Salir de casa en LatAm: los países en donde a los jóvenes les cuesta más independizarse

La emancipación juvenil en Latinoamérica es desafiante en medio de las difíciles condiciones para ingresar a la educación superior y pasar al mercado formal del trabajo, así como para acceder a una vivienda digna

Emanciparse de la casa de los padres
16 de septiembre, 2024 | 06:48 AM

Bloomberg Línea — Los jóvenes en los principales mercados de Latinoamérica ahora tardan más tiempo en independizarse de la casa de sus padres y constituir un nuevo hogar ante factores como el débil crecimiento económico, la baja productividad y la informalidad laboral, dijo en entrevista con Bloomberg Línea la oficial Superior de Asuntos Sociales en la Cepal, Daniela Trucco.

“En los últimos 20 años, en el agregado latinoamericano (promedio ponderado de 15 países), la edad a partir de la cual el 50% o más de los jóvenes constituye un nuevo hogar (deja el hogar de los padres o familiares) se desplazó desde los 26 a los 27 años”, dijo la especialista de la División de Desarrollo Social en la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).

El indicador de emancipación juvenil a nivel individual se basa en si la persona se identifica como jefe de hogar o cónyuge. Esto significa que ha formado un nuevo hogar (que puede ser unipersonal) o, al menos, ya no vive con sus padres u otros miembros principales del hogar que conforman un núcleo familiar (incluso si este núcleo es incompleto).

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Dado que las encuestas no permiten calcular una edad promedio de emancipación, ya que solo registran el estado actual de la persona (“emancipado” o “no emancipado”), la Cepal ha establecido dos umbrales para identificar edades “tipo” de emancipación juvenil.

De un lado, la edad (simple) a partir de la cual 50% o más de las personas jóvenes (y no tanto) en forma sistemática declaran ser jefes de hogar o cónyuges. Y el segundo umbral es la edad a partir de la cual 66% o más (es decir, dos de cada tres) de las personas declaran ser jefes o cónyuges.

Oficial Superior de Asuntos Sociales de la División de Desarrollo Social de la Cepal, Daniela Trucco.

En el caso de los hombres, la edad de emancipación en Latinoamérica es levemente superior y pasó de los 27 a los 28 años en el mismo período, y en el caso de las mujeres, pasó de los 25 a los 26 años en Latinoamérica, de acuerdo a los datos aportados por Daniela Trucco con el apoyo de funcionarios/as de la misma División.

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Partiendo “del indicador más exigente”, en el que más de 66% declaran ser jefes o cónyuges un nuevo hogar, la edad promedio pasó desde los 29 a los 31 años en los últimos 20 años, variando entre los hombres desde 31 a 33 años de edad y entre las mujeres de 28 a 30 años.

Las elevadas tasas de desempleo y de informalidad, así como las persistentes brechas de género en el mercado laboral, agravan la situación, dificultando aún más que las y los jóvenes logren la estabilidad.

Oficial Superior de Asuntos Sociales en la Cepal, Daniela Trucco.

Considerando algunos de los principales mercados de Sudamérica, la edad de emancipación juvenil es más alta en Perú, ya que en 2022 la edad tipo en que dos de cada tres personas forman su propio hogar era los 33 años, seguido por Argentina (32) y Chile (31).

“En Chile y Perú la diferencia de edad de emancipación entre hombres y mujeres alcanzó los 5 años (35 y 30 años, y 36 y 31 años, respectivamente), en Brasil y Colombia era de 4 años y en Argentina era de solo 2 años. A nivel regional, esta diferencia es de 3 años, y se mantuvo estable en las últimas dos décadas”, dijo Trucco.

Indicador de emancipación juvenil

¿Por qué los jóvenes les cuesta tanto emanciparse de casa de sus padres?

La emancipación juvenil en Latinoamérica es desafiante en medio de las difíciles condiciones para ingresar a la educación superior y pasar al mercado formal del trabajo, así como para acceder a una vivienda digna.

Para 2022, al menos la mitad de los jóvenes en la región que no accedían a la educación superior retrasaban en tres años en promedio la edad de emancipación, pasando de los 26 a los 29 años. En el año 2000, a los 25 años más de la mitad de los jóvenes que no asistían ni habían completado estudios superiores habían formado nuevos hogares.

Daniela Trucco señala que “la precariedad laboral juvenil en América Latina se ha consolidado como una problemática estructural que tiene impactos en múltiples indicadores socioeconómicos”.

Según datos del Panorama Social de América Latina y el Caribe 2023 de la Cepal, las personas jóvenes entre 15 y 24 años perdieron empleo a una tasa mucho mayor que la población adulta durante los dos años críticos de la pandemia de Covid-19. Es así que entre 2020 y 2022, la tasa de desempleo juvenil alcanzó el 26,6%, frente al 10,2% de la población adulta.

