Bloomberg — En el plató de Vancouver de Virgin River, la serie de Netflix Inc. (NFLX), hay un tenue resplandor vespertino en una escena de intimidad entre la valiente protagonista y la madre de su amado, con camisa de franela y hacha para cortar leña.
Virgin River, una serie dramática que gira en torno a una enfermera en un pequeño pueblo del norte californiano, es de esas en las que se esconden secretos, pierden los villanos y se reencuentran los enamorados.
Esa luz solar falsa, la potencia conjunta de dos enormes focos de 18.000 vatios que se alimentan de una batería gigante, es la forma que tiene Netflix de limpiar el sucio mundo de las producciones cinematográficas de Hollywood.
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En la mayor parte de los platós de rodaje de cine y televisión, la iluminación se obtiene mediante ruidosos generadores diésel. Virgin River es una de las numerosas producciones de Netflix que están sustituyendo los generadores y el transporte a base de combustibles fósiles con otras alternativas más verdes.
En Atlanta, Stranger Things (Cosas extrañas) experimenta con remolques que funcionan con energía solar, y en las afueras londinenses, Bridgerton ha probado un generador de hidrógeno.
Todo ello se enmarca en el plan de Netflix para reducir sus emisiones aproximadamente en un 50% de aquí a 2030. No obstante, el progreso de Netflix ha sido mínimo en los tres años que han pasado desde que en 2020 iniciara su apuesta por la sostenibilidad.
Sus emisiones en 2022 aumentaron en comparación con las de 2019, el año en que la compañía eligió como año de referencia. (Sus emisiones descendieron drásticamente en el 2023, le más reciente año divulgado por Netflix, si bien se atribuyó a los paros por las huelgas de Hollywood).
“Parte de ello es que no tenemos un control operativo directo”, afirma Emma Stewart, cuyo trabajo como responsable de sostenibilidad incluye la reducción de las emisiones.
Centrarse en la producción de cine y televisión es clave, ya que esas actividades suelen ser responsables de más de la mitad de las emisiones de la empresa. Aparte de un estudio en Albuquerque, Netflix generalmente no posee ninguno de los equipos ni el espacio de estudio para sus producciones. (En ese estudio, la empresa ha invertido en circuitos de agua geotérmica, sistemas de almacenamiento solar y de baterías y cargadores rápidos de vehículos eléctricos).
Aunque la empresa podría imponer un comportamiento de reducción de emisiones a sus proveedores, arrendadores y producciones, Stewart cree que “un enfoque de premios y castigos” es mejor.
Desde sus inicios en blanco y negro, la industria cinematográfica ha generado un próspero pero distribuido ecosistema global de vendedores locales que suministran su equipo especializado: luces, cámaras, camiones, cables y generadores. Conseguir que todas estas unidades dispares cambien su forma de hacer negocios no es tarea fácil, ni siquiera con grandes zanahorias.
Si Netflix convenciera a sus proveedores para que compraran equipos de bajas emisiones, podría provocar un cambio en toda la industria. En líneas generales, las emisiones de Netflix están en consonancia con las de sus pares del sector, y sus retos son los mismos.
Las mismas tiendas que alquilan luces, fuentes de energía portátiles y vehículos suelen dar servicio a las producciones de los distintos estudios, por lo que más tecnología ecológica para Netflix significa más para todos.
Y si la empresa consigue comunicar a los fabricantes de estos equipos que existe un comprador, eso ayudaría a reducir el riesgo de la inversión y fomentaría una mayor adopción en toda la industria.
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Hacerlo sería una hazaña considerable. Aunque la huella de carbono de la industria del entretenimiento es generalmente pequeña en comparación con sectores más intensivos en emisiones como la tecnología y la aviación, su influencia social es posiblemente mayor.
La huella de Hollywood en la cultura y las normas es algo que no se puede exagerar y podría inspirar un cambio mayor en la forma en que las grandes empresas dan prioridad a la sostenibilidad.
Netflix no es el único que lucha por cumplir sus elevadas ambiciones climáticas.
A principios de la década, las grandes empresas de todo el mundo empezaron a fijar voluntariamente objetivos climáticos a bombo y platillo. A medida que se acerca 2030, las empresas han empezado a retroceder.
Microsoft Corp. (MSFT) y Alphabet Inc. (GOOGL) han visto cómo sus emisiones se disparaban en medio del auge de la inteligencia artificial, que consume mucha energía, lo que hace que sus objetivos climáticos sean más difíciles de alcanzar. Shell Plc, BP Plc y Amazon.com Inc. (AMZN) han reducido o abandonado parte de sus objetivos climáticos.
