Opinión - Bloomberg

El carbón sigue siendo omnipotente y omnipresente

El carbón continúa siendo importante para la generación de energía, particularmente en Asia donde China consume el 56% a pesar de su novedoso modelo en materia de energía limpia.
Por Javier Blas
26 de julio, 2024 | 07:03 AM
Tiempo de lectura: 6 minutos

Bloomberg — En el mundo se queman por segundo 275 toneladas métricas de carbón, una cantidad que bastaría para llenar diez grandes volquetes. Esto equivale a casi 17.000 toneladas por minuto, o un millón de toneladas por hora.

El volumen es tan grande que resulta difícil comprender su dimensión, pero trataré de ponerlo en perspectiva: cada 6 horas, el planeta consume lo suficiente para construir una réplica en carbón de la Gran Pirámide de Giza.

Casi doscientos años después de que George Stephenson usara su máquina de vapor de carbón «Locomotion No. 1» para mover un vagón de pasajeros sobre rieles por primera vez, el combustible fósil más sucio de todos permanece incuestionablemente en el centro de la economía mundial.

Esto puede sonar descabellado; al fin y al cabo, estamos en la era de la crisis climática. Y aun así, a pesar de todos los paneles solares, todos los aerogeneradores, los VE y los incentivos gubernamentales para ser más ecológicos, el mundo nunca ha usado tanto carbón como el que está quemando en 2024.

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Gráfico de consumo mundial de carbón

El mundo consumirá este año la cantidad récord de 8.740 millones de toneladas métricas de las distintas variedades de los combustibles fósiles más contaminantes, de acuerdo con un informe publicado este miércoles por la Agencia Internacional de la Energía (IEA, por sus siglas en inglés) .

La IEA también aumentó su estimación de consumo para 2023. Todo se convierte en humo, se quema en centrales eléctricas, forjas de metales, plantas de cemento y, en muchos rincones del mundo en desarrollo, para cocinar y calentar los hogares. Alimenta la economía mundial y el cambio climático.

Y el consumo desenfrenado de carbón no se detendrá pronto. Según las tendencias actuales, el apetito por la antracita, el lignito y todos los demás tipos será mayor en 2050 que en 2000.

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Léalo de nuevo y reflexione: desde que el mundo empezó a tomarse en serio el calentamiento global, la demanda de carbón no ha hecho más que aumentar, un 75% desde 1997 (Protocolo de Kioto) y casi un 15% desde 2015 (Acuerdo de París).

Las nuevas cifras para 2023 y 2024 siguen un patrón: durante la última década, la IEA ha estado anunciando la llegada del pico de demanda de carbón, solo para aumentar su pronóstico casi todos los años. Ahora, dice que el apetito disminuirá en 2025 y comenzará a declinar gradualmente a partir de entonces.

Tal vez, pero sigo siendo escéptico respecto de los próximos años, e incluso de la próxima década. En el mejor de los casos, la historia de los próximos cinco a diez años es la de una meseta; la caída en picado que algunos analistas anticipan sigue siendo una fantasía.

Hay tres razones que sustentan mi pesimismo.

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Primero, la India está siendo testigo de un rápido aumento del consumo de electricidad y Nueva Delhi, deseosa de evitar apagones, está construyendo centrales eléctricas a carbón, sin hacer más que hablar de objetivos de emisiones. En lo que va de año, el consumo de carbón en la India es un 10% mayor que en 2023.

Gráfico de la caída de la demanda de carbón

Segundo, la quema de carbón en el sudeste asiático seguirá aumentando, ya que algunos países se muestran reacios a pasarse al gas después de que la invasión rusa de Ucrania provocará un aumento de los precios, mientras Europa respondía apoderándose de todo el gas disponible para su propio consumo.

Vietnam, Filipinas, Indonesia y Pakistán se encuentran entre los países en los que la demanda de carbón seguirá aumentando; este último país tiene importantes depósitos de combustible de baja calidad, llamado lignito, que potencialmente puede aprovechar para impulsar su programa de industrialización.

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Las olas de calor vinculadas al cambio climático y una población más acomodada darán lugar a más aparatos de aire acondicionado, lo que impulsará aún más la generación de electricidad.

