gobierno ya no habla explícitamente de la privatización del banco, ni de buscar un socio privado ni de lanzar una oferta pública de acciones, sino de buscar financiación mediante la emisión de deuda.
El Banco Nación emitió bonos por última vez en los mercados internacionales a principios de 1993. La emisión fue de US$150 millones a tres años con un cupón del 9% anual.
Fundado en 1891, el banco forma parte de la estructura y la volátil identidad de Argentina: su monumental sede se encuentra justo frente a la Casa Rosada, el palacio presidencial de Buenos Aires, y muestra las ambiciones que tenía el país hace un siglo.
La solvencia del banco estatal se vio amenazada a lo largo de sus 133 años por la mala gestión de gobiernos militares, populistas y conservadores. El golpe más reciente fue el de la empresa agropecuaria Vicentin, que tomó prestados más de US$300 millones de la entidad poco antes de caer en default, en 2019.
Tillard se jacta de haber implementado una transformación similar en sus ocho años como presidente de BanCor, el banco estatal de la provincia de Córdoba. Bajo su mandato, BanCor redujo su número de empleados de 2.700 a 2.000, y triplicó el número de cuentas de ahorro, según datos del banco central. El retorno sobre los activos de esa entidad aumentó de 1,9% a 2,7% durante su mandato.
El Banco Nación invierte la mitad que sus competidores en desarrollo tecnológico y Tillard quiere que esté mejor preparado, en un momento en que el otorgamiento de créditos crece a un ritmo de dos dígitos. Los bancos argentinos empezaron a ofrecer préstamos hipotecarios en los últimos meses por primera vez en seis años.
“Tenemos que acudir al mercado de capitales en busca de financiación adicional para profundizar nuestros préstamos” y cerrar la brecha tecnológica con los competidores, sostuvo Tillard.
Tillard dice que sus esperanzas de salida a bolsa no han terminado para siempre. “Es factible hacerla, pero depende de la aprobación del Congreso. Si hay que hacerlo, se hará en algún momento”, afirma.
Hace siete meses, su banco contrató al bufete argentino Liendo & Asociados para transformarse en una sociedad limitada, un tipo de organización que limita la responsabilidad de los accionistas al capital que aportaron. El nuevo proyecto busca modificar los estatutos de la sociedad, mejorar las deficiencias de la organización y evitar errores en los préstamos que concede, entre otras cosas.
Aun así, el objetivo final de Tillard es que la entidad se parezca a su par brasileño. El Banco do Brasil es una institución privada que cotiza en bolsa y está controlada por el gobierno federal, que posee aproximadamente el 50% de las acciones. Es el segundo banco de América Latina, con 3.980 sucursales y casi 20 filiales en 15 países.
“Si ves que algo tiene éxito, tratas de imitarlo”, dijo Tillard.
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