Algunas empresas que no han rebajado sus ambiciones utilizan métodos cuestionables para parecer sostenibles mientras siguen emitiendo. Netflix recurre a herramientas como los certificados de energía renovable (REC, por sus siglas en inglés) y los créditos de carbono de valor discutible para reivindicar la sostenibilidad mientras aumenta lentamente esfuerzos como los que se llevan a cabo en el plató.
Los estudios han demostrado que esos esfuerzos contribuyen más al lavado verde que a acercar el mundo a la emisión neta cero.
Netflix está probando si es posible aumentar las audiencias y las ambiciones al tiempo que se reducen los gases de efecto invernadero.
Lo que está revelando es que dar prioridad a un crecimiento agresivo de los ingresos y mantener su puesto como principal streamer del mundo dificultan la consecución de sus objetivos climáticos; sus esfuerzos de sostenibilidad quedan en un segundo plano frente a la voluntad y la visión de los creativos de Netflix, que literalmente dirigen el espectáculo.
“Conseguir la toma sigue siendo primordial, y a menudo no es una forma ambientalmente eficiente o responsable de enfocarlo”, dice Hunter Vaughan, investigador de la Universidad de Cambridge y autor de “Sin desafiar estos fundamentos ideológicos, el verdadero cambio positivo no va a suceder”.
Es difícil exagerar el alcance del crecimiento y la influencia de Netflix. Desde sus inicios en 1997 como empresa de envío de DVD por correo, ha remodelado la industria del entretenimiento.
Hoy en día, Netflix representa alrededor del 8% de los espectadores de televisión en EE.UU.; es una red líder en la mayoría de los principales mercados del mundo. La empresa estima su audiencia en más de 500 millones de espectadores. Va camino de facturar casi US$40.000 millones este año.
Mientras la empresa se esfuerza por conseguir éxitos y complacer a los inversores, Stewart tiene que recortar las emisiones, revisar las normas vigentes y fomentar una transición tecnológica.
Stewart se incorporó a la empresa en 2020, cuando Netflix inició su labor de sostenibilidad. Desde entonces, Netflix ha tenido dos años de actividad comercial regular, sin verse obstaculizada por una pandemia mundial o por huelgas en todo el sector. Esas circunstancias provocaron un aumento artificial de las emisiones.
Durante los años normales, 2021 y 2022, Netflix aumentó sus emisiones de Alcance 1 y 2 (es decir, las emisiones directamente relacionadas con su negocio o la energía consumida por sus operaciones), en comparación con 2019. Los avances en la reducción de las emisiones de carbono se han visto superados por el crecimiento de la empresa.
"El número de producciones cambia de un año a otro", afirma Stewart. El objetivo de la empresa es "desvincular [el] número de producciones de nuestra huella de carbono en toda la empresa".
Lo que eso significa es que, en un mundo ideal, aunque aumente el número de producciones, disminuyan las emisiones. "Definitivamente, aún no hemos llegado a ese punto", afirma Stewart.
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A diferencia del negocio de los bienes de consumo, el crecimiento de las empresas de streaming (transmisión) no tiene por qué depender del número de cosas producidas, señala Albert Lin, profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de California en Davis especializado en derecho medioambiental.
En teoría, una empresa de contenidos puede ganar más suscriptores sin aumentar el número de programas. “También podría imaginarse crecer despacio pero mejor”, afirma.
Por supuesto, defender un crecimiento lento es un argumento difícil de defender ante los inversores de cualquier empresa, y es poco probable que Netflix o cualquier otro estudio de Hollywood se plantee seriamente esta estrategia. Por ahora, el gigante del streaming se centra en los cambios individuales que puede hacer en cada producción.
En el plató de Virgin River , mientras todos los demás son en su mayoría ajenos a la transición energética que se está produciendo a su alrededor, Jeff Harvey está en plena ebullición.
Harvey es el rigging gaffer de Virgin River (reponsable de luces y su ejecución), lo que significa que supervisa toda la energía y la iluminación.
Pero ahora es más bien un director de logística. Redacta un “plan de batalla” que incluye dónde tiene que ir cada batería, cuándo tiene que estar allí y qué tiene que alimentar, teniendo en cuenta el tiempo de carga. “Dedicamos un poco menos de tiempo al montaje y yo dedico más tiempo a la organización inicial”, dice Harvey.