Tercero, los beneficios inmediatos de la transición del carbón al gas y del carbón a las energías renovables en Europa y Estados Unidos han desaparecido en gran medida. Durante unos años, el aumento del consumo asiático se vio compensado por la caída de la demanda en Occidente. Ahora, ese mecanismo de compensación ha llegado a su fin..

Irónicamente, el carbón está recibiendo un impulso de la propia transición energética. A medida que el mundo avanza hacia la electrificación de todo (por ejemplo, poniendo más VE en las carreteras), la demanda de energía aumenta rápidamente.

Las fuentes renovables están cubriendo la mayor parte de ese aumento, pero el carbón sigue siendo necesario principalmente porque es confiable: no depende de las condiciones climáticas, como lo hacen la energía hidroeléctrica, la eólica y la solar.

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Hay alternativas para proporcionar un flujo de energía de base, pero estas también suelen ser rechazadas por los activistas verdes: centrales eléctricas a gas y reactores nucleares.

La producción de lo necesario para el cambio hacia fuentes de energía verde también está impulsando la demanda de combustibles fósiles.

En China, la producción en masa de paneles solares fotovoltaicos, vehículos eléctricos y baterías es una de las principales razones del aumento del consumo de electricidad. En Indonesia, la producción de níquel, clave para las baterías de los VE, consume enormes cantidades de carbón de baja calidad. Sigilosamente, la demanda de carbón se ha duplicado en los últimos cinco años.

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A menudo me preguntan si el mundo está ganando la batalla de la transición energética. Mientras el consumo de carbón siga aumentando, el mundo no estará llevando a cabo una “transición energética”, sino una “adición energética”, en la que las fuentes de energía renovables se suman a los combustibles fósiles.

A pesar de su enorme importancia para la economía mundial y el cambio climático, el carbón no ocupa un lugar tan destacado en el debate como debería. En las conferencias sobre energía, pocos lo mencionan; a veces, oigo más discusiones sobre la prohibición de las pajitas de plástico que sobre el carbón. Los avances en la reducción de la demanda son enormemente exagerados.

En la cumbre climática COP26 en Glasgow en 2021, los responsables políticos anunciaron que estaban “relegando el carbón a la historia”. Un completo disparate. Esa charla descuidada es una caracterización groseramente errónea de las tendencias. Hablar de avances imaginarios en la reducción de la demanda de carbón no mejora la transición energética; la dificulta mucho.

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Gráfica de mayores consumidores munidales de carbón

En el mundo occidental, el carbón es un producto secundario, un producto olvidado. La mayoría de los europeos y estadounidenses de 65 años o menos nunca han tenido contacto directo con este producto. Nunca lo han utilizado para calentar o cocinar en casa. Yo soy uno de esos afortunados ignorantes.

Sin embargo, si se le pregunta a la generación anterior, sí que recuerdan el carbón: mi padre, de 73 años, recuerda haberlo transportado, cuando era niño, desde el almacén local hasta la casa de mis abuelos en el norte de España.

Es cierto que el carbón sigue siendo importante para la generación de energía incluso en los países ricos (en Estados Unidos, el año pasado representó el 16% de la generación de energía, más que la solar y la eólica juntas), pero en ese papel, el producto básico está en gran medida oculto a la vista diaria y eso moldea nuestras percepciones.

Para comprobarlo, basta con mirar a Asia, donde el carbón sigue reinando.

En China, la India y muchas otras potencias regionales, el carbón sigue estando presente en la vida cotidiana de muchas personas, y las centrales eléctricas a carbón son la principal fuente de electricidad. El año pasado, Asia representó el 82% del consumo mundial de carbón; China por sí sola consumió el 56%, según el Instituto de Energía del Reino Unido.

A pesar de un uso tan descomunal, China es para muchos activistas verdes el modelo de innovación en materia de energía verde. Es el país que está produciendo e instalando más molinos de viento y paneles solares; también es el líder en vehículos eléctricos, tanto en producción como en adopción.

Pero el negocio de la energía verde china se basa en el carbón, y Pekín está muy contento de seguir dependiendo de ese combustible. Sorprendentemente, muchos dentro del lobby verde pasan por alto, minimizan y excusan el comportamiento chino. ¡Qué vergüenza!

Es hora de que el mundo preste más atención a la persistencia del carbón. De lo contrario, la transición energética está condenada al fracaso.

Esta nota no refleja necesariamente la opinión del consejo editorial de Bloomberg LP y sus propietarios.

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