Sumado a esto, el fenómeno de informalidad “perpetúa un ciclo de exclusión, en el que la vivienda digna se convierte en un bien inalcanzable. En este sentido, sin un empleo formal que les permita acceder a crédito bancario, y enfrentando altas tasas de interés en préstamos no bancarizados, estos jóvenes quedan atrapados en una espiral de vulnerabilidad económica”.

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La falta de ingresos estables y suficientes impide a muchos jóvenes cumplir, por ejemplo, con los requisitos para créditos hipotecarios o incluso sostener contratos de arriendo a largo plazo. Sumado a eso, el crecimiento de las ciudades ha incrementado los costos de vivienda, mientras que la oferta de viviendas asequibles sigue siendo insuficiente para satisfacer la demanda.

El arriendo, la vía para la emancipación de los jóvenes en Latinoamérica

Emanciparse de la casa de los padres

Ante las actuales barreras para acceder a una vivienda propia en Latinoamérica, la Cepal ha constatado diferencias en las edades en las que los jóvenes se emancipan de sus casas.

Las diferencias se reflejan en el caso de aquellos jóvenes que conforman nuevos hogares y habitan viviendas propias (adquiridas, adquiriendo -con dividendo- o heredadas), aquellos que las arriendan o las habitan en otra situación (cedida, asignada en un trabajo o irregular).

Por ejemplo, la edad típica en que uno de cada dos jóvenes se emancipa no residiendo en una vivienda propia o arrendada es de 26 años. Puntualmente, la edad típica en que uno de cada dos jóvenes se emancipa arrendando una vivienda es de 24 años.

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Además de un derecho, el acceso a una vivienda digna es parte crucial de la emancipación de las personas jóvenes, un importante hito en la transición hacia la vida adulta, pues les permite constituir un nuevo hogar, consolidar proyectos de vida y acceder a otros derechos, como la identidad, la conformación de una familia, los derechos sexuales y reproductivos, entre otros.

Oficial Superior de Asuntos Sociales de la División de Desarrollo Social de la Cepal, Daniela Trucco

En el caso de aquellos con una vivienda propia (adquirida o en proceso de adquisición), la edad típica en que uno de cada dos jóvenes se emancipa es de 32 años.

Basada en estos datos, la ejecutiva de la Cepal expresa que si bien las dificultades de acceso a una vivienda propia no son un impedimento para la emancipación juvenil, “ciertamente la adquisición de una vivienda ha sido un proceso que se ha ido atrasando en el tiempo”.

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“Esto sugiere crecientes dificultades para la obtención de una vivienda propia, que en parte se podrían compensar retrasando las edades de salida de los hogares de origen con el fin de ahorrar recursos los primeros años de trabajo, y que la obtención de educación superior facilita (o acelera) este proceso cada vez menos”, señala.

¿Cómo facilitar la decisión de emancipación de los jóvenes en LatAm?

Los especialistas de la Cepal consideran que las políticas para apoyar estas transiciones de los jóvenes tienen que incluir los diversos ámbitos de derechos y dimensiones de la vida de las personas.

Para facilitar la emancipación de los jóvenes en la región, desde la Cepal consideran que es crucial la conciliación entre educación, trabajo y vida familiar. Para ello se recomienda promover el siguiente conjunto de políticas:

  • Políticas de protección social no contributiva: (ej: garantía de ingresos para la superación de la pobreza) dirigidas no solo a las familias, sino también a las personas jóvenes como sujetos de derechos.
  • Políticas de subvenciones en materia de vivienda: subsidios de arriendo para estudiantes, en un contexto de mayor disponibilidad de viviendas sociales en alquiler, lo que facilita la salida de los jóvenes de sus hogares de origen y su autonomización en ese ámbito.
  • Regulación laboral y acceso a la seguridad social para las personas jóvenes y sus familias: formalización del empleo y salario mínimo, regulación de la jornada laboral, incluyendo jornadas más flexibles para estudiantes trabajadores, ampliación y garantía licencias de maternidad y parentales.
  • Políticas integradas de cuidado: con el objetivo de disminuir la carga de trabajo doméstico y de cuidados no remunerado, ejercido principalmente por las mujeres, muchas veces desde edades muy tempranas, en especial en los hogares de menores ingresos (lo que constituye un fuerte obstáculo a la conclusión de las trayectorias educacionales y a la inserción laboral, en especial en el empleo formal).
  • Políticas de salud sexual y reproductiva: prevención maternidad adolescente, eliminación de discriminación en establecimientos educativos.