Para Rob Fairbridge, cuyo papel como coordinador de transporte implica la gestión de una flota de vehículos, la integración de coches y camiones eléctricos en el plató ha supuesto nuevos obstáculos diarios.
Realiza pruebas de conducción con cada vehículo nuevo durante dos semanas antes de que comience la producción para anticiparse a los puntos débiles de sus conductores. Un auto se cargará más lentamente cuando esté casi listo, por lo que los conductores deben tener en cuenta ese tiempo extra.
Los camiones eléctricos suelen tener un espacio libre más reducido que los de gasolina porque las baterías suelen estar situadas en la parte inferior del vehículo, por lo que los conductores tienen que tenerlo en cuenta al entrar o salir de determinados accesos para evitar tocar fondo. Y una lección aprendida por las malas: A veces la autonomía indicada por el fabricante es mucho mayor que la realidad.
De vuelta en el campamento base de la producción, o donde se aparcan los camiones y remolques entre plató y plató, los conductores de Fairbridge están almorzando. Es un descanso tranquilo antes de que tengan que conducir todo el equipo a otra localización en Burnaby, un suburbio vecino de Vancouver, donde rodarán esa tarde.
Se trata en su mayoría de equipos sindicalizados más acostumbrados a camiones diesel y gasolineras que a cargadores y Teslas, dice Fairbridge. Eso significa que ha añadido otro papel a su lista de responsabilidades: terapeuta de conductores. Ahora pasa mucho tiempo con ellos para ayudarles a superar las averías de los cargadores y la ansiedad por la autonomía.
"No es algo que podamos hacerles tragar", dice Fairbridge. "Tiene que ser un cambio gradual".
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Su ansiedad no es infundada. Una vez, las baterías de Harvey se descargaron durante unos 12 minutos después de que el rodaje se alargara. “Todo se vino abajo”, recuerda. Rápidamente trajeron un generador diesel y volvieron a encender las luces, pero cada minuto de rodaje perdido es dinero tirado por el desagüe.
Los equipos se enfrentan a un enorme problema de suministro.
La ciudad de Vancouver, donde se rueda la serie, sólo dispone de siete de las baterías más grandes listas para la producción, y hasta 50 producciones ruedan en la ciudad en un momento dado.
Para asegurarse el equipo más ecológico y adelantarse a la competencia, Netflix reservó toda la tecnología limpia que necesitaba para empezar a rodar la sexta temporada de meses antes de que comenzara la producción, un movimiento muy poco habitual. La semana anterior, otra producción local llamó a Harvey y le “rogó” que les cediera una de sus baterías. Él accedió sólo porque había reservado más de las que necesitaba.
Hay una razón por la que este equipo es difícil de encontrar. Para los proveedores, invertir en una batería, un panel solar o un vehículo eléctrico es dar un costoso salto de fe en que será acogido por los equipos de producción.
Bhugesh “Ben” Patel dirige una empresa de transporte llamada BI Production Works con sede en Madison (Georgia), que presta sus servicios a películas y programas de televisión del área de Atlanta, incluidas producciones de Netflix como .
También tiene flotas en Nueva York, California, Nuevo México y Texas y, en total, ha invertido más de US$30 millones hasta ahora para convertir los remolques de BI para que funcionen con energía solar en lugar de generadores diésel, así como US$100 millones en la fabricación de nuevos remolques solares.
Construir un remolque alimentado con energía solar cuesta más de un 50% más de lo que costaría un remolque diésel equivalente, afirma Patel, pero él ofrece los remolques a un precio competitivo, de modo que recibirá la primera llamada de los estudios que quieran volverse ecológicos. Además, estos remolques requieren menos mantenimiento que sus predecesores propulsados por combustibles fósiles.
Lo que funciona en Vancouver o Atlanta, sin embargo, podría no funcionar en otros lugares.
La Columbia Británica tiene mucha energía renovable, sobre todo hidroeléctrica, y el gobierno local ha ofrecido una serie de incentivos para películas ecológicas, como descuentos en las tasas de localización para las producciones que utilicen energías limpias.
En Nueva York, los remolques solares no funcionan tan bien debido a los días nublados y a los edificios altos que bloquean la luz solar, por lo que los remolques de Patel allí suelen ir emparejados con generadores de reserva.
El periodo de amortización de un remolque es de unos siete a diez años, por lo que es una inversión arriesgada. Él estaba dispuesto a hacerla porque los estudios, incluido Netflix, le dejaron claro que estaban dispuestos a utilizar su equipo.
"Como es una tecnología nueva, la gente tiene que aceptarla", dice Patel. "Ha sido un comienzo lento, de eso no hay duda".
Aunque es lo más visible, descarbonizar la producción de cine y televisión ha sido una pequeña parte del trabajo de reducción de emisiones de Netflix. Los vehículos eléctricos o híbridos y la energía móvil limpia, como las baterías y los sistemas de hidrógeno, representaron el 5% de las emisiones totales evitadas de la empresa en 2022, y el 2% en 2023.
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La mayor parte de la reducción de emisiones de Netflix provino de la compra de energía renovable, ya sea a través de sus arrendadores o de las empresas de servicios públicos locales directamente a través de los programas de tarifas verdes de las empresas de servicios públicos. No está tan claro como podría parecer.
Un programa de tarifas verdes permite a los grandes clientes de los servicios públicos pagar por la energía renovable de un proyecto específico, como un parque solar.
Aunque los detalles pueden diferir de un estado a otro y de una empresa de servicios públicos a otra, el objetivo es ayudar a los clientes a cumplir sus objetivos energéticos y que las empresas de servicios públicos reduzcan los riesgos financieros asociados a la construcción de nuevos proyectos. Stewart afirma que Netflix paga una prima por optar por la energía renovable.
A pesar de sus objetivos, algunos programas de tarifas verdes no se traducen realmente en una reducción significativa de las emisiones, sino que se limitan a desplazar la capacidad de reclamar la propiedad de la energía. Los expertos han descubierto que a veces tampoco consiguen acelerar el desarrollo de las energías limpias.
La eficacia del programa depende de la antigüedad del activo al que está vinculado y de su ubicación. Si el proyecto es de reciente construcción o aún no está en línea, invertir en esa tarifa verde podría ser un reclamo creíble de reducción de emisiones.
O si se trata de una planta de energía limpia ya existente que se inauguró hace más de tres años, “eso es esencialmente no tener ningún impacto positivo en la descarbonización”, dice Killian Daly, director ejecutivo de EnergyTag, una organización sin ánimo de lucro centrada en las normas de contabilidad de la electricidad.
Además, varios estados de EE.UU. han adoptado normas de energía limpia que exigen que un determinado porcentaje de la electricidad de las empresas de servicios públicos esté libre de carbono.
Así que si una empresa participa en un programa de tarifas verdes en uno de esos estados, es posible que la energía renovable que se está adquiriendo se hubiera construido independientemente de la inversión, por lo que la tarifa verde vinculada a ese proyecto también pierde su sentido.
"Dado que Netflix actualmente sólo posee una propiedad de estudio en todo el mundo, y es un usuario de electricidad relativamente pequeño en cualquier ubicación, no solemos invertir en proyectos de energía renovable in situ, sino que pagamos una prima para optar a determinados programas de tarifas verdes de las empresas de servicios públicos", escribió un portavoz de la empresa en un correo electrónico.
Para el resto de sus emisiones que no puede evitar o reducir, Netflix compra créditos de carbono. La empresa compró más de un millón de créditos en 2021 y 2022; el año pasado, fueron algo más de 800.000.
Está ampliamente documentado que muchos créditos anuncian impactos climáticos positivos que nunca se materializan. “No vamos a pretender que todo este mercado sea perfecto, ni ningún mercado lo es, pero lo que requiere es una buena supervisión, buenas directrices y principios y responsabilidad”, afirma Stewart.
La empresa también hace lo mismo con la electricidad no renovable que utiliza mediante la compra de créditos de energía renovable, o REC. Estas herramientas entran en juego cuando una empresa compra certificados a proveedores de energía limpia en lugar de cambiar de fuente de energía.
Las empresas utilizan los REC para reivindicar un 100% de energía limpia, a pesar del escepticismo de los críticos medioambientales. Estas compras de créditos suelen tener un impacto menor porque, al igual que los programas de tarifas verdes de baja calidad, no siempre tienen como resultado la aportación de nueva energía renovable a la red.
“Los REC desagregados no son lo que nos gustaría estar adquiriendo siempre”, afirma Stewart, al tiempo que señala que Netflix tiene pocas opciones para cambiar el suministro de energía en las instalaciones alquiladas que no son de su propiedad.
La empresa está sopesando alternativas como los acuerdos de compra de energía realizados directamente con promotores de energías renovables; también invierte en un tipo de REC destinado a apoyar proyectos en países en desarrollo.
"Seguimos evaluando qué puede tener sentido", afirma Stewart.
Para que Netflix aumente la credibilidad de su afirmación de apoyar los objetivos globales de energía neta cero, podría hacer mucho más.
Por un lado, podría invertir en tecnologías de eliminación de carbono más duraderas, como máquinas que eliminen el carbono del aire, dice Lin, de UC Davis. Es algo en lo que otras grandes empresas como Stripe, Alphabet y JPMorgan Chase & Co. (JPM) ya han invertido millones.
La compra de créditos a empresas que ofrecen este tipo de eliminación es “mucho más cara, pero [ofrece] una mayor certidumbre con respecto al almacenamiento real y la permanencia de la eliminación de carbono”, afirma. Aunque Netflix no revela cuánto paga por sus créditos, los tipos de proyectos en los que invierte suelen ser un orden de magnitud más baratos que los créditos de eliminación de carbono de mayor calidad.
Asumir la responsabilidad de más emisiones relacionadas con el streaming es otro paso que Netflix podría dar. Actualmente, su contabilidad del carbono excluye las emisiones asociadas al streaming de video en su sitio, así como la electricidad utilizada por los dispositivos para ver sus contenidos.
Stewart dice que Netflix busca en el Protocolo de Gases de Efecto Invernadero una guía sobre cómo contabilizar las emisiones indirectas relacionadas con Internet y los dispositivos, y no especifica exactamente cómo se supone que el sector del entretenimiento debe tratar esas emisiones, por lo que opta por no incluirlas.
Pero algunos expertos creen que Netflix debería contabilizar esas emisiones.
"Es una omisión generosa de la responsabilidad", afirma Vaughan, que señala la gran cuota de ancho de banda mundial que poseen los proveedores de contenidos como Netflix, que un informe cifra en casi el 15% del tráfico descendente mundial de Internet.
Netflix reconoce que hay que hacer más para acelerar la adopción de tecnología verde en los platós. La empresa está realizando inversiones para tratar de impulsar la cadena de suministro de equipos ecológicos para sus producciones. Netflix, Walt Disney Co. (DIS) y la organización sin ánimo de lucro RMI pusieron en marcha el año pasado la iniciativa Clean Mobile Power (Energía limpia móvil).
El programa da a las nuevas empresas acceso a un pagaré convertible de US$100.000 (un préstamo que se devuelve con capital en la empresa en lugar de capital e intereses), así como presentaciones a inversores potenciales y “sandbox days” en los platós de los estudios, donde pueden probar sus equipos. También ayuda a formar a los miembros del sindicato en la nueva tecnología.
Se puso en marcha con 10 startups, desde un desarrollador de nanomallas móviles hasta un proveedor de hidrógeno ecológico, para ayudarles a poner su tecnología a punto para la producción. El acelerador, de 18 meses de duración, aún está en sus inicios, por lo que es demasiado pronto para ver los resultados del programa, afirma Caroline Winslow, de RMI, que ayuda a dirigir el programa.
Otra acción en el plató que daría lugar a reducciones significativas de las emisiones es establecer un presupuesto de carbono para cada espectáculo, limitando tanto el número de producciones como cuánto puede emitir cada producción.
En la actualidad, los productores pueden verse obligados a recortar una toma de un helicóptero debido a limitaciones financieras; con un presupuesto de carbono, tendrían que suprimirla si es demasiado intensiva en emisiones.
Pero en Netflix, la voluntad de los creativos prevalece sobre esas prioridades. “Nos gusta mucho estar dirigidos por los creadores”, afirma Stewart.
Aunque Netflix ha experimentado con mandatos en algunas producciones, hoy en día está más interesada en inducir cambios sostenibles en el plató a través de incentivos financieros, afirma.
Las producciones que quieren incorporar cambios sostenibles reciben una “asignación de sostenibilidad” que puede utilizarse para cambios sostenibles como baterías yVE y que no puede reasignarse a otras partes del presupuesto.
Vaughan cree que más mandatos forzarían un cambio positivo en la cultura de la industria. "La creatividad florece bajo restricciones", afirma.
Después de haber cambiado ya el gasóleo por las baterías y de haber añadido más tiempo para la carga de los VE, los trabajadores de la producción podrían aceptar nuevas normas.
"No me importan los cambios", dice Fairbridge, coordinador de transporte en, cuya realidad es un constante malabarismo de nuevas restricciones. "Y creo que el mundo va en esa dirección".
-- Con la colaboración de Ben Elgin y Lucas Shaw